La Sevilla vaciada

Patrimonio Histórico

En Sevilla se sufre menos si se hace uno el sueco. La Comisión de Patrimonio y Urbanismo avalan los derribos de dos fincas de la Plaza de San Francisco y una de Álvarez Quintero.

Interior vaciado de las casas / Juan Carlos Vázquez

Sevilla/En Sevilla el vacío es la expresión de la reforma. O de la destrucción, según los casos. Paseas por Álvarez Quintero, echas un vistazo por la reja de una ventana y te encuentras con la nada. Todo se ha consumado. Tres fincas han sido literalmente demolidas. Salvo las fachadas, claro. Hay una Sevilla vacía de agosto, chicharra, sopor y sombra mínima. Y hay una Sevilla vaciada tras haber arrasado lo que había en nombre de la dictadura novelera.

Las fincas registrales de la Plaza de San Francisco, números 11 y 12, y la 36 de Álvarez Quintero, han quedado convertidas en solares. Están vacías porque en ella se levantará el ya conocido hotel. Y han sido demolidas con la bendición de la Comisión Provincial de Patrimonio y de la Gerencia de Urbanismo. Nihil obstat. ¡Adelante la piqueta! Y pueden ustedes agregar parcelas en pleno centro. O establecer una vinculación funcional, si les parece más suave la expresión.

En esta Sevilla nueva que se levanta no en los barrios, sino en las narices del Salón Colón donde se reúnen los señores capitulares, sólo cabe pedir a San Judas Tadeo que las fachadas del nuevo establecimiento no sean más propias de Islantilla que del plateresco del principal edificio de la Plaza de San Francisco; que los balcones no sean de adosados de urbanización del Aljarafe, como los horrendos que ya luce el hotel donde antes estaba el Banco de Andalucía, y que los huéspedes no tiendan los calzoncillos o las toallas al exterior. Otra cosa no se puede hacer, porque Doña Piqueta ya la ha liado.

Fachada de la obra hacia la Plaza de San Francisco / Juan Carlos Vázquez

En Sevilla se vacía a la perfección. No dejamos nada ni en la calle Monsalves, ni en la Puerta Real, ni en la calle Santander, ni en la Plaza de San Francisco. Se podría hacer ya una ruta de la Sevilla vaciada. ¿No está tan de moda la España vacía? Pues ya sabe Antonio Muñoz, delegado de Turismo, dónde hay un nuevo atractivo para nuestros señores los turistas, que no me vienen, que no me vienen... pero ya vendrán, ya vendrán. Volverán los desarrapados turistas sus trolies a rodar.

Qué más da que las corporaciones municipales sean franquistas, predemocráticas o democráticas. En cuestión de patrimonio hemos avanzado poco, muy poco. Se siguen tirando las casas con independencia de la ubicación. De acuerdo, en el caso de la finca de la Plaza de San Francisco, número 11, no había protección asignada. En la del número 12, el plan del sector Catedral asignó la protección parcial en grado primero, la misma que a la de la calle Álvarez Quintero. ¿Para qué? Para lo de siempre: conservar las fachadas, levantar un nuevo edificio y que el decorador de turno se harte de poner muebles minimalistas y cuartos de baño con grifos estúpidos donde se ve al tío sentado en el inodoro a través de un espejo ligeramente opaco.

Otra perspectiva de los derribos en la Plaza de San Francisco y Álvarez Quintero / Juan Carlos Vázquez

La empresa de este futuro hotel es la misma que levanta el de la Plaza de la Magdalena, que no quiero verla, que no quiero verla, como decía Lorca de la sangre de Sánchez Mejías. Mejor no mirar cómo está quedando el edificio que hace esquina con Rioja. En Sevilla es mejor hacerse el ciego, no el sueco. Es más rentable no mirar mucho y así no se echan de menos decoraciones, azulejerías, losas de Tarifa, muebles suntuosos de hoteles de cinco estrellas transformados y vulgarizados...

Como dice Ignacio Medina, duque de Segorbe, al que no tiene criterio le resulta todo precioso. ¡Cuánta razón, señor duque! Por eso en Sevilla, en el fondo, se vive mejor sin tener ni pajolera idea. La ignorancia es cardiosaludable. Y cuando inauguren el hotel diremos que es “espectacular”, que han hecho una obra “brutal” y que todo ha quedado la “mar de bonito”. ¡Qué bien se verán las cofradías desde sus balcones!. Denunciar los derribos es de amargados.

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