La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
La Caja Negra
Sevilla/Hay muchas Sevillas bajo la mirada del Giraldillo. Una de ellas corre en cuanto suena el silbido que alerta de la presencia de la Policía Local. Son los manteros, los vendedores ambulantes que se instalan en las calles principales con sus bolsos, camisetas deportivas y otras prendas. Se oye la alerta, recogen en un santiamén y huyen cargados con la mercancía como pajes de los reyes magos que nunca acompañan. Montan y desmontan el tinglado con una facilidad pasmosa. Siempre en guardia, siempre corriendo, siempre tratando de vender con rapidez. Son la Sevilla que huye. Aguantan las miradas de los comerciantes que pagan sus impuestos y a sus empleados. La Policía llega sin prisa para darles tiempo a recoger. Si quisieran lo hacían de tal forma que todos acabaran detenidos y el material debidamente requisado. Rara vez ocurre. Aquí, al final, convivimos todos. Hacer la vista gorda se llama. Sentido práctico dicen. Los agentes despejan la plaza con su sola llegada, los empresarios se quejan menos y el viandante que no haya tenido tiempo de comprar la camiseta de Vinicius o el bolso falso de Loewe, que espere al próximo montaje del campamento... Aquí montó campamentos hasta San Fernando, que de ahí viene el nombre de la calle en el viejo arrabal. Siempre tenemos campamentos, siempre gente huyendo, siempre lamentos. Los portales son guaridas provisionales para estos ambulantes ilegales que, al final, muchas veces no reciben ni la mirada de la Policía. En los años ochenta eran los trileros. ¿Dónde está el garbancito? Ahora son manteros. ¿Cuánto paga por el bolso, cuánto quiere darme? Siempre hay alguien que sale corriendo, siempre hay alguien que se instala por poco tiempo, que está de paso y trata de vender algo para sobrevivir. Son las Sevillas sin destino. Ley de vida, ley de la ciudad.
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