Sevilla elige a un alcalde que dependerá de un partido minoritario
Elecciones Municipales
La ciudad decide el gobierno que la dejará a punto del centenario de su primera gran exposición y que deberá impulsar la urbe para que salga de su tradicional indolencia y crezca en infraestructuras
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Sevilla/Un partido minoritario tendrá la llave del gobierno y de la estabilidad institucional en una ciudad sin estatuto de capitalidad, adelantada por Zaragoza en número de habitantes y con grandes infraestructuras pendientes, que sigue castigada por las administraciones tras el ciclo inversor de la Expo’92 y que sufre un turismo invasivo que pone en jaque la convivencia urbana. Una ciudad que se aproxima al centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929, la que desarrolló el Sur de la urbe, un acontecimiento que supuso el primero de los dos grandes avances registrados en el siglo XX. El segundo impulso se produjo en el mítico año 92, que desarrolló la Cartuja y toda la zona Norte. La ciudad sigue siendo hoy en buena medida el fruto de aquellos dos grandes motores, pero en un mundo cambiante e hiperconectado se exige una renovación continua. Y aunque es cierto que se han producido grandes reformas, no sin fuertes polémicas en muchos casos, sobre todo en el ciclo de tres mandatos de Alfredo Sánchez Monteseirín (1999-2011), una capital como Sevilla sufre continuamente determinadas carencias casi históricas y, sobre todo, padece una lentitud palmaria a la hora de ejecutar grandes obras. El caso más flagrante es la construcción de la primera línea de Metro, un servicio de transportes legislado específicamente para Sevilla en 1975 y que no se estrenó hasta 2009. Los sevillanos todavía no tienen la segunda línea (que es la línea 3 que unirá Pino Montano con el Prado de San Sebastián) para la que, al menos, sí se ha llegado a los acuerdos institucionales necesarios y han comenzado las obras, trece años después de la puesta en funcionamiento de la primera.
Todo esto sin contar la vergüenza que supone tener varios barrios (el Polígono Sur y Los Pajaritos) entre los más pobres de España, zonas caracterizadas por la insalubridad de muchos pisos, la terrible inseguridad y el delito continuado de enganches eléctricos ilegales y plantaciones de marihuana clandestinas. Sevilla sufre estas lacras, donde hay verdaderos dramas humanos, mientras discute el formato de la Feria, se embriaga con grandes procesiones de las que estamos saturados, busca el escapismo del fútbol o hasta tiene delirios de grandeza tan solo avalados por la historia. Al menos queda en el recuerdo el aldabonazo que supuso la visita del Gran Poder a varios de esos barrios para llamar la atención, poner el acento y obligar a mirar hacia un sitio donde siempre resulta incómodo hacerlo.
En este contexto general, un partido minoritario decidirá quién es el alcalde de los próximos cuatro años y, por lo tanto, podrá generar la estabilidad que permita un gobierno tranquilo y fructífero. Solo hay dos opciones: Vox o las formaciones más a la izquierda (Podemos y Adelante Andalucía) concederán el bastón de mando a uno de los dos únicos candidatos con opciones reales: el socialista Antonio Muñoz, que parte como alcalde de hecho, o el popular José Luis Sanz, actual senador por Sevilla del reino de España.
Sevilla hace ya unos años que bajó de los 700.00 habitantes y, por lo tanto, perdió dos concejales. La capital pierde empadronados a favor de los municipios del área metropolitana. Hoy se eligen 31 ediles para una ciudad de casi 694.000 habitantes.
Las elecciones de hoy son nuevamente un claro ejemplo de la Sevilla dual. En otras ocasiones hasta tres candidatos han tenido opciones, caso de las que, por ejemplo, enfrentaron en 1999 a Soledad Becerril (PP), Monteseirín (PSOE) y Rojas-Marcos (PA), y en 2003 a Monteseirín (PSOE), Jaime Raynaud (PP) y José Núñez (PA). Pero desde entonces (2007, 2011, 2015 y 2019), Sevilla decide siempre entre un candidato del PSOE o uno del PP. Quizás la novedad más singular es que es la primera vez que el alcalde de hecho se estrena como candidato, pues Antonio Muñoz fue investido como tal en enero de 2022 tras la dimisión de Juan Espadas. Ha sido la primera vez que un alcalde de Sevilla no concluye el mandato como tal. Espadas eligió la aventura autonómica y desde que dejó el despacho de la Plaza Nueva ejerce como secretario general del PSOE andaluz.
Todo indica que Ciudadanos, el gran partido que centró la vida política española con dos grandes éxitos en 2017 y 219 (la victoria en las autonómicas de Cataluña y los 57 diputados en el Congreso de los Diputado) quedará fuera del Ayuntamiento por la crisis general que padece y que irremediablemente le condena a la desaparición o una presencia residual en algunas instituciones.
En contra de la izquierda más radical juega que acude a las urnas separada, con papeletas con dos marcas distintas. Por un lado Izquierda Unida y Podemos, y por otro Adelante Andalucía (la formación de Teresa Rodríguez). El PSOE acude con un buen candidato pero con la marca más herida que nunca por un sanchismo desprestigiado por las mentiras y los escándalos y, además, por los casos de compra de votos que han estallado en los últimos días sin olvidar el turbio caso del Ayuntamiento de Maracena. Muñoz debe demostrar que está por encima de la marca y hacer valer el intenso año y medio de trabajo que ha realizado como alcalde, un tiempo en el que se ha esforzado por penetrar en todos los colectivos sociales de la ciudad, lograr hitos que relancen la marca de la ciudad (la Agencia Española del Espacio, los Goya, los premios MTV, finales de fútbol, etcétera), pactar con la Junta de Andalucía en un clima de deseable cordialidad institucional y salir con cierta brillantez de las fiestas mayores. En su contra juega no sólo el mal momento de su partido, otrora maquinaria poderosa electoral en toda Andalucía, sino la evidente suciedad de la suciedad y los perversos efectos de un turismo excesivo.
José Luis Sanz cuenta con un notable perfil institucional como senador y como alcalde de éxito que fue de Tomares, donde sumó varias mayorías absolutas. En la campaña ha contado con la ayuda presencial de Juan Manuel Moreno, con el que de entrada la relación siempre ha sido fría por los recelos del malagueño con el PP sevillano que representa Sanz, un partido que en su día no recibió a Juanma precisamente con los brazos abiertos. Pero las fotografías de los dos juntos están ahí y han sido numerosas. Sanz ha tenido dos años para recorrer la ciudad como candidato (primero proclamado por el PP de Casado y después confirmado por el de Feijóo), un caso único en la historia interna del partido. Se le reprocha su excesiva seriedad, pero Sevilla tuvo alcaldes de ese perfil, caso del socialista Manuel del Valle. En ningún momento ha llamado la atención en la campaña de forma especial, pero sí por su constancia y perseverancia. No ha roto como se esperaba, quizás porque ha confiado más en el día a día que en los grandes gestos. Ha cometido el error de arremeter con brocha gorda contra Monteseirín de forma sorpresiva en un reciente debate, una acción que pocos se explican, pues no les une una mala relación y en ningún momento durante los dos años previos a los comicios se había caracterizado por semejantes andanadas. Sanz conoce la ciudad, aunque no resida en ella. Nadie le discute el perfil de posible alcalde, pero sí el de candidato. Su campaña ha recordado muchas veces a la de Zoido, el alcalde con mayor apoyo en la historia de la democracia en Sevilla, pero también el que mayor descalabro sufrió a las primeras de cambio. Sanz parte del resultado más bajo del PP (ocho concejales), por lo que necesita duplicar los apoyos directos e indirectos para lograr los 16 que permiten formar gobierno. a su favor, indudablemente, juega la ola de apoyo popular al presidente Moreno.
Ninguno de los dos, ni Muñoz ni Sanz, han presentado listas electorales llamativas. Ninguna aportación destacada de la sociedad civil. Gente del partido, de los que se suele llamar de la casa, cosa que ha llamado la atención. Destaca que Muñoz no ha podido llevar en la candidatura como hubiera sido su deseo al edil de Urbanismo, Juan Manuel Flores, y sí ha integrado a Juan Carlos Cabrera, experto en la Policía Local y las fiestas mayores, dos parcelas decisivas para cualquier gobierno de la ciudad. Sanz lleva la experiencia en la gestión municipal de Juan Bueno y Juan de la Rosa.
Vox confía de nuevo en Cristina Peláez, que aspira a duplicar los concejales: pasar de dos a cuatro para ser determinante en un gobierno liderado por el PP. No son a priori las mejores elecciones para un partido como el fundado por Santiago Abascal, más centrado en asuntos nacionales.
La campaña electoral no ha sido especialmente crispada si se pone el foco estrictamente en Sevilla. Los escándalos de etarras en las listas de Bildu y los casos de compra de votos han provocado una menor atención a los asuntos eminentemente locales, como ha ocurrido en los ocho mil municipios que hoy eligen a sus concejales. Quizás se haya echado en falta propuestas reales para solucionar la falta de taxis en horas punta en una capital, la carencia de inspectores en Urbanismo, la necesidad de más agentes de la Línea Verde de la Policía Local, los planes para recuperar población, las medidas para salvaguardar la Avenida de la Palmera de más destrozos, la conexión entre el aeropuerto y la estación de Santa Justa, los protocolos para evitar el vandalismo y el ruido de las finales de fútbol o las despedidas de soltero, el modelo de centro de una ciudad con un casco antiguo cada día más despersonalizado, las medidas de apoyo al comercio tradicional…
El nuevo gobierno tendrá que dejar Sevilla a punto del centenario de la primera gran exposición que contribuyó a forjar la Sevilla del siglo XX. Todo un símbolo. No bastará con recordar, pero sí rememorar debe ser una presión para tensionar una urbe que debe luchar por unos buenos servicios municipales que la hagan habitable, cómoda y competitiva. Los ciudadanos tienen la palabra para decidir si Sevilla está mejor hoy que hace cuatro años o si, por el contrario, deben apostar por un cambio de gobierno.
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