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Despacio, muy despacio con los niños

El Gobierno rectifica incluso cuando acierta. Eran mejor los paseos con destino fijo, pero la presión pudo con un Ejecutivo débil. La pandemia no ha acabado, pero los niños podrán salir a la calle simplemente a pasear.

Cola de espera para acceder a un supermercado en el día de ayer / José Ángel García

Sevilla/Uno no entendía esta vez los ataques al Gobierno por la primera medida tomada sobre las salidas de los niños. Y eso que este gobierno es como decían del Fajardo que había en clase, que cada vez que el profesor cantaba con energía su apellido (¡Fajardo!) se oía de las últimas filas: “¡Para cogerlo, liarlo y tirarlo!”.

A lo que íbamos. Era mejor fijar un objetivo, un destino claro y específico, que no permitir paseos sin rumbo, que es precisamente lo que se debe evitar porque la masa por definición jamás se autorregula. Estaba bien que las salidas de los menores fueran para acompañar a un adulto a un lugar fijo, a uno de los servicios esenciales: supermercados, estancos o bancos. ¿Pretendían algunos padres hiperprotectores o algunas madres helicóptero irse con sus retoños a dar de comer a los patos del Parque de María Luisa? ¿Acaso ideaban ocupar el parque infantil de la Gavidia, el de Nervión dedicado a García Lorca o el que hay delante de la explanada de Santa Justa?

Menudo desmadre en una nación donde todavía nos levantamos con cientos de muertos. En tiempos de pandemia no se debía salir a pasear por pasear. Pero al final el Ejecutivo se rajó. Y ha dado una suerte de barra libre con la condición de que los menores vayan con “adurtos”, que es como se refiere la ministra Montero a los mayores de edad. Está claro que no es lo mismo un adulto que un “adurto”.

Algunos creen que la pandemia ha pasado porque en el telediario nos venden cristaleras para bajar a la playa, bares con aforos limitados y hamacas de piscina separadas por un metro. Nos anuncian un futuro idealizado. El Gobierno había acertado con la regulación de los paseos de los niños. Pero rectificó y dio la verdadera talla de su modo de proceder: improvisado, a trancas y barrancas y sin un criterio definido.

El remdevisir no sólo ha sido un éxito en los monos, como decíamos ayer, dicho sea sin que se nos ponga cara de ilustre fraile. Ya hay más de cien pacientes graves por coronavirus que los norteamericanos han sacado de la UCI gracias a este antiviral después de que estuvieran ingresados entre siete y diez días.

El reparto de comida / José Ángel García

Nos dan un tirón de orejas desde el sector científico por habernos limitado a citar a los chimpancés. “Esto no es una anécdota, es una prueba muy seria. No se trata de algo gracioso sobre monos”, nos advierten. Se esperan tener las conclusiones de estos estudios cuanto antes. El reclutamiento de pacientes con los que experimentar está siendo muy rápido. La mayor esperanza está puesta en este laboratorio que tiene el aval de la Facultad de Medicina de Chicago, la ciudad con la que, por cierto, a punto estuvimos de compartir la Exposición Universal de 1992.

La vicealcaldesa de Valencia se aburre mucho. Lo dice en un vídeo casero y lo difunde. Las frivolidades en política se pagan cada vez más. Se le han echado encima las mismas hordas de lo políticamente correcto que su partido ha usado tantas veces. A Espadas le afean haber mandado retirar una bandera nacional con luto colocada por el PP en su principal ventana, que es un precioso ojo de buey. El gobierno es el que manda y la oposición fiscaliza. En el Ayuntamiento están muy al loro de las posibles intenciones de otro grupo político de colgar una bandera con luto en un lugar preferente de la Casa Consistorial. ¿Sería Vox? Ciudadanos no está por la labor de llamar la atención de esa manera. No se ve todavía el punto transgresor de Álvaro Pimentel. Y a la muchachada de Adelante Sevilla le da urticaria la enseña rojigualda.

Los policías locales ya han recibido la instrucción de impedir la entrada tanto en el Salón Colón como en el salón comedor, desde donde se tiene acceso a la balconada principal, desde donde se han celebrado verdaderos hitos históricos para la ciudad. Hay quien quiere obtener el vídeo de los agentes retirando la bandera de todos para su uso partidista.

Este encierro es para muchos un verdadero rollito de primavera. Sin fiestas mayores ni Sanfermines de julio a los que emigrar, se han quedado con el ánimo en cuarentena. Hace tiempo que los psiquiatras han advertido que la Semana Santa, la Feria y el Rocío suponen para muchas personas un escape absolutamente necesario. Algunos profesionales de las azoteas (cabezas en este caso) han valorado mucho el nivel de relajación de las preocupaciones cotidianas que proporcionan las fiestas mayores a muchas personas. Esa vía de escape se ha perdido este año. Un rollo de primavera, un rollito en toda regla.

El confinamiento y esta primavera huérfana de farolillos tiene otros efectos. Muchos pisos turísticos ofrecidos hasta ahora en Booking se han habitado por sus dueños para evitar contagios o para prevenir su uso por okupas. Han aumentado las visitas en internet a páginas con contenido pornográfico infantil u otras que no están basadas precisamente en una oferta cultural. Y en un plano más importante hay que reseñar otro día más que los supermercados no tienen ni esperan tener harinas para repostería ni levadura: “A la gente le ha dado por hacer dulces”. Del papel higiénico a la repostería.

Dicen que muy probablemente al final, cuando se evalúe retrospectivamente esta crisis, uno de los mayores predictores del impacto del coronavirus en un país concreto sea el tiempo transcurrido entre los primeros 50 o 100 fallecidos, que es cuando aún no se “ocultaban” tantos muertos, y la fecha en la que se decreta el estado de alarma. Cuanto más corto es este tiempo, menor es el número de infectados y de fallecidos. Dicen que ya será todo un logro si aprendemos esto para próximas pandemias. Aunque el sentido común sería disponer de test masivos desde el principio para decretar el estado de alarma en cuanto sea superado un número determinado de infectados, sin tener que esperar a usar como referencia el número de fallecidos.

Cuando son las ocho de la tarde el centro es un muermo. Se oyen algunos aplausos, pero son muchos más en los barrios. No hay diferencia. En la zona de Nervión, por ejemplo, se vive una verdadera fiesta en los balcones, con posteriores canciones, como la del Ya no aguanto más del fallecido Camilo Sesto. En el Covirán que hay cerca de la Basílica de la Macarena se espera a los proveedores de muchos productos. En el MAS de la Cuesta del Rosario no paran de recibir pedidos a domicilio.

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