El parqué
Caídas ligeras
Sevilla/La Raza fue el restaurante de referencia de los cuatro años que duró el zoidismo. Todos los acontecimientos públicos y privados del mandato tuvieron lugar en La Raza. En La Raza, recuerden, comenzó el caso de los ERE, cuando los dueños denunciaron el intento de mordidas que les quisieron pegar al montar una escuela de hostelería. Se negaron, denunciaron y allí empezó todo. En La Raza coincidieron una noche de verano –en estancias distintas– el entonces alcalde Zoido y el ex alcalde Monteseirín. Y en La Raza se abrazaron esta semana el candidato del PP a la Alcaldía y el de Ciudadanos, Beltrán Pérez y Álvaro Pimentel, respectivamente.
Dos jóvenes que, a la misma vez que diría Lopera, son dos viejos conocidos de las filas del PP. Pérez y Pimentel, las dos pes del centro derecha sevillano, charlaron a solas un buen rato, apartados de los restantes invitados a un acto cofradiero. Beltrán abrazó a Pimentel al estilo Arenas, por los antebrazos, con intensidad afectiva y dejando la mirada fija en el interlocutor. Pimentel fue en tiempos un militante muy activo del PP, hasta interventor en las mesas electorales. Dicen que formó parte de la UESE en los años de estudiante de Derecho, aquella organización estudiantil que supuso la alternativa al fuerte colectivo de estudiantes progresistas donde se integraba Susana Díaz.
Pimentel no ha podido estrenar su condición oficial de candidato en mejores días: la cuaresma. A Pimentel le pirran las cofradías desde pequeño. Las ha mamado, le duelen, las vive a través de su hermandad de la Quinta Angustia. Vivir la Semana Santa por la vía de la Quinta es mirar la Semana Santa, y por ende la ciudad, a través de un prisma muy especial. Ocurre como con los viejos macarenos que viven la Semana Santa sin salir del atrio. Qué macarena es esa forma de vivir la Semana Santa casi sin ver más cofradías que la propia. ¿Una limitación? No, una visión única, distinta y enriquecedora. Pimentel es muy, muy de la Quinta. Pérez no es de ninguna, pero se adapta al medio ambiente. Por eso sobrevive. No tiene el miedo habitual de muchos dirigentes del PP a las cofradías, se deja llevar de vez en cuando por quienes las conocen. Estilo Arenas se llama.
Pimentel promete no dejar la caña que porta tras el paso del Dulce Nombre de Jesús cada Domingo de Corpus, a cara descubierta desde hace muchos años. La política pasa, la caña permanece, ¿verdad Álvaro? Al principio y al final lo que queda es la caña. La caña llevaste y a la caña has de volver. La caña es el asidero, el refugio que no falla en el tiempo que ahora arranca para este joven que siempre ha tenido inquietudes políticas, un joven de formas correctas y estética atildada.
La cuaresma pasará en dos semanas. Tempus fugit. Y la ciudad global, la que va más allá de las cofradías, estará esperando las soluciones definitivas a los proyectos de siempre. Pimentel tendrá que explicar su proyecto al humo de las candelerías. La ciudad espera ese rosario de proyectos periódicamente venteados.
El alcalde Juan Espadas ha retomado el vuelo tras la cumbre mundial del turismo. Ha obtenido una proyección considerable junto al presidente Obama. Se da por hecho que la del PSOE será la lista más votada en las generales. Beltrán Pérez tiene que vender sus ideas para salvar el alma de la ciudad de la invasión de turistas desaliñados, de los negocios despersonalizados y de la multiplicación de los apartamentos incontrolados en un contexto marcado por Obama, James Costos y la legión de magnates del turismo que han vivido en la ciudad esta semana. La empresa es difícil para la derecha. El alcalde se lo ha montado bien gracias a un concejal como Antonio Muñoz, que ha hecho de ministro de asuntos exteriores de la ciudad por la vía del turismo.
Pimentel tendrá que explicar el proyecto naranja de su partido en clave local. Tiene poco tiempo porque la designación del candidato se ha retrasado en exceso, confiado quizás su partido en que el logo tiene más tirón que la persona. Ya sabemos que su interlocución con Pérez es fluida, pero tendrá que exponer cuál es su margen de acción a la hora de establecer pactos, cuál es su equipo (del actual de la Plaza Nueva no le vale casi nada) y cuáles son sus soluciones al problema del taxi.
También tendrá que pronunciarse sobre el turismo conflictivo que amenaza la convivencia, la falta de sombra a la que obliga el urbanismo duro, la Ciudad de la Justicia que nunca llega, la red del Metro, el siempre enquistado funcionamiento entre Urbanismo y Medio Ambiente que lastra los procesos de concesión de licencias, la necesidad de aparcamientos, el formato de Feria larga, el aire acondicionado en los colegios, etcétera.
“Lo conozco desde pequeño”, dijo el senador Arenas cuando vio llegar a Pimentel. Todo el PP lo conoce, porque este Pimentel es como el joven Jedy que se escapó de la nave imperial. “El PP es tu padre”, pareció oírse desde algún rincón de la noche.
El encuentro entre Pérez y Pimentel fue la conjunción planetaria de una noche de cuaresma, que diría aquella ministra para el olvido que gobernó en aquel tiempo en que echó raíces en España la ideología de género. El tiempo dirá si son dos que cabalgan juntos, o si Pimentel apoya la continuidad de un alcalde socialista y sin rechazo entre los votantes. La generación de los 70 pide su sitio en el diseño de la futura ciudad.
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