Sevilla/Hay cosas que ocurren en el PP de Sevilla que tienen difícil explicación para el común de los mortales. Debe ser efecto de la segunda dosis de la vacuna, de las calores o, como se decía en Asterix y Obelix, para justificar la falta de discernimiento, los jabalíes estarían en mal estado y por eso hemos perdido la carrera en los Juegos Olímpicos. Resulta que la señora Virginia Pérez, con el apoyo directo de quienes fueron sus enemigos, gana con contundencia un congreso provincial, pero le cuelan en la ejecutiva un ramillete de miembros de la lista perdedora. ¿Entonces de qué sirve ganar? Es evidente que hay que promover a alguien para un premio a la concordia.
Los partidos políticos parecen a veces congregaciones de la caridad, fuentes inagotables de misericordia, verdaderas ONG al servicio de causas humanitarias. ¿Usted lo entiende? Ya sabemos que las ejecutivas sirven para lo que sirven y que a la hora de mandar lo hacen la presidenta y el secretario general. Pero si al final van a acabar todos juntos, ¿para qué puñetas celebran un congreso a cara de perro? Están locos estos peperos (romanos), que decía Obelix. Y ahora emerge la figura de un candidato a la Alcaldía que se mueve bien con el ruan en calles estrechas, pero no sabemos cómo se desenvuelve con la capa y en grandes avenidas, habilidades fundamentales en una ciudad poliédrica como Sevilla, donde el poder no está concentrado en una sola instancia en ningún orden por mucho que haya quienes estén interesados en mantener esa versión por su propia supervivencia. Ni el panorama político es el mismo que hace diez años, con nuevos partidos, ni la ciudad tiene los mismos problemas, con dos crisis recientes en lo alto, una de ellas aún vigente. O Sanz es capaz de captar la nueva fotografía de Sevilla, o cometerá los mismos errores flagrantes que alguno de sus antecesores.
- Resulta que los perdedores del congreso del PP sevillano anunciaron acciones judiciales con insistencia y denunciaron un “pucherazo” en varias notas de prensa y en las redes sociales. Acusaron de delitos gravísimos a la cúpula del partido. ¡Pero se ha hecho la paz de forma repentina con el reparto de sillones en la ejecutiva! Si alguien tiene claro que se ha producido un pucherazo, sólo debe haber un camino, ¿no?. Aquí hemos pasado de imputar delitos a los compañeros de partido, a sentarnos con ellos, hacernos fotos y exhibir sonrisas. Joder, qué tropa. Y no se olvide un detalle previo, cuando menos curioso. Todos los que en el congreso anterior iban contra Virginia Pérez acabaron formando piña con ella. La guía para entender los movimientos del PP de Sevilla hay que actualizarla cada temporada, como el videojuego del Fifa.
- Resulta también que el rival de Virginia Pérez en las urnas, el bueno de Juan Ávila, llamó “golfos y sinvergüenzas” a quienes dirigían y dirigen el partido. Ocurrió en los días previos a la primera y definitiva votación del congreso. Ahora no puede ni verse con el concejal Pepelu, nuevo portavoz adjunto en el Ayuntamiento, con el que tuvo un roce público el otro día en el homenaje a Miguel Ángel Blanco en Alcalá. Está grabado. Pues ahora Ávila es nada menos que vicepresidente del PP de Sevilla. Y debe estar encantado de trabajar codo con codo con los “golfos y sinvergüenzas”. Conecten la rumba de “amigos para siempre”, pero con las mascarillas puestas que después pasa lo que pasa en las fiestuquis.
- Hace meses que se sabe que el candidato del PP de Sevilla es José Luis Sanz, todavía alcalde de Tomares y senador. Empieza un nuevo tiempo para este político del Aljarafe, al que los chicos de JuntsxMálaga no pueden ver ni en pintura, ni en el AVE, ni montado en el teleférico. Como tampoco pueden ver a Zoido, Tarno y compañía porque para Moreno y Bendodo representan la facción del partido hispalense que menos digieren. Sanz tiene el respaldo de Génova, que antes o después siempre gana los pulsos. El PP andaluz ha enterrado de pronto las hostilidades y ha desbloqueado las tensiones en Sevilla, al menos de forma temporal. No lo ha hecho porque haya visto en Sanz al candidato ideal. Ni mucho menos. Si por Moreno y Bendodo fueran, Virginia Pérez y José Luis Sanz estarían pasándolo peor que un pingüino en agosto en una calle de Sevilla sin toldos por culpa de Antonio Muñoz. La más que previsible proximidad de un adelanto electoral en Andalucía y el congreso previo del PP andaluz aconsejan tener la plaza medianamente tranquila. No hay entendimiento, sino necesidad.
- Sanz tiene que tener claro que Sevilla no es Tomares. Y que estamos en 2021. La Sevilla de los años 80 ya pasó. Si le gustan los tiempos pretéritos puede sentarse una tarde de domingo a ver deliciosos vídeos sobre las obras de la Expo’92. Si lo prefiere puede también aprovechar agosto para documentarse sobre la Sevilla del 29, ya que es tan aficionado al pasado, al blanco y negro o al sepia, como guste en llamar. Le sacará partido a esas horas de sillón porque en unos años habrá que conmemorar el centenario de la muestra que cambió (casi creó) el sur de la ciudad. De hecho, Zoido se despidió del cargo con un cronograma de trabajo sobre la Sevilla de 2029 que le preparó Curro Pérez. Tampoco estamos en la Sevilla de 2011, cuando la mayoría absoluta de su admirado Juan Ignacio. Todo ha cambiado una barbaridad. Aquí no podrá vendernos un teleférico como hizo hábilmente con los vecinos de Tomares en sus primeras elecciones en el Pozuelo de Alarcón sevillano, porque andamos ya muy quemados. Ojana, la precisa, don José Luis, que sin don es bar de la Plaza de Cuba con una tortilla muy recomendable. Pase que nos hayamos tragado dos versiones diferentes del “idiota” que le dedicó a Beltrán Pérez desde su cuenta personal, pero el comodín está agotado. No quedan más. Sanz tiene varios frentes que cuidar. Uno de ellos es su propia relación con la Junta de Andalucía, que no le va ayudar en nada. Por lo ya explicado y porque en San Telmo tienen claro que su objetivo a largo plazo no es Sevilla, sino Andalucía, de donde fue desalojado abruptamente aquella noche de 2014, cuando Rajoy y Soraya impusieron a Moreno como presidente del PP andaluz. “Tú lo has querido Juanma”, dijo el barbudo. Ahí Sanz tragó quina. A veces uno escribe su propio destino y elige el blanco y negro. No quiso dar el paso al frente y presentarse. Génova no va a estar en el día a día para mimarle. Veremos con el tiempo si ha nacido un gran alcalde o una inmejorable marioneta. Nadie dijo que fuera fácil, no lo fue para Espadas que soportó cuatro años de penurias en la oposición tras presenciar la mayoría absoluta jamás registrada en Sevilla. Y no lo será para Sanz. Tiene demasiadas rémoras de las que liberarse para presentarse como un futuro alcalde libre e independiente.
- Sanz no sabe a quién se enfrentará en las urnas. Espadas se marchará en septiembre como muy tarde. Eso beneficia al PP, donde quieren que el rival sea Antonio Muñoz, el actual delegado de Urbanismo, Turismo y Cultura. Si el elegido fuera Juan Carlos Cabrera, actual delegado de Seguridad y Fiestas Mayores, el equipo de Sanz lo tendría más difícil. ¿Por qué? El grado de popularidad de Cabrera es notable, tiene ganada a la Sevilla de las cofradías y goza de poder orgánico dentro del PSOE. Sabe movilizar al aparato, como ha demostrado en las primarias. Muñoz tiene el aval de una élite cultural, necesariamente minoritaria por ser élite. Una cualidad que tiene su importancia, pero que no basta. No tiene la capacidad de crecer hacia el centro-derecha, como sí la tiene Cabrera a semejanza del jefe Espadas. Por eso el PP prefiere a Muñoz. En el contraste entre Sanz y Muñoz, gana el primero por las peculiaridades de la ciudad, el desgaste de la marca del PSOE con Sánchez y la dificultad de Muñoz de obtener votos prestados de la derecha. En el duelo entre Sanz y Cabrera, hay partido y queda libre cierto caladero de votos del centro-izquierda. Ojo porque también Sanz tiene que crecer. Está obligado a ello. ¿Hacia dónde? Los comienzos no son nada halagüeños. O aspira a ser el alcalde de todos o padecerá del pecado original. O tiene un estilo propio cuanto antes o le tacharán de versión remasterizada del zoidismo. O espabila y es don José Luis, o se quedará en Oseluí. La ciudad no concede mucho tiempo y menos a un candidato de la derecha. Sevilla tritura a los personajes como programas de televisión sin audiencia, como obispos grises, como delanteros pitados al segundo partido sin marcar. Génova ha cumplido, San Telmo mira con el sapo dentro. Sevilla, 2021, una historia de “golfos y sinvergüenzas” que acabaron compartiendo foto. Y la que siguen liando cuando se juntan, como familias malavenidas el día de Navidad.