Los crímenes del expreso de Andalucía: una chapuza de señoritos y bajos fondos
Sucesos para la historia
Los ladrones fueron juzgados a los 27 días de los asesinatos y ejecutados a los 29
Creían que iban a robar un millón de pesetas pero se pusieron nerviosos y solo se llevaron 40.000
El asalto al tren correo de Andalucía conmocionó a España en abril de 1924 por varias circunstancias: la brutalidad del asesinato de dos empleados de Correos, la trama de cinco señoritos y personajes de los bajos fondos que lo llevaron a cabo, el suicidio de uno de los ladrones y el consejo de guerra sumarísimo e inmediata ejecución de otros tres.
Todo el atraco fue una chapuza mayúscula: uno de los ladrones no puso el narcótico previsto en el licor con el que iban a adormecer a los empleados de Correos y los ladrones fueron dejando todo tipo de pistas hasta su detención.
Ocurrió el 11 de abril de 1924, Viernes Santo. La idea partió de José María Sánchez Navarrete, ex empleado de Correos e hijo de un teniente coronel de la Guardia Civil. Se le ocurrió dar un golpe para robar la correspondencia que desde toda Europa se dirigía a Andalucía para ser luego repartida a las colonias del Norte de África y Gibraltar, con mucho dinero para pagar nóminas y el gasto de las empresas.
Navarrete se dedicaba entonces a la vida nocturna y había contraído deudas de juego. Sus socios fueron un cubano llamado José Donday, alias Pildorita por su afición a las drogas, con quien además había entablado un romance, y Honorio Sánchez Molina, dueño de una fonda en Madrid, autor intelectual y financiero de la operación.
Pero estos señoritos necesitaban un ejecutor más agresivo y lo encontraron en Antonio Teruel López y Francisco de Dios Piqueras, alias Paco el fonda, dos personajes de los bajos fondos que también habían contraído deudas de juego.
En aquel viaje los empleados del coche correo eran Santos Lozano León, de 45 años, y Ángel Orts Pérez, de 30. Los ladrones Teruel López, Piqueras y Sánchez Navarrete se subieron al tren en Aranjuez y aprovechando la amistad del último de ellos con Orts consiguieron que les dejase entrar en el vagón de Correos.
Según el plan inicial, iban a ofrecer a los dos empleados un licor en el que Pildorita debería haber introducido un opiáceo llamado pantopón para dormirlos. Pero, al parecer, el cubano perdió aquella misma tarde en el juego el dinero con el que debía comprar la droga.
Viendo que el tren avanzaba y el narcótico no surtía efecto, los ladrones se pusieron nerviosos y atacaron de forma desordenada y brutal a las víctimas con unas tenazas de marchamar. Angel Orts, más corpulento, hizo frente a los agresores y fue rematado de un tiro en el pecho a quemarropa y otro en la cara.
Los ladrones cogieron algunas joyas y dinero de forma atolondrada pero no encontraron las sacas de más valor y se bajaron del tren en Alcázar de San Juan, donde Pildorita les esperaba en un taxi para regresar a Madrid. Llegaron de madrugada y en la vivienda de Antonio Teruel se repartieron un botín que ascendía a 40.000 pesetas, aunque inicialmente esperaban conseguir un millón, una fortuna para aquellos años.
La dictadura de Primo de Rivera estaba entonces en sus primeros meses de vida. Empeñada en demostrar autoridad y en mantener la ley y el orden, movilizó a la Policía y sus confidentes y tardó poco en detener a todos los sospechosos, que habían ido dejando un reguero de pistas, desde el taxista que los trasladó la Madrid hasta el sereno al que sorprendieron los movimientos de aquel peculiar grupo de madrugada.
Pildorita fue detenido más tarde porque se refugió en una finca de su familia en Ciudad Real y desde allí consiguió llegar a París, aunque finalmente se entregó en la embajada de España.
La primera detenida fue Carmen Atienza, esposa de Antonio Teruel, quien creyéndose cercado se suicidó el 24 de abril de un tiro en la sien. En los tubos metálicos de su cama de matrimonio la Policía encontró parte del botín.
Se nombró un juez especial, de nombre Pérez del Río, que pronto se inhibió a favor de la jurisdicción militar. El juicio de guerra sumarísimo se celebró el 7 y el 8 de mayo en la cárcel Modelo de Madrid y terminó con tres condenas a muerte contra Sánchez Navarrete, Piqueras y Sánchez Molina, que fueron ejecutados por garrote en la misma prisión en la madrugada del día siguiente, 9 de abril. José Donday fue condenado a 30 años y Carmen Atienza a ocho años.
Los asesinatos del expreso de Andalucía ocuparon titulares de toda la prensa, hubo colas de cientos de personas para entrar al juicio y posteriormente fueron objeto de coplas de ciego, una novela y dos películas. El Museo de Cera de Madrid expone una reconstrucción del crimen en aquel vagón de Correos.
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