“Un fraude fiscal motivó el quíntuple crimen de Los Galindos”

José Antonio Vidal, inspector de Policía

Los asesinos fueron dos y estaban vinculados al cortijo, según el policía

José Antonio Vidal, policía que reabrió el caso de Los Galindos
José Antonio Vidal, policía que reabrió el caso de Los Galindos / José Ángel García
Amanda Glez. De Aledo

07 de abril 2019 - 02:00

El inspector de policía José Antonio Vidal, que en 1981 reabrió el caso por el quíntuple crimen del cortijo de Los Galindos, cree que el móvil pudo ser económico porque se estaba defraudando en la declaración de cosechas.

En una entrevista con este periódico, Vidal defiende que los crímenes pudieron derivar de una discusión económica: cree que Los Galindos podría haber estado defraudando en sus declaraciones de cosechas al Servicio Nacional de Productos Agrarios (SENPA), en una época en que el trigo estaba sometido a control estatal.

“Hicimos una comparativa a través de los datos del SENPA de lo que se producía en Los Galindos y en las fincas de las inmediaciones y nos faltaban casi 50.000 kilos”, explica Vidal.

La reapertura del caso se produjo por orden de Heriberto Asencio, un juez recién llegado al juzgado de Marchena, siguiendo otra pista. El forense Luis Frontela exhumó en el cementerio de Paradas los cuerpos de las cinco personas que habían aparecido muertas un 22 de julio de 1975: el capataz Manuel Zapata, su esposa Juana Martín, el tractorista José González, su esposa Asunción Peralta y el tractorista Ramón Parrilla.

El informe de Frontela determinó, seis años después, que el tractorista José González no había sido el asesino ni se había suicidado, sino que fue una víctima más, muerto a golpes y luego desmembrado y arrojado a un pajar en llamas junto con su esposa.

Asencio, Frontela y Vidal dieron un vuelco a la teoría con la que la Guardia Civil había cerrado el caso en 1975: que los crímenes tuvieron un móvil pasional porque José González había pretendido años atrás a la hija de Manuel Zapata, el capataz, y cuando ella se casó con otro fue objeto de burlas en el pueblo.

“Mi teoría, que es pura teoría, es que el capataz Manuel Zapata, que había sido guardia civil, acusó del fraude a alguien que llegó al cortijo, le dijo que no iba a consentirlo y le amenazó con contar toda la verdad”.

“Se desencadenó una lucha primitiva y golpearon a Zapata con la pieza de metal de una empacadora”, el arma que tenían más a mano. Acudió su esposa, Juana Martín, y fue la segunda víctima, golpeada en la cabeza con la misma pieza.

Según Vidal, tuvo que haber dos criminales porque las huellas de sangre en la vivienda de Juana muestran que su cadáver fue trasladado entre dos personas, una sujetando los brazos y otra las piernas.

En cuanto al tractorista José González -añade Vidal- “era una persona fundamental en la trama de la presunta defraudación porque era quien llevaba el trigo a Utrera y supuestamente desviaban parte de la cosecha”.

Aquel día, González fue a buscar a su esposa a Paradas y juntos volvieron en su Seat 600 al cortijo.

“La muerte de ambos fue premeditada. Les sacaron a la fuerza del coche porque el 600 tenía un banderín de la Virgen de Consolación que estaba forzado y otras señales de violencia”, afirma el inspector.

Vidal coincide con otros conocedores del tema en que el tractorista Ramón Parilla, la quinta víctima, fue un testigo inoportuno: lo habían mandado a trabajar en el campo y regresó al cortijo cuando los asesinos estaban preparando la quema de los cuatro cadáveres en un almiar.

Recuerda Vidal que Parrilla fue el único que murió de disparos de escopeta: los primeros en el patio del cortijo, de los que intentó protegerse cruzando los brazos por delante de la cara. Salió huyendo, le dispararon por la espalda y el último tiro se lo dieron a quemarropa cuando ya había caído en el camino de acceso a la finca.

Entonces los asesinos se asustaron y solo quemaron los cuerpos de González y su mujer. A Zapata lo dejaron en la parte trasera del cortijo y a su esposa Juana en la cama donde la habían colocado.

Asesinos próximos al cortijo

Otra impresión de Vidal es que los asesinos eran gente próxima al cortijo porque junto al almiar había una empacadora nueva muy valiosa y alguien la apartó antes de prender fuego para evitar dañarla.

Las autopsias de 1975 se hicieron “con unos medios totalmente precarios” por parte del forense de Marchena. Seis años después, Frontela demostró que las heridas de los cuatro primeros fallecidos tuvieron la misma etiología y que todos murieron por golpes del “pajarito” de metal de la empacadora.

“La exhumación de los cuerpos fue tremenda: tres días hasta las 12 de la noche, trabajando con focos y sacando huesos día y noche. Ramón Parrilla estaba parcialmente momificado”, rememora Vidal.

El inspector lamenta no haber podido averiguar algunas cuestiones claves. Por ejemplo, qué le dijo José González a su esposa para ir al cortijo a las 4 de la tarde de un mes de julio “y por qué ella fue tan contenta y vestida como si fuera a una fiesta”. La madre de González estaba en la casa y oyó la conversación del matrimonio, pero Vidal no consiguió que se lo contase, ni siquiera cuando en 1981 su hijo quedó exculpado de los crímenes.

La investigación de 1981 “fue apasionante. Lo más importante es que demostramos que Pepe González había sido una víctima más, para satisfacción de su madre, que estaba denostada en el pueblo”, cuenta Vidal.

¿Por qué surgió la discusión económica? Vidal recuerda que Mercedes Delgado Durán, la esposa del marqués de Grañina, era la dueña del cortijo y estaba a punto de separarse de su marido, con lo cual pasaría a ocuparse de la administración. Zapata, además de ser guardia civil, quería mucho a la marquesa, rememora Vidal.

Lamenta sobre todo que no se investigasen algunas pistas clave, como los restos muy deteriorados de una bala que apareció entre la paja quemada. Era un proyectil de pistola, no de la escopeta utilizada para matar a Parrilla, y Vidal cree que se le pudo caer a uno de los criminales mientras arrojaban los cuerpos a las llamas. “Si hubiéramos podido investigar ese proyectil, habríamos sabido de qué pistola procedía”, dice Vidal, que recuerda que varias personas vinculadas con el cortijo eran militares.

Los Galindos y el doble crimen de Almonte

José Antonio Vidal fue durante doce años (1984-1996) jefe de la Policía Adscrita a los juzgados de Sevilla, época de la que muchos jueces y abogados hablan elogiosamente de él.

El penalista Francisco Baena Bocanegra se lo demostró recientemente en la dedicatoria del libro El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino. Baena Bocanegra, que defendió al hombre absuelto del doble crimen después de tres años en prisión, le escribió: “Este libro no se habría escrito si el policía al que se lo dedico hubiera investigado los hechos”.

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