Los bandoleros, crueles delincuentes convertidos en ídolos
Bandoleros y su represión
Incluso don Quijote fue auxiliado por un popular salteador de la época
Borja Mapelli dedicó un libro a los bandoleros "impulsados por la injusticia al mundo de las fechorías"
Los bandoleros que asolaron Andalucía y otras regiones en los siglos XVIII y XIX eran unos violentos delincuentes que se beneficiaron de la simpatía popular, pero también despertaron muchos odios y fueron combatidos con su misma moneda e incluso con ensañamiento.
Borja Mapelli, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Sevilla, cree que el bandolero adquiere tintes heroicos por dos razones: “las pésimas condiciones en que vivía la gente del campo y el movimiento del Romanticismo, muy dado a ensoñaciones, mitos y héroes”.
Como forma de delincuencia, los salteadores de caminos existían desde a Antigüedad romana pero en España se desplegaron verdaderamente y se convirtieron en un problema en los siglos XVIII y XIX.
Hasta tal punto eran populares que la segunda parte de El Quijote recoge un encuentro del Ingenioso Hidalgo con Roque Guinart, un conocido bandolero que operaba en Cataluña. Guinart “sabía que Don Quijote estaba loco pero lo trata con respeto y le acompaña a Barcelona, donde pide ayuda a sus amigos para el caballero.
Lo hace “con esa constante del bandolerismo que consiste en la solidaridad y ayuda”, según Mapelli.
Los bandoleros tuvieron entre sus filas a nobles como Agustín Florencio y a religiosos como fray Antonio de Legama, que se unió a los Siete Niños de Écija y fue ejecutado en 1817 en la Plaza de San Francisco.
Sobre todo gozaron del apoyo de los campesinos porque “su hambruna era el caldo de cultivo para que surgieran los salvadores”, según Mapelli.
El propio Borja Mapelli dedicó una de sus obras, un diccionario jurídico, “a Diego Corrientes, al Barquero de Cantillana y a tantos otros a los que la desigualdad social, la injusticia y la falta de solidaridad impulsaron al mundo de las fechorías en el que perdieron sus vidas”.
Mapelli recuerda que la Guardia Civil se creó como un “cuerpo de guerra” que actuó “de manera indiscriminada contra ellos” y tanto Felipe IV en 1663 como Carlos III en 1784 dictaron leyes específicas que consideraba el bandolerismo un delito en sí mismo.
“Los bandoleros eran muy violentos y mataban por matar, mataban hasta los caballos de las diligencias y a los criados que las conducía”, cuenta Mapelli. En un asalto al teatro de Jerez, los bandidos hicieron salir a las damas y pasaron por las armas a los hombres que no tenían sabañones en las manos.
“En torno a los bandoleros se reunieron los pobres y en torno a quienes les combatían se aglutinaron los ricos”, según el catedrático, que afirma que las las reacciones contra el bandolerismo fueron igual de crueles que sus métodos.
Tras ser ejecutados, sus cuerpos eran descuartizados y su cabeza, manos y piernas quedaban expuestas en lugares públicos de los pueblos donde habían actuado.
Agustín Florencio, noble jerezano metido a bandolero, fue introducido en un saco y arrastrado por un caballo por toda Osuna antes de ser ejecutado.
Diego Corrientes, descrito en una copla como “el que a los ricos robaba / y a los pobres socorría”, fue víctima de la ira del regente de Sevilla, Francisco Bruna, a quien había humillado en múltiples ocasiones. Entre otros encontronazos, un día se habían cruzado en un camino y Corrientes obligó a Bruna a que le atara los cordones de sus botas.
Corrientes fue ahorcado en Sevilla el 30 de marzo de 1781 y luego fue descuartizado, sus restos fueron expuestos en los caminos y su cabeza encerrada en una jaula. “Pero finalmente fue enterrado en la iglesia de San Andrés de Sevilla”, destaca Mapelli.
No solo fueron combatidos con la represión, sino que neutralizar el bandolerismo fue uno de los objetivos de la colonización de Sierra Morena realizada por Carlos III a finales del siglo XVIII, cuando miles de europeos se instalaron en nuevas poblaciones creadas en la vía entre Madrid y Andalucía.
¿Era el bandolero un tipo de delincuente típicamente “español”? Mapelli recuerda que algunos tenían rasgos de Don Juan como Andrés López “el barquero de Cantillana” que se echó al monte tras seducir a la novia del hijo del alcalde y matar a éste y a su pandilla de amigos.
Los bandoleros no controlaban el territorio al estilo de las mafias. “No ocupaban territorio pero la sierra era el cuartel donde se refugiaban. Por eso eran tan violentos, porque sabían que en la sierra no tenían peligro de que les cogieran”, afirma Mapelli.
El “Niño Crispín” que enseñó a leer a su carcelero
Los bandoleros cubrían casi todo el espectro delictivo: asesinatos, secuestros, violaciones y extorsión: vivían del dinero que cobraban para dejar pasar diligencias sin asaltarlas o para no quemar fincas.
La opinión pública se conmocionó por dos secuestros: el de un rico hacendado llamado José Orellana, que fue sacado de su casa en Palenciana (Córdoba) un 1 de febrero de 1870 por una partida de la Guardia Civil que resultaron ser bandoleros disfrazados.
Otro fue el secuestro del Niño Crispín, que durante su largo cautiverio enseñó a leer a su carcelero, el único de la banda que le trató con cariño. Cuentan que cuando el niño tuvo que identificar en la cárcel de Rute a sus captores en una rueda de presos, lo hizo con todos excepto con el carcelero que le había prometido que nunca consentiría que le hicieran daño.
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