Una niña víctima de abusos: “Eran mi vida normal, no recuerdo otra cosa”
Abuso sexual
Laura (nombre ficticio) tiene ahora 19 años y hace unos días recibió la noticia de que el Tribunal Supremo había confirmado la condena de once años de cárcel impuesta a un tío materno por abusar sexualmente de ella entre los 7 y los 13 años.
Con su vida emocional solo parcialmente recuperada gracias al apoyo de su familia y de su novio, relata a este periódico como vivió unos años que la dejaron “sin infancia ni adolescencia”. “Los abusos eran mi vida normal, mi realidad, como si me hubiesen pasado siempre. No llegué a victimizarme porque los tenía muy asumidos”, explica.
El condenado es Agustín L.C., esposo de una hermana de su madre, que entonces tenía 33 años. Abusó de la niña cuando se quedaba a su cargo en su domicilio de Alcalá de Guadaira.
Laura relata que “no tengo recuerdos de él antes de los abusos. En cambio, recuerdo todos los detalles de lo que pasó la primera vez y también algún otro episodio que se me quedó muy grabado durante mucho tiempo”.
Los jueces han otorgado a Laura una indemnización de 12.000 euros por el “fuerte impacto psicológico de la traumática situación vivida”. Ella afirma que ahora se siente recuperada e incluso “fuerte para superar otros problemas” gracias al apoyo familiar y a los cinco años que estuvo en tratamiento psicológico. Pero le quedan secuelas como “la baja autoestima, las pesadillas, los altibajos en el estado de ánimo y que me pasa cualquier cosa y exploto”.
Los amigos del instituto pusieron la primera denuncia
Los abusos “eran mi realidad, como si desde niña no hubiese conocido otra cosa”, relata, y añade que “empecé a reflexionar cuando llegué al instituto y vi que no le pasaba a nadie más”. Entonces se lo contó a su mejor amiga, a su noviete y a otros dos compañeros.
Fueron ellos quienes, un viernes, acudieron a denunciar a la Policía y la propia Laura, sin saberlo, fue al lunes siguiente a hablar con la jefa de estudios del instituto.
Recuerda su primera declaración ante la Policía como “muy larga porque tuve que contar todos los detalles pero me sentí cómoda y fueron muy respetuosos”. Y a partir de entonces, una nueva pesadilla con el intento de la defensa de atribuir la denuncia a un afán de protagonismo de la niña o a un deseo de evitar la separación de sus padres.
Con la sentencia definitiva del Tribunal Supremo, Laura siente que “se ha quitado un peso de encima y ha cerrado el principal problema de su vida” aunque por encima de todo “hubiera preferido que no pasase nada”.
Siguió yendo a casa de su tío para que no abusara de su hermana
Laura relata que después de los 11 años siguió yendo a casa de su tío para que no cometiera los mismos abusos y “dejara en paz” a su hermana pequeña: “Pensaba que yo no podía dejarla sola. Si le tenía que pasar a alguien, que fuera a mí”.
¿Qué diría a una chica que esté en una situación similar? Laura cree que todas las víctimas piensan que es mejor callarse pero ella lo tiene claro: “Si no lo ha contado, que lo cuente, que no espere a estar a punto de explotar”. Y si ya ha denunciado, que sepa que es un proceso largo en el que “aunque creas que estás al límite, siempre puedes sacar fuerzas de donde no las tienes”.
La madre: “Un desgraciado te arruina la vida”
La madre de Laura es más pesimista: le duele la ruptura que se ha producido en su familia, el proceso tan largo (su padre murió sin conocer la sentencia del Supremo), o la impotencia que sentía al cruzarse con el acusado en los pasillos de los juzgados y durante el juicio. Ahora, no comprende que su cuñado siga libre y recurriendo para no entrar en prisión y teme que solo cumpla una parte mínima de los once años de cárcel.
También le pesa no haber identificado lo que le pasaba a su hija y haber achacado su comportamiento arisco a la adolescencia. “Crees que la estás educando bien y un desgraciado te arruina la vida”, afirma entre lágrimas.
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