El sumario de Los Galindos contradice el relato del hijo de los marqueses
Quíntuple crimen
El capataz fue asesinado donde lo encontraron y el marqués sí que estuvo en Málaga en un entierro
El fraude en la cooperativa de Utrera no fue detectado en las prolijas investigaciones
El sumario del quíntuple crimen de Los Galindos desmiente aspectos fundamentales del libro que ha escrito el hijo de los marqueses dueños del cortijo, Juan Mateo Fernández de Córdova, quien ha hecho un nuevo relato de los cinco asesinatos cometidos el 22 de julio de 1975 intentando explicar las lagunas que dejó la investigación judicial.
El sumario contradice en primer lugar su teoría de que el cadáver del capataz Manuel Zapata estuvo escondido durante dos días en un armario de la casa principal, de donde fue sacado por el marqués de Grañina y su administrador en la madrugada del 25 de julio y depositado en la parte trasera del cortijo, donde fue encontrado a las pocas horas.
Así, el acta de levantamiento del cadáver recoge que la paja y la tierra que había bajo la cabeza del fallecido se encontraban “impregnadas de sangre”, lo que indica que se desangró allí y no pudo ser asesinado en su propia vivienda y luego permanecer escondido durante dos días en la casa de los marqueses, como sostiene Fernández de Córdova.
El libro “El crimen de Los Galindos. Toda la verdad” defiende que Zapata fue asesinado porque estaba decidido a revelar al suegro del marqués, verdadero dueño de la finca, un desfalco que se estaba cometiendo en la cooperativa CODUVA de Utrera.
Es cierto que se sospechó de un posible fraude en las declaraciones de trigo de Los Galindos al Servicio Nacional de Productos Agrarios (SENPA), pero la Guardia Civil no detectó ninguna irregularidad en Utrera dentro de sus prolijas investigaciones en torno a un posible móvil económico, según coinciden los conocedores del caso.
Fernández de Córdova afirma que Zapata fue asesinado a golpes en la cabeza con la pieza de una empacadora y luego, cuando su cadáver fue depositado en la parte posterior del cortijo, el marqués y el administrador le atravesaron el tórax con una horca de labranza para acelerar la descomposición sin que se aventase.
Pero el informe de autopsia es claro al indicar que las heridas punzantes en el tórax fueron las primeras y no fueron mortales, mientras que los “tantos y tan gravísimos” traumatismos en la cabeza fueron “los últimos y definitivos” y resultaron “absolutamente mortales”.
Otro dato contra la permanencia del cadáver durante dos días en la casa son las larvas de la mosca lucilia sericata que presentaba y que “indican que la puesta de los huevos se ha hecho en el campo”, según el informe entomológico que figura en la causa.
Una novedad del libro es que explica de forma detallada los horarios de un supuesto viaje de ida y vuelta en tren del marqués de Grañina desde Málaga -donde se encontraba para asistir al entierro de un tío- a Sevilla el día de los crímenes. Supuestamente salió de Málaga en un tren de las 9 de la mañana del 22 de julio, estuvo en Los Galindos y regresó a media tarde.
Pero en el sumario constan las declaraciones de varios testigos, en especial un hermano del marqués, que estuvieron con él en Málaga a las misma hora en que según el libro estaba en el cortijo apoyando a un matón llamado Curro que fue quien acabó con las cinco víctimas.
Así, el hermano del marqués declaró que el día 22 se levantaron pronto y salieron de su hotel de Málaga sobre las 8.30 horas, desayunaron, hicieron algunas compras y luego fueron al hospital donde había fallecido su tío, donde permanecieron con otros familiares hasta la hora de comer.
Almorzaron en un restaurante de El Palo, a las 17 horas tuvo lugar el entierro y a las 18.15 ambos salieron por carretera hacia Sevilla. Pararon en Marbella a saludar a unos familiares y luego en Algeciras a tomar un aperitivo. Finalmente llegaron a Sevilla hacia medianoche.
Otra revelación de Fernández de Córdoba es que atribuye a la perrita Tundra haber lamido la cara de Juana, la esposa del capataz, cuando yacía muerta en el suelo de un dormitorio con la cabeza destrozada a golpes, aunque en el sumario figura el hallazgo de una toalla húmeda ensangrentada con la que alguien había intentado lavarle la cara.
El sumario también habla del “conflictivo” reloj que se puso en marcha
El relato del hijo de los marqueses encaja, sin embargo, con uno de los enigmas recogidos en el sumario: que el reloj automático de Zapata estaba parado a una hora -las 5 de la madrugada del 25 de julio- que no coincidía con el tiempo que debería llevar sin movimiento desde el asesinato de su dueño, hacia las 12.30 horas del 22 de julio.
Fernández de Córdoba mantiene que ese reloj se paró cuando el cuerpo de Zapata estuvo escondido en la casa principal y se puso en marcha automáticamente cuando el marqués y el administrador lo trasladaron a la parte trasera del cortijo.
Ya el primer informe de autopsia indicaba que el reloj era un “punto verdaderamente conflictivo” pues “no admite dudas que estos relojes tienen un tiempo máximo de marcha de 24 a 30 horas”.
“La muerte o al menos la inmovilización del reloj tuvo que ocurrir entre las cero horas y las 5 del día 24” pero las características del cadáver indicaban que la muerte se había producido tres días antes.
Y los forenses dejaron por escrito “un hecho muy manifiesto que todos tuvimos ocasión de ver”: la “fuerte coloración azul verdosa” de las piernas de Zapata, que indicaba que al menos en las doce horas que siguieron a la muerte el cadáver tuvo que estar con las piernas más bajas que el tronco y la sangre descendió por gravedad hacia ellas. En caso de haber estado boca abajo -la posición en la que fue hallado- esa concentración de sangre se habría producido en el tronco.
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