Alberto Revuelta Lucerga. Abogado

Cuarentena en las Tres Mil

Opinión

El autor, abogado que colabora con una ONG en el Polígono Sur de Sevilla, reflexiona sobre la desaparición de todas las fuentes de ingresos en las Tres Mil Viviendas

Alberto Revuelta. Abogado
Alberto Revuelta. Abogado

26 de marzo 2020 - 05:00

En el documento confeccionado por el Imperial College de Londres y que está sirviendo, con sus modelos matemáticos incluidos, para la adopción de las medidas impuestas por el gobierno de Su Graciosa Majestad en el Reino Unido y sirviendo de base a las que empiezan a hacer suyas muchos estados de USA, Trump por medio, se establece como objetivo romper la cadena del contagio de coronavirus con la distancia social de toda la población.

¿Es posible lograr ese objetivo en algunas de las zonas habitacionales del Polígono Sur?. Las viviendas disponen de superficies habitables en torno a los cuarenta y siete metros cuadrados. Entre cuatro y ocho personas se hospedan en ese espacio. Ancianos, adultos, adolescentes y niños. Muchos núcleos familiares integrados a su vez por alguna, o algunas, hijas con niños, separadas o divorciadas de alguna de sus parejas anteriores.

El deterioro interior de las viviendas es parejo con el envejecimiento de escaleras, portales, bajantes y soportales, cerrados o no. La Administración pública andaluza y la local sevillana, pese a los números y las cifras, ha sido y está siendo ineficaz a la hora de dotar de viviendas en condiciones a los habitantes de los bloques a que me vengo refiriendo.

Las opciones políticas de los últimos cuarenta años no han pasado, ni pasan, ni pasarán, por cumplir y hacer cumplir la Constitución en materia del derecho a una vivienda digna. San Telmo es paradigma de cómo se siente a sí mismo el poder político andaluz.

Pretender en esas condiciones que las personas hacinadas en semejantes lugares puedan soportar semanas sin salir es una distorsión de la realidad que se ha de pagar cara. Que los seguidores de las iglesias de Filadelfia y otras pentecostales de nigerianos o latinoamericanos salgan a cantar y a rezar en las primeras horas de la noche es lo menos malo que pueden hacer.

Porque se les podría ocurrir ocupar la Casa Grande, San Telmo, el Palacio del arzobispo y recuperar espacios donde pasar la cuarentena con cierta comodidad para no tener que respirar por la noche en las puertas de sus bloques, fastidiando a Dios Nuestro Señor al violar la cuarentena y no rezando en espacios sagrados que todo el mundo se ha apresurado a cerrar.

Los recursos económicos disponibles por la mayoría de los habitantes de esas zonas habitacionales son escasos o escasísimos o nulos de toda nulidad. Los mercadillos no van a funcionar por un tiempo largo. La recogida de material de desecho con carritos o bicis está prohibida y deja sin forma de ganarse el pan a otro amplio grupo de hombres.

En los semáforos no hay compradores de pañuelos ni siquiera para Howard Jackson en Plaza de Armas vestido de Eugenia de Montijo. No puede continuar el menudeo de hachís porque no hay compradores y el IBEX de los clanes de la droga está “mas chungo que Güalestrí”.

Los servicios sociales municipales, en un ejercicio cínico de política funambulista, consentido por el señor alcalde del turismo desparecido, atienden por teléfono tras horas de espera a unas personas que no saben concretar, que están acostumbradas al circunloquio y a la fabulación pero que necesitan ayuda.

Los funcionarios de los servicios sociales perciben sus ingresos. Pero se han convertido en un call center para fantasmagóricos usuarios de un país inexistente. ¿Quienes están sentando las bases para que no se puedan romper las cadenas de transmisión del virus y tratar de detener su expansión?. ¿Qué administración pública, de las cinco mil que hay en este país, va a paliar la ausencia de ingresos y de alimentos de esas familias?.

¿O pretenden que sean los voluntarios de Cáritas, de la HOAC, de las asociaciones no gubernamentales, del Comité René Cassin y los curas del Polígono quienes les saquemos las castañas del fuego con un buenismo acrítico, como si fuéramos lerdos integrales y zombies descerebrados, mientras nuestros impuestos siguen financiando su mala o nula gestión?.

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