Francisco Baena Bocanegra / abogado penalista
"El ejercicio de la Abogacía es apasionante, nunca dos casos son iguales"
María Auxiliadora Echávarri, instructora del caso Arny
María Auxiliadora Echávarri, magistrada de la Audiencia de Sevilla e instructora en 1995 del caso Arny de corrupción de menores, se ha acogido a una jubilación voluntaria y anticipada. En esta entrevista afirma que los problemas actuales de la Justicia son la complejidad de los casos y el volumen de trabajo. Del caso Arny y sus 48 imputados, reflexiona sobre los juicios paralelos, la doble moral de la sociedad y las circunstancias que pudieron llevar a muchas de las víctimas a retractarse.
— ¿Cómo ha cambiado el trabajo de juez desde que usted empezó?
El cambio sustancial ha sido en complejidad. Cuando yo empecé veía los delitos que todos conocemos: robos, lesiones y alguna agresión sexual. Ahora nos estamos especializando en delitos económicos, que antes se llamaban de cuello blanco y que se veían poco. Unido a otra línea importante que son los delitos derivados de actividades públicas como prevaricación y cohecho. Por un lado, son delitos fáciles de instruir porque hay documentación pero difíciles de resolver por cuanto suponen una valoración de esa documentación y la calificación de la figura delictiva.
En la Audiencia ha habido un cambio enorme en volumen de trabajo. Siempre había sido un destino para personas en la recta final de su etapa profesional. Incluso algunos prorrogaban la edad para jubilarse porque era un trabajo muy técnico pero cómodo en cuanto al número de casos. Ahora estamos desbordados. Si un asunto es complejo, el otro es complejo y medio. Has resuelto cuatro, te pones muy contenta y ya te han entrado otros seis que no sabes como enfocar.
—¿El problema es la lentitud?
Siempre he tenido muy presente que si la Justicia si es lenta deja de ser Justicia. Una respuesta tardía no es una respuesta, sobre todo en temas tan lamentables como una agresión sexual o un delito de prevaricación, que es un debate que está ahora en la sociedad y todos nos sentimos responsables porque colaboramos en la elección de nuestros representantes. Eso perjudica bastante a la Justicia.
— ¿La Justicia no está dando la respuesta adecuada?
La está dando pero tardíamente. La carrera judicial está hoy en día mucho mejor formada, tiene un nivel tremendo no solo jurídico sino también humano. Esta carrera, que es tan vocacional, funciona gracias a horas de entrega, trabajo y empeño, a base de llevarse el problema a casa y no dormir porque tienes una causa pendiente de resolver.
—Quienes han sido sus maestros?
Vine a la Audiencia en 2008 con Joaquin Sánchez Ugena como presidente de mi sala, a quien yo admiraba muchísimo. Yo le decía que él solo era malo consigo mismo. Joaquín jamás me habría dejado prejubilarme, me decía que yo tenía un sentido de la Justicia muy humano y que no todas las respuestas están en el Libro Rojo [el Código Penal], que no se pueden dar todas las respuestas con una aplicación fría de la norma.
— ¿Lo principal de un juez es la faceta humana?
Todos los que hemos pasado por un juzgado de instrucción hemos desarrollado una humanidad especial por el contacto directo con la gente. Yo fui una persona tremendamente feliz en el juzgado de instrucción, formé una familia con los funcionarios y quizá por eso tuve una respuesta excelente de ellos en los asuntos complejos que tuvimos. No había horas, si tenían que trabajar por la tarde lo hacían, si en una guardia teníamos un hueco libre, metíamos alguna declaración.
— ¿Investigó algún caso que le impresionara especialmente?
Uno de los que más me impactó fue la venta de un recién nacido. Ocurrió en una clínica de Sevilla, donde una adolescente dio a luz y le gestionaron la venta del bebé, fueron denunciados el personal sanitario y el centro. El hecho quedó archivado por falta de pruebas y porque no existía el delito de venta de recién nacidos. Supongo que habría otros casos en España y en la reforma del Código Penal de 1995 se introdujo el tipo específico. Me impactó desde el punto de vista moral de que se pudiera comerciar con una persona.
— Con el caso Arny se empezó a limitar el acceso de la prensa a los tribunales. ¿Qué recuerda de aquella época?
Hubo un antes y un después, yo lo recuerdo con terror. Eran muchas horas de declaraciones con cuarenta cámaras en la puerta de mi despacho. Simplemente para ir al cuarto de baño, que era la puerta de enfrente, no podía ni dar un paso, era agobiante.
Le tengo que agradecer al entonces juez decano, Juan Ignacio Zoido, que estableciese con la Sala de Gobierno del TSJA una normativa para hacer un acceso ordenado de los medios. La presunción de inocencia era total y absolutamente pisoteada y lo mismo pasó respecto a la protección de las víctimas.
También recuerdo que tuve el primer impacto de lo que era la doble moral de la sociedad en el sentido de que lo que más interesaba no era la actividad en sí, si se estaba explotando o no a menores, en que condiciones estaban, de qué estrato social procedían, sino “la lista”, quien iba y quien no iba al Arny, era un morbo tremendo.
Luego, en el momento en que aparecieron determinados nombres de la famosa lista, ya toda esa defensa de la Convención de los Derechos del Niño pasó a un segundo plano y parecía que no era tan importante la protección del menor. Se empezó a decir que los testigos no eran tan niños y dejaron de verles como víctimas.
— Fueron absueltos 32 de los 48 procesados
Ocurrió como en todos los casos donde la principal prueba es el testimonio de la víctima. Las acusaciones de algunos de los menores no se mantuvieron. No digo que se manipulase o comprase su testimonio, pero era más factible por su fragilidad y miedo. No estoy hablando de los abogados o imputados, sino de que cualquier comentario, incluso en los medios de comunicación, les asustaba por el lío en que se iban a meter. Muchos de ellos, ya en la fase de instrucción, empezaron a no colaborar y a no declarar, empezaron a retraerse porque estaban desbordados por la situación, estaban asustados.
— ¿Lo atribuye al efecto de los medios?
Sí, y al problema que siempre existe con estos juicios paralelos. Evidentemente la Justicia emana del pueblo y tiene que estar perfectamente informado, pero hay unos momentos de inicio en los que se puede perjudicar la investigación sin querer.
— Usted fue una de las primeras juezas estrella, le hacían fotos en la Feria y viendo procesiones
Es cierto que se pierde la privacidad. Pero yo tenia claro que tenía una investigación y que la tenía que sacar adelante en el menor tiempo posible. Me ponía unas orejeras y me centraba, pensaba que cuando antes terminase, mejor. Nunca busqué protagonismo porque siempre he pensado que el juez debe estar en segundo plano de los medios y que hay que conocerlo solo por sus resoluciones.
— ¿Hoy en día se da demasiado protagonismo a los jueces?
Se da protagonismo a todas las noticias judiciales. El 90% de un telediario se desarrolla en los tribunales. Aunque con ello se está acercando la Justicia al pueblo, y me parece bien.
Una de las cosas que mas me gustan de la Ley del Jurado es el contacto del ciudadano con la Justicia. Al principio todos vienen un poco de uñas y rechazándolo pero se van muy satisfechos y nos dicen que ahora comprenden a los jueces, que nuestro trabajo es difícil y que todos los ciudadanos deberían pasar por aquí.
María Auxiliadora Echávarri se licenció en la Facultad de Derecho de Sevilla y su promoción acaba de celebrar los 40 años. Tuvo su primer destino en el juzgado de distrito de Utrera, luego pasó al de distrito 11 de Sevilla y a finales de los años 80 fue decana de esa jurisdicción. Su juzgado se convirtió luego en el de instrucción 13, donde investigó el caso Arny. Desde 2008 era magistrada de la Sección Primera de la Audiencia.
Afirma que se prejubila porque “cree que existe otra vida”. Quiere estar más tiempo con su familia y sobre todo “dedicar a mi nieto más tiempo del que pude dedicar a mis dos hijas”.
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