“Si en el Supremo son serios habrá sorpresas con la sentencia de los ERE”
Emilio de Llera Suárez-Bárcena / teniente fiscal de Sevilla
El nuevo “número 2” de la Fiscalía dice que la sentencia de los ERE no le gusta ni le convence nada, “ni como jurista ni como ciudadano”, pero “comprende la presión mediática” que sufrió la Sala
"Yo no hubiera presentado ni firmado la denuncia contra la juez Bolaños porque era una guerra perdida”
El nuevo número 2 de la Fiscalía de Sevilla recibe a este periódico el viernes a media tarde, porque toda la semana ha estado celebrando juicios. Emilio de Llera Suárez-Bárcena (Badajoz, 1951) ha recibido en las últimas semanas numerosas felicitaciones tras su nombramiento como teniente fiscal de Sevilla, una de ellas del penalista Francisco Baena Bocanegra, que se ha congratulado de que por fin haya en Sevilla “un teniente con galones de general”. Tras una inmersión en la política durante cinco años –fue consejero de Justicia e Interior entre 2012 y 2017–, el veterano fiscal está de nuevo dando batalla en los tribunales sevillanos. En esta entrevista, Emilio de Llera habla como siempre lo ha hecho: con espontaneidad y sin tapujos, aunque a veces su claridad le ha metido en algún enredo del que siempre ha salido más o menos victorioso.
–¿Qué ha supuesto para un veterano en la carrera su nombramiento como teniente fiscal?
–Una doble alegría. Por un lado, estoy con un jefe al que respeto, aprecio y conozco desde hace muchos años. Y la segunda ha sido regresar al Prado de San Sebastián, porque cuando yo me reincorporé a la carrera fiscal la entonces fiscal jefe me mandó al Edificio Noga, donde he estado estupendamente con unos compañeros que me recibieron con los brazos abiertos y donde tengo muchos buenos amigos. Pero me dolió la razón que me dio, porque me dijo que no convenía que me vieran con los compañeros que llevaban los ERE y los asuntos de corrupción. Pensé para mis adentros que estaba apestado.
–¿Piensa que todavía está apestado y se tiene que defender?
–Siempre habrá algún malintencionado que diga algo, pero en mi conciencia nunca me sentí apestado. Yo hice como consejero lo que podía y creía que tenía que hacer.
–¿Hay algo que lamente no haber hecho como consejero de Justicia?
–Muchas cosas por no tener dinero. En cuestión de presupuestos, la Justicia es la última. Después de mi experiencia, tengo la impresión de que la Justicia no da votos. Inauguras un tramo de una carretera, un hospital o un colegio y eso vende mucho, pero inaugurar un juzgado…
La Ciudad de la Justicia de Córdoba, que me costó Dios y ayuda hacerla a mí y a la viceconsejera Asunción Peña, pasó bastante desapercibida.
–¿Se arrepiente de haber aceptado ser consejero de Justicia de la Junta cuando estaba a punto de ser nombrado fiscal de Sala del Tribunal Supremo?
–Yo entré a regañadientes. Esa fue la faena. A mí me nombraban fiscal del Supremo el 8 de mayo de 2012 y el día7, el presidente José Antonio Griñán se empeñó en sacar la lista de su Gobierno y ya no me nombraron para el Supremo.
–¿Se sintió como un elefante en una cacharrería en la política?
–A mí esto me gusta más que aquello, lo que pasa es que aquello fue muy enriquecedor y fue una experiencia que tengo que agradecer a Griñán porque, aparte del cariño y la admiración que tengo por él, creo que él me valoró también a mí y quiso que fuera yo el consejero de Justicia para evitar la falta de diálogo con la Administración de Justicia.
–¿Eso se logró?
–Sí, en muchos aspectos sí, porque cuando yo hablaba a jueces, fiscales, secretarios y funcionarios ellos sabían de lo que estaba hablando y por qué, entonces eso fue positivo.
–En Sevilla llevamos varias décadas hablando de la Ciudad de la Justicia. Sus primeras palabras nada más tomar posesión fueron que estábamos en el campo de la ciencia ficción ... ¿Cómo lo ve ahora, que parecía que Palmas Altas estaba todo todo hecho y ahora se ha trastocado con la pandemia?
–Es un desiderátum. A mí también me hubiera encantado hacer la Ciudad de la Justicia de Sevilla y me ilusionaba muchísimo la idea. Sé que Juan Marín [vicepresidente de la Junta y responsable de Justicia] es una buena persona, lo conozco y le tengo cariño. Primero ha conseguido que hubiera más presupuesto en Justicia de lo que tuve yo. El es vicepresidente de la Junta, no consigue tanto como el de Madrid, pero lo consigue.
–¿Qué aprendió como consejero?
–Yo había visto siempre la Justicia desde dentro y el verla desde fuera me enseñó muchas cosas y le tomé el pulso. Siempre he sido crítico con ella porque creo que tenemos un modelo de proceso penal que es Gran Reserva de 1882.
–¿Qué cosas ha visto desde fuera y le han servido para no cometer los mismos errores?
–Aquí es más difícil cometer errores que en política porque tienes una norma segura, que son las leyes, pero en política no tienes un texto escrito, tienes que ir funcionando más libre pero también más brillante y puedes ser más creativo.
–Se le llamó el verso libre del Gobierno andaluz. Usted hizo algunas comparaciones polémicas sobre la juez Mercedes Alaya o cuando definió a los periodistas como un océano de ciencia pero con un milímetro de profundidad...
–Esa última era una frase de Indro Montanelli, pero la gente del PP movió a la Asociación de la Prensa de Sevilla y de Andalucía para que fueran contra mí. Un periodista que tiene que escribir sobre tantas cosas, ¿cómo va a ser maestro de todas? Tiene el conocimiento imprescindible para salir del paso porque no tiene tiempo para estudiar.
–¿Le molestó que por uno de esos comentarios le reprobara el Parlamento andaluz?
–No me molestó porque yo le tenía muy poco respeto a los que promovieron mi reprobación. Aquello era una maniobra política para echarme del Gobierno. Fueron muy torpes porque me preguntaban si yo iba a acatar al Parlamento y yo les decía: A mí quien me nombra y me cesa es el presidente de la Junta, no el Parlamento.
–¿Cree que las campañas contra usted se basaron en tergiversaciones?
–Sí, porque yo tenía dos inconvenientes: que me salía del guion y que encima hablaba claro.
–¿La Justicia ha sacado algo bueno del coronavirus?
–Ha entrado el teletrabajo y creo que ha llegado para quedarse. Lo que pasa es que desgraciadamente no hay medios técnicos útiles, manejables, rápidos y fáciles y me temo que eso no lo habrán en muchos años.
Y otro problema es que está en manos de las comunidades autónomas. En su día yo le propuse al ministro de Justicia Rafael Catalá que lo liderase y que fuese el mismo modelo en todo el Estado.
–Poco antes del juicio de los ERE usted afirmó que no había nada que apuntara a los presidentes Chaves y Griñán, pero parece que esos indicios se han confirmado...
–No se han confirmado, porque la sentencia no es firme. Además, la sentencia de los ERE no me gusta ni me convence nada, ni como jurista ni como ciudadano. Pero comprendo la presión mediática que sufrió la Sala: cuando los medios han condenado a los dos presidentes, a ver cómo los absuelve. Pasó igual que ahora con el rey emérito, que mucha gente le tiene ganas.
–¿Cree que va a haber sorpresas en el Supremo?
–Si son serios, sí. Pero a mí me desanimó mucho cuando vi que el magistrado instructor designado en el Supremo, Alberto Jorge Barreiro, en quien yo tenía mucha fe, le compró el rollo a Alaya, la tesis de que los presidentes, por estar donde estaban, tenían que saberlo.
En los ERE "no hay malversación"
–Fue también este magistrado el que dijo que no había malversación...
–Es que malversación no hay y además se han encontrado mis compañeros con un problema, que como acusaron de malversación, ahora ya no pueden acusar por ese delito a nadie.
–Nueve años después del inicio de la investigación sobre los ERE, si todo era ilegal, ¿por qué más de 6.000 trabajadores han seguido cobrando su prejubilación?
–No han actuado contra esos trabajadores ni contra el Parlamento, que fue quien aprobó el sistema. Hubo un momento en que alguien apuntó por ahí y Alaya entró al trapo, pero luego se dio cuenta de que era demasiado y dio marcha atrás.
–¿Los jueces corren el riesgo de verse influenciados por la opinión pública y publicada?
–Sin duda.
La juez Bolaños ha "sufrido mucho, pretendían echarla de la carrera"
–Las macrocausas del juzgado de Instrucción número 6 han pasado por tres jueces, cada uno con su perfil, y la última instructora ha acabado renunciando tras el archivo de la denuncia contra ella en el Consejo General del Poder Judicial.
–María Núñez Bolaños ha sufrido mucho, lo que pretendían era echarla de la carrera judicial. Yo creo que es humano que una persona que ha sido perseguida con tanto ahínco, con verdadera pasión, acabe tirando la toalla y dejándoselo al juez Vilaplana. Lo que ocurre es que Vilaplana es más complaciente con los criterios de la Fiscalía, de manera sin duda imparcial, como era también imparcial el criterio de Núñez Bolaños.
–Si hubiera sido fiscal jefe Anticorrupción, ¿habría apoyado esa denuncia?
–A Alejandro Luzón, fiscal jefe de Anticorrupción, yo siempre lo he respetado y querido mucho, pero también hay que respetar el criterio del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Yo no la hubiera presentado ni hubiera firmado la denuncia que suscribieron los seis fiscales Anticorrupción de Sevilla.
–¿Por qué?
–Porque yo no me meto en una guerra perdida y yo no puedo hacer afirmaciones genéricas sin tener datos concretos.
–¿Qué pasa en ese juzgado para que nadie quiera quedarse?
–Yo creo que Núñez Bolaños tuvo la ilusión de que podía mejorar aquello y poner las cosas en su sitio, porque todo el mundo estábamos viendo lo que hacía Alaya. Pese a que corporativamente los jueces la defendían, a la hora de la verdad y al menos en privado, no todos estaban de acuerdo con cómo actuaba.
–Ahora que va a estar al frente de las conformidades, ¿hay algún tipo de delito con el que se sienta más indulgente?
–Por el delito no, por la persona sí. La persona que es mala porque le apetece serlo y causar mal, a esa es difícil perdonarla, pero muchas veces entiendes los problemas de las personas, con todas sus grandezas y miserias. Y lo ves explicable. Soy partidario de humanizar la imposición de las penas.
–¿Y qué opina de la Prisión Permanente Revisable?
–Creo que es una cadena perpetua encubierta porque en los sitios donde existe la cadena perpetua también hay revisiones, entonces me da igual como lo llamen, pero es una cadena perpetua y no me gusta que en mi país la haya.
–¿Qué piensa de la reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal que por fin le va a entregar la instrucción a los fiscales?
–Tengo muy poca fe en eso. Habría que cambiar la forma de designación del Fiscal General del Estado y eso implica modificar la Constitución. Pero tengo poca fe en que llegue a prosperar y además por un problema de hecho y es que ni los jueces quieren soltar los poderes de la investigación ni los fiscales quieren asumirla, además cuando hacemos las oposiciones y pedimos Fiscalía no queremos andar bregando con abogados, con policías, lo que queremos es estudiar el asunto en Derecho y resolverlo, como los magistrados de los tribunales colegiados y los del Supremo. Por eso yo siempre he dicho que el Estado Mayor de la Justicia está en la Fiscalía y no en los juzgados. Ellos, los jueces, cuando yo saqué las oposiciones te tenías que ir a un pueblo y entonces no había ni carreteras ni móviles, vivías preso en el pueblo.
–¿Qué opina que esa misma reforma proponga impedir a los partidos políticos y a los sindicatos ejercer la acción popular?
–Si yo hubiera sido ministro de Justicia y hubiera tenido poder, la primera reforma que hubiera hecho de la Ley de Enjuiciamiento Criminal es quitar la acusación popular. En Inglaterra cualquier ciudadano puede hacerlo, pero a título personal. Pero eso de ejercerla cuando está el procedimiento abierto y no hay que prestar fianza da un resultado muy malo porque los partidos trasladan la guerra política a la Justicia. Y lo mismo con los sindicatos como Manos Limpias, que encima se llama limpias.
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