“Los jueces no somos héroes ni santos”

Damián Álvarez, presidente de la Audiencia de Sevilla

“La Justicia no es una fábrica de caramelos donde echas más o menos azúcar”

Damián Álvarez, en su despacho de la Audiencia de Sevilla
Damián Álvarez, en su despacho de la Audiencia de Sevilla / José Ángel García
Amanda Glez. De Aledo

25 de octubre 2020 - 05:00

Damián Álvarez García, presidente de la Audiencia de Sevilla desde hace 12 años, reflexiona sobre las consecuencias de la pandemia de COVID sobre la Justicia y hace balance de los 45 años como juez que cumplirá cuando se jubile el año que viene.

—¿Qué opina del frustrado intento de PSOE y Podemos para rebajar la mayoría cualificada para elegir a los vocales del Consejo General del Poder Judicial?

-La reforma hubiese sido un auténtico desafuero y un desastre, aunque siempre tuve la esperanza de que, en cuanto Europa le plantase cara, no iría a ningún sitio. Piense que un partido que consiguiese 176 votos en el Congreso se podría llevar todos los vocales judiciales, con lo cual el CGPJ se convertiría en un apéndice del gobierno de turno. A mí eso no me gusta, podría verse afectado el dogma de la separación de poderes y la necesidad de garantizar el equilibrio entre los distintos poderes del Estado.

—¿Cómo ha evolucionado la Justicia en sus 44 años como juez?

-En los últimos años ha sufrido una cierta degradación, no es la que conocí cuando empecé. No sé si obedece a la cantidad de años que llevamos pidiendo, casi mendigando, inversiones para poder afrontar la enorme carga de trabajo que pesa sobre nosotros.

—¿Por qué no las consiguen?

-Un poder del Estado no puede funcionar con tres patas: el Consejo del Poder Judicial, el Ministerio de Justicia y las comunidades autónomas. Se podría haber arreglado hace años creando un órgano de coordinación de esos tres elementos que resolviese con prontitud y tuviese presupuesto propio.

“La pandemia ha agravado una Justicia ya mejorable”

—¿Se queda con la nueva normalidad tras la COVID o echa de menos la antigua?

-El coronavirus ha sido un desastre para España no sólo en el aspecto jurídico sino en el sanitario y económico.

Yo me quedaría con la antigua normalidad añadiéndole el teletrabajo.

—¿La Justicia soportaría un segundo confinamiento?

-Ojalá no llegue. Estaríamos un poco más preparados pero eso no quiere decir que pudiéramos soportarlo. Si el funcionamiento de la Justicia ya era mejorable, se ha visto agravado como consecuencia de la pandemia.

—¿Qué diría a un ciudadano a quien fijan su juicio por despido para el año 2024?.

-Sólo podría decirle que tiene toda la razón, que es una queja fundada pero que no puedo resolvérsela.

Yo pediría a la ciudadanía que tuviese paciencia y comprensión con nosotros porque esto no es una fábrica de caramelos donde echas más o menos azúcar para aumentar la producción. A los jueces no se nos puede pedir ni heroísmo ni santidad, ni hacer milagros ni trabajar 24 horas al día y no tener vida.

“La Justicia es el eterno farolillo rojo y furgón de cola porque no da votos”

—¿Cómo ve el futuro de las macrocausas en Sevilla?

-La Justicia española no está preparada para soportar este aluvión de macrocausas. Primero porque no hay jueces suficientes, luego porque la fase de instrucción se demora una eternidad y finalmente porque un juicio que dura tres o cuatro meses destroza cualquier sección.

La Ley de Enjuiciamiento Criminal necesita una reforma en profundidad porque estaba muy bien para hace 50 años pero para los tiempos que corren es imposible.

—¿Las carencias son nuevas?

-Siempre hemos tenido unos déficits importantes, mayores o menores. En mis discursos utilizo la frase de que la Justicia es la última Thule (la isla donde reinaba el padre de Sigrid, la novia del Capitán Trueno). Es el sitio más lejano del mundo, el furgón de cola, el farolillo rojo, la eterna Cenicienta, la continua asignatura pendiente. Invertir en Justicia es seguridad jurídica y es socialmente rentable, pero no da votos y hay mucha gente a la que no le interesa que funcionemos adecuadamente.

—¿A quién no le interesa, a la clase política?

-Sí.

“En 24 años he conocido varios anuncios de primera piedra para la Ciudad de la Justicia”

—¿Si tuviera que elegir una sola de sus demandas en las Memorias anuales, cuál elegiría?

-Que la Ciudad de la Justicia de Sevilla fuese por fin una realidad. Cuando fui vocal del CGPJ (1996-2001) ya debatíamos dónde ubicar la nueva sede judicial y después he asistido a unos cuantos anuncios de primera piedra.

También pediría que la planta judicial se adecúe a las necesidades para poder sacar la carga de trabajo en un tiempo razonable y ajustado a Derecho.

—¿Cómo le gustaría que fuera su sucesor como presidente de la Audiencia, una mujer?

-Mujer o no, alguien que sea capaz, que quiera trabajar y que esté dispuesto a asumir la carga que esto comporta. Siempre he pensado que la figura más bonita dentro de la carrera judicial es ser presidente de la Audiencia Provincial porque tiene funciones gubernativas, representativas y judiciales. Dicta resoluciones pero al mismo tiempo actúa en representación de sus compañeros y puede hacer algo por la carrera. Lo poco que se puede conseguir produce satisfacción.

“Me agobian los procesos con niños por medio”

—¿Cuál ha sido su decisión más difícil como juez?

-Me agobian mucho los procesos de familia en los que hay niños por medio, desamparo y lucha de los padres por conseguir la custodia o las visitas.

—¿Hay padres y madres que utilizan a sus hijos en el divorcio?

-Sí, los hijos a veces se utilizan como arma arrojadiza para hacer daño a la otra parte, no pasa muchas veces pero cuando ocurre te das cuenta. A veces hay una pretensión de custodia compartida que lo que busca es ahorrarse la pensión alimenticia y algunas denuncias por violencia de género se interponen para evitar la custodia compartida. Afortunadamente son una minoría.

La muerte de Paquirri, su primer problema de conciliación familiar

— Usted estaba de guardia en Córdoba cuando en 1984 murió Paquirri en la plaza de toros de Pozoblanco

-Aquel día mi mujer había venido a Sevilla de compras. Cuando terminé la guardia me fui a casa con mis hijos, que entonces tendrían tres y un año, y la chica que los cuidaba se fue. Entonces me llamaron del juzgado porque teníamos que ir al Hospital Militar de Córdoba al levantamiento del cadáver y a la vez mi mujer me llamó para decirme que había perdido el tren de regreso.

El levantamiento era un acontecimiento y los funcionarios del juzgado habían sorteado quien iría, porque todos querían hacerlo. Cuando vinieron a recogerme a casa, tuve que pedir al funcionario que se quedase cuidando a mis hijos…

Un médico del hospital Reina Sofía, que era de Pozoblanco y amigo mío, había invitado a muchos compañeros a aquella corrida y fueron los primeros que atendieron a Paquirri, aunque la Enfermería de la plaza tenía lo mínimo y no pudieron hacer nada. Unas semanas después, ese médico me dijo: “Damián, voy a escribir un libro y vas a salir en él” y yo le dije: “Yo voy a incoar unas previas y vas a salir en ellas”.

—Otra de sus primeras experiencias fue la bomba que puso ETA en su juzgado de Bilbao

-Era en 1982 y Bilbao fue uno de mis primeros destinos. Era un domingo, habíamos ido a la playa a pasar el día y, a la vuelta, le dije a mi mujer que quería parar en el juzgado a recoger unos papeles, pero me convenció de que lo dejara para el día siguiente. La bomba estalló unos minutos antes del momento en que yo estaría entrando. La colocaron en el ascensor y estalló cuando pasaba por el piso del juzgado, pero no iba dirigida contra nosotros porque en el edificio vivía un personaje político y había unas dependencias del Gobierno Civil.

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