Un testigo oyó un "petardo o un disparo" y le dijeron que habían disparado al turco "en la frente"
Triple asesinato en Dos Hermanas
La familia de Sandra y Lucía descartó desde el primer momento que se marcharan voluntariamente
La Policía barajó inicialmente el posible "ajuste de cuentas" por drogas en la desaparición de las tres víctimas
Un testigo que se hallaba en una casa a espaldas de la vivienda del número 168 de la calle Cerro Blanco, donde fueron asesinados el turco Yilmaz Giraz, su mujer, Sandra Capitán, y la hija de ésta, Lucía Begines, de sólo seis años, ha asegurado este lunes en el juicio que se sigue contra los siete acusados que el día de autos oyó "un petardo o un disparo" y luego escuchó una conversación entre su hermano y un primo suyo en el que comentaban que "le habían dado un tiro en la frente al turco".
El testigo Francisco José M. J. ha declarado en el juicio que se sigue contra Ricardo García Hernández, el Pollino, y otros seis acusados, entre ellos varios miembros del clan familia de Los Cabo, por el triple asesinato y ha señalado que cuando oyó ese "petardo o disparo" se encontraba cerca de la casa del Pollino, en concreto por detrás del número 168 de la calle Cerro Blanco, donde se produjeron los asesinatos y donde fueron sepultados los tres cadáveres.
Además, ha afirmado que el Pollino ofreció a unos conocidos suyos un trabajo que consistía en algo así como abrir una zanja, aunque ha añadido que él no participó, si bien sí ha reconocido que en alguna ocasión le había facilitado al Pollino teléfonos que estaban a su nombre para que los utilizara.
En la sesión de este lunes, también ha declarado el jefe del Grupo Segundo de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) de la Policía Nacional en Sevilla, quien ha explicado que inicialmente la investigación de las desapariciones se realizó de forma conjunta con el Grupo de Homicidios porque una línea de investigación apuntaba a un posible "ajuste de cuentas" relacionado con las drogas que justificara la desaparición de las tres personas.
El jefe de esta unidad ha señalado que se acordó la "observación y vigilancia" de los miembros del clan de los Cabo: el Pollino, su mujer Elisa, su padre, Ricardo García Gutiérrez, el Cabo, y la madre, Joaquina Hernández; y ha descrito cómo el Pollino adoptaba "medidas de seguridad" cuando se dirigía a algunos de sus domicilios en la barriada de Ibarburu donde tenían cuatro viviendas y para ello daba incluso varias vueltas a la manzana con un ciclomotor antes de entrar en otro piso, con la finalidad de detectar una posible presencia policial.
El funcionario policial ha añadido que recibieron varias informaciones que apuntaban a la existencia de un "zulo" en uno de los domicilios, motivo por el que se llevó a cabo la operación en la que se procedió a la detención de tres miembros del clan y fueron localizados los tres cadáveres sepultados bajo ocho metros de hormigón.
En el juicio también han declarado tres albañiles que en ocasiones compraban droga al Pollino y les hacían algunos chapuces en sus viviendas. Varios de ellos fueron llamados por el Pollino varios días después de los asesinatos -y tras echar el hormigón líquido- para rellenar con mortero el hueco que aún quedaba en la fosa séptica del cuarto de baño. El Pollino les dijo que iba a vender la casa y que había que echar "mezcla en un pozo y ponerle las lozas" y uno de los testigos ha indicado que ese trabajo lo realizaron el 18 de septiembre de 2017, tan sólo dos días después de los crímenes.
Según estos testigos, cuando se descubrió lo que había ocurrido en la casa del número 168 de Cerro Blanco no acudieron a la Policía porque, en algún caso, "tenían miedo a que les pasara algo", y en otros porque le "impactó demasiado" conocer el desenlace.
Estos albañiles han manifestado que en todo momento estuvo con ellos el Pollino mientras se realizaba el trabajo y que no fue hasta que se acabó cuando llegó la mujer del principal acusado, Elisa Fernández, para limpiar.
La familia descartó la desaparición voluntaria
Los testimonios más emotivos que se han escuchado en la sala de vistas son los que han rendido los familiares de Sandra Capitán y de Lucía Begines, quienes desde el principio "descartaron totalmente" que pudiera tratarse de una desaparición voluntaria.
Así lo ha explicado ante los miembros del jurado Josefa Raquel Capitán, madre de Sandra y abuela de Lucía, quien ha recordado cómo el domingo 17 de septiembre, tras más de un día sin saber nada de ellos, entraron en la vivienda de Nueva Bellavista donde vivía su hija vieron cómo la casa estaba mal recogida y sobre todo, lo que más le llamó la atención, había "patatas en la freidora y hamburguesas en la encimera" de la cocina.
La madre de dos de las víctimas ha recordado cómo el 23 de septiembre recibió una llamada anónima, del que posteriormente sería identificado como testigo protegido número 1 del caso, indicándole que un tal Ricardo, alias el Pollino, de la barriada Ibarburu de Dos Hermanas es el que podía tener a las tres personas. Hasta ese momento, la madre de Sandra no sabía quien era el Pollino.
La mujer ha relatado como la noche anterior a los asesinatos su hija había estado en urgencias con Lucía, que había sufrido una caída del patinete y le habían tenido que escayolar un brazo. La madre sabía que su hija tenía un cumpleaños al día siguiente -la Policía sostiene que con la excusa del cumpleaños del Pollino fueron llevadas las víctimas hasta la vivienda de Dos Hermanas-, pero esa misma mañana del sábado 16 de septiembre le dijo que iba a quedarse en casa, que no iba a asistir al cumpleaños tras el accidente de su hija, que además había pasado la noche dolorida. La mujer también habló esa misma mañana con su nieta y ha insistido en que su hija "no le comentó que fuera a salir ese día".
La madre de Sandra tuvo un "presentimiento muy malo" al ver los dos coches
Josefa Capitán ha explicado que por la tarde de ese sábado ya no le contestaban al teléfono y como se había marchado a Carmona, no fue hasta el domingo por la tarde cuando se acercó, acompañado de Joaquín Begines, padre de Lucía, hasta el domicilio de su hija, donde comprobó que estaban aparcados los dos vehículos de la familia. "Tuve un presentimiento muy malo porque los dos coches estaban allí", ha señalado la madre de Sandra, que ha añadido que entonces acudieron a presentar la denuncia ante la Policía, pero no la pusieron porque los agentes le dijeron que tendría que denunciar que Sandra se había llevado a Lucía, pero el padre de la menor se negó.
Por su parte, Vanesa Capitán, hermana de Sandra y tía de Lucía, también tenía conocimiento de que estaba invitada a un cumpleaños, y ha indicado que cuando entraron en la casa vieron que la "había tocado y algo pasaba", echando además en falta ropa de la niña y de su hermana.
El padre de Lucía, Joaquín Begines Torres, ha declarado que había quedado con Sandra en recoger a la niña sobre las cuatro de la tarde del sábado, dado que ese fin de semana le tocaba pasarlo con ella, si bien como había ocurrido el accidente del patinete, la madre le pidió que se quedara con ella para darle la medicación que le habían prescrito en el hospital.
Cuando sobre las cuatro de la tarde Joaquín Begines intentó hablar con Sandra, el teléfono estaba apagado y lo mismo sucedía con el de su hija, por lo que pensó que se habían quedado dormidos y habían apagado los móviles, y ha coincidido con Josefa Capitán en que cuando acudieron a la vivienda estaba la freidora puesta, como si fueran a comer o ya hubiesen terminado.
Todos los familiares de Sandra y Lucía han asegurado que se encuentran en tratamiento psicológico y tanto Josefa como Joaquín han pedido permiso para hablar tras su declaración, pero el magistrado les ha recordado que estaban como testigos y sólo debían contestar a las preguntas que se le hicieran.
El juicio continuará mañana con la declaración del agente que dirigía el grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía cuando se produjeron los tres brutales crímenes.
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