Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
Violencia familiar
Los casos de abusos sexuales a menores de edad son inevitablemente truculentos, sobre todo en las numerosas ocasiones en que el agresor y la víctima son familiares, y a veces se vuelven más escabrosos si cabe durante el juicio. Eso es lo que ocurrió hace unas semanas en la Sección Séptima de la Audiencia de Sevilla, que enjuició a un hombre que abusó de su propia hija aprovechando el régimen de visitas acordado con su mujer con motivo de la separación matrimonial. El tribunal le ha impuesto cinco años de cárcel y una de las claves de la condena es el testimonio de la tía paterna de la víctima, hermana del acusado por tanto, que ante los jueces reveló que ella misma había sufrido los mismos tocamientos por los que pasó su sobrina. Fue a esa testigo a quien la víctima le contó lo ocurrido. Incluso le dijo que “cuando su padre tenía novia, ella estaba más tranquila porque así no la molestaba por las noches”.
La sentencia, dictada el 19 de junio y facilitada por la oficina de comunicación del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, considera a Joaquín M.R. autor de un delito continuado de abuso sexual a menor de 13 años. Además del lustro de prisión, lo condena a seis años de libertad vigilada, quince de inhabilitación para trabajar con menores de edad y seis de privación de la patria potestad y le prohíbe acercarse a menos de 200 metros de su hija y comunicarse con ella durante ocho años. También deberá indemnizarla con 10.000 euros por el daño moral que le infligió. La joven, que acaba de cumplir catorce años, sigue yendo a terapia a día de hoy.
Los abusos ocurrieron “un número indeterminado de veces” durante dos años y medio, entre finales de 2018 y mayo de 2021, en los “periodos de convivencia de la menor con su padre” en el domicilio de este en Sevilla. La niña llegó a hablar de “veinte” episodios. La operativa solía ser la misma, según describe la sentencia: el acusado, que ahora tiene 33 años, se acostaba con la menor en la cama, le quitaba el pijama y “comenzaba a manosearle la zona pectoral y vaginal y a realizarle frotamientos” con sus genitales. La víctima tenía ocho años cuando comenzaron los hechos y diez cuando su madre puso la denuncia.
El “convincente” testimonio de la niña sostiene gran parte de la condena. La Audiencia destaca la “espontaneidad y hasta cierto punto naturalidad” de su narración. “Incluso le decía a su padre que no dormía bien para que así se diera cuenta de que se estaba enterando de lo que ocurría, pero él no le echaba cuenta”, detalla la sentencia. El padre ni siquiera dudaba en romperle la ropa “porque ella se la sujetaba, ya que no quería que se la quitase”.
También resultaron relevantes las declaraciones de las familiares de la niña. La abuela paterna y la madre de la menor, por ejemplo, coincidieron en que la víctima cambiaba de carácter cuando volvía de las visitas con su padre y se mostraba “muy alterada, agresiva verbalmente y muy rebelde”. “Saltaba a la vista que le pasaba algo” porque “era una niña buena y alegre pero se convirtió en una niña triste y huraña, con pesadillas, miedos...”, comentó la abuela durante la vista oral. Estas dos testigos también afirmaron que “la niña no quería ir a casa de su padre”.
El escándalo trascendió un fin de semana en que le tocaba estar con él. La niña “montó en cólera, lloró y gritó que no quería irse con su padre, que se quería morir y que era el peor día de su vida”. “Mi padre me ha violado”, le dijo a la madre. Esta le preguntó si estaba segura. “Tú no me entiendes, quien me entiende es mi tía porque a ella le ha pasado”, le respondió. Y es ahí cuando el tribunal se detiene en la “reveladora” comparecencia de esa tía paterna y su relato de lo que le sucedió cuando vivió con su hermano desde finales de 2020 hasta abril de 2021. En enero, “una perrita de su hermano se hizo pipí en su cama” y el acusado “le pidió dormir con ella porque le dolía la espalda de hacerlo en el sofá”. “Media hora después, él empieza a acercarse a ella y a tocarle las caderas y la ingle por encima de la ropa”, refieren los jueces.
En abril, la sobrina contó a su tía paterna algo que precipitó la denuncia. Le soltó que “cuando su padre tenía novia, ella estaba más tranquila porque así no la molestaba por las noches”. La adulta “no dudó en creer a la menor porque lo que le contó sobre su acercamiento en la cama y sus manoseos tenía la misma dinámica de lo que le había pasado a ella”, constata la Sección Séptima.
En el lado opuesto de la credibilidad quedan los testimonios del padre y de su novia. El hombre básicamente negó los hechos, explicó que su hija "era una niña muy independiente" y que las relaciones entre ellos "eran buenas" y lamentó que en cambio "eran muy malas con la madre, con la abuela y con su hermana". En cuanto a su pareja, "declara que la niña estaba feliz con su padre y que se ponía triste cuando tenia que volver con su madre y que esta tenía celos de ella, sobre todo cuando la niña le dijo que ella era su segunda madre". El tribunal casi ningunea a esta testigo y tilda de "escaso" su "valor probatorio" porque sus declaraciones las realizó "por primera vez" en el juicio y "ni siquiera han sido corroboradas por Joaquín".
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