Manuel Navarro, el abogado de la Expo

Obituario

Fue Hermano Mayor de San Esteban, hermano de San Isidoro y autor de uno de los mejores Pregones de nuestra Semana Santa pronunciado en 1987 que le valieron la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice

Manuel Navarro, pregonero y ex hermano mayor de San Esteban

El cofrade Manuel Navarro durante el pregón de la Semana Santa de 1987
El cofrade Manuel Navarro durante el pregón de la Semana Santa de 1987 / M. G.
Francisco José Oyonarte Molina

09 de septiembre 2024 - 12:45

Don Manuel Navarro Palacios ha muerto. Sevilla ha perdido un gran referente en muchos ámbitos y una persona excepcionalmente buena que con su proverbial discreción, la misma con la que nos ha dejado el pasado 13 de agosto, dignificó todo lo que tocó. Y es que Manolo Navarro fue un sevillano importante que siempre evitó el trepidante escenario de la actividad externa y prefirió un ambiente más intimista desde su lugar en el mundo, el céntrico barrio de La Alfalfa, al que su familia lleva vinculada varias generaciones que abarcan cerca de dos siglos y en el que él nació, vivió y murió.

Manolo era una persona dotada de una inteligencia, una cultura enciclopédica, una caballerosidad, una nobleza de espíritu y un saber estar poco comunes que creció en un ambiente humanístico muy elevado, pues no en vano su padre fue catedrático de piano del Conservatorio de Sevilla y director de la Orquesta Bética. Cursó sus enseñanzas medias en los Escolapios y estudió en la Facultad de Derecho de la Hispalense con los grandes maestros que allí enseñaban y de los que siempre se sintió tributario. En 1964 ingresó en el Cuerpo de Abogados del Estado, habiendo tenido destinos en Cáceres, Jerez y en su ansiada Sevilla desde 1973, donde siempre quiso estar y vivir. En esa etapa desarrolló una vocación innata por el servicio público de la que no le apartaron ofrecimientos públicos y privados de la mayor envergadura derivados de su condición de jurista reconocido ya desde muy temprana edad, porque ante todo y sobre todo, eso es lo que fue D. Manuel Navarro: un señor de las leyes que siempre entendió el Derecho como un instrumento al servicio de la Justicia. Ostentaba la Cruz de San Raimundo de Peñafort in iure merita con auténtica virtud.

Y es que mal se entendería la actuación externa de nuestro D. Manuel sin hacer explícita referencia a su arraigada fe cristiana vivida con firmeza, exenta de jactancia, y con auténtico compromiso, verdadero denominador común de todas sus actividades como jurista; como destacadísimo hombre de Iglesia y cofrade de Sevilla que fue Hermano Mayor de San Esteban, hermano de San Isidoro y autor de uno de los mejores Pregones de nuestra Semana Santa pronunciado en 1987 que le valieron la Medalla Pro Ecclesia et Pontifice; como sevillano ilustre que pasó por un sinfín de cargos en cajas de ahorros, entidades promotoras de la cultura cívica, entre las que no me resisto a citar Juventudes Musicales y el Ateneo de Sevilla, fundaciones de la Iglesia, órganos de gobierno societario, etc., y cuya sola enumeración sería apabullante y a Manolo no le gustaría desde su elegante sencillez, porque el centro de gravedad de su proyección externa fue siempre esa formidable riqueza espiritual con fragancia religiosa que atesoraba en su dimensión de clausura.

Pero donde indudablemente Manolo alcanzó el colofón como profesional del Derecho fue al frente de los Servicios Jurídicos y de la secretaría del Consejo de Administración de la Sociedad Estatal organizadora de la Expo'92 desde 1985, donde su vasta labor jurídica, que me atrevo a calificar como histórica, demostró con creces su altísimo conocimiento jurídico y su titánica capacidad de trabajo en medio de una fuerte tensión entre el Derecho Público, el Derecho Privado y el Derecho Internacional de la que podemos dar fe los letrados que servimos bajo su jefatura y fuimos testigos privilegiados de la mano diestra que imprimió su cuño jurídico a tan importante obra de Estado. No se equivocaba el Comisario Olivencia cuando decía con su buen humor rondeño que él se puso, a un brazo, a un importante Abogado del Estado como Manuel Navarro y al otro, a un gran Interventor como Ignacio Montaño, felizmente entre nosotros, que había sido Interventor General del Estado y ello, decía cum mica salis, para evitar salir cogido de los brazos por una pareja de la Guardia Civil.

Sin embargo, su mejor obra fue la modélica familia que formó en su matrimonio ejemplar que solamente pudo romper la muerte de Mercedes, lo que supuso la mayor prueba de Manolo en esta vida que combatió aferrado a su fe y ayudado por sus cuatro hijos, herederos de la colosal bonhomía de sus padres. Tan gran corazón tuvieron Manolo y Mercedes, tanto fue su señorío, que son inolvidables para su familia y para sus amigos, también familia por agnación, y los recordaremos con amor desde la certeza de que ambos disfrutan ya de la Gloria eterna que Dios tiene reservada para las personas de su inconmensurable grandeza de alma.

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