La madre de un hombre acusado de corromper a una niña: "Lo quiero con locura, pero tiene un problema"

Juicio en la Audiencia de Sevilla

La Fiscalía pide tres años de cárcel para un hombre al que se le atribuye acercarse a una menor de 13 años en Alcalá de Guadaíra y decirle "te doy 100 euros si me dejas que te toque el chumino"

"Soy la víctima, no el verdugo", afirma el encausado con su progenitora sentada justo detrás en la sala del juicio

Condenado por tocar a una joven mientras orinaba junto a las cocheras del Metro de Sevilla

Los hechos ocurrieron cuando la menor salió de dar clases particulares en esta biblioteca de Alcalá. / José Ángel García

Los juzgados de Sevilla son todo lo opuesto a una película de Disney o un cuento de hadas, pero no por habituales dejan de ser significativas las escenas de dureza que se suceden día tras día en sus salas. En la Sección Cuarta, por ejemplo, dos padres vivieron ayer una situación que difícilmente se puede definir con otra palabra que no sea pesadilla. Un hombre de unos 50 años, J.F.O., su hijo, empezó a ser juzgado bajo la acusación de haber realizado una propuesta sexual a una niña de trece años en Alcalá de Guadaíra. La Fiscalía pide que sea condenado a tres años de cárcel. Él se declaró inocente, pero la víctima lo identificó dos veces durante la investigación y lo ratificó ayer. Y ocurrió con su propia madre, la del acusado, dentro de la sala. “Sí. Lo quiero con locura, pero tiene un problema”, respondió la señora cuando la presidenta del tribunal le preguntó si era pariente del encausado.

Fue una mañana áspera en la cuarta planta del Palacio de Justicia. El juicio ya empezó unas dos horas más tarde porque no había manera de que el reo (está en prisión) aceptase el acuerdo de conformidad que le planteaba su abogado. Que J.F.O. tiene un problema, como admitió su progenitora, era patente. Durante el largo rato que permaneció fuera de la sala, el hombre no dejó de discutir con su letrado (al que repetía que no había hecho nada y que no podía elegir entre “tirarse a un precipicio o a otro precipicio”), dirigirse a la pareja de policías nacionales que lo custodiaban, hablar consigo mismo y reprochar no se sabe qué a sus padres. El matrimonio acudió a la Audiencia sólo para verlo y apoyarlo, porque ni siquiera son testigos en el juicio, pero su hijo era un muro y todo el rato estuvieron sentados a una distancia prudencial. Sólo la madre entró en la sala. “Yo estoy preparada”, decía la mujer.

Ya con el juicio en marcha, el acusado lamentó ante las magistradas que lo iban a condenar “por estadística”, porque él ya tiene antecedentes. “Eso no es así”, replicó la presidenta. “Espero que así sea”, prosiguió él. Y acto seguido aseguró que tenía dos testigos que se supone que lo exonerarían del hecho que se le atribuye. Cuando el tribunal pidió un receso para deliberar sobre la posible suspensión de la vista y J.F.O. abandonaba la estancia, su madre le dijo “te quiero”. Su hijo no se enteró, dio la impresión.

La Sección Cuarta acordó finalmente que el juicio iba a empezar y que el acusado tendrá hasta el 11 de abril para encontrar a esos dos presuntos testigos. Eso pareció calmarlo. Acto seguido declaró y afirmó que el 10 de julio de 2019 no estuvo en la Plaza del Perejil, aunque por allí están los juzgados y él va “cada dos meses”. “Es un tema que tengo denunciado desde hace años. Esto es una represalia. Soy la víctima, no el verdugo. Hoy estoy cerrado, no permito que mi sobrina me dé un beso. Esto ha dado un vuelco a mi vida, me tenéis que ayudar”, pidió. También negó que dijese a la víctima “te doy 100 euros si me dejas comerte el chumino”. “No soy heterosexual”, alegó. Después añadió que toca la guitarra en la calle, que estudió en el Conservatorio y que sigue haciéndolo. “Es verdad”, murmuró su madre desde atrás.

La víctima, que compareció por videoconferencia, recordó la “pinta rara” del hombre que se le acercó con un perro. Cuando contó este detalle a los agentes, le comentaron “pues ya sabemos quién es”. “Me dijo que me daba dinero si me tocaba el chumino”, reiteró la joven, que después identificó a J.F.O. en las fotografías que le mostró la Policía y en una rueda de reconocimiento. “Se me quedó esa mirada extraña de cuando me agarró. Cuando lo vi, dije ‘es él’”, apostilló. La joven tuvo “pesadillas al principio” pero después ya no sufrió más secuelas. Como indicó la forense, ni siquiera necesitó tratamiento. “Yo sí”, protestó el acusado.

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