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El juicio a “El Santo” que no lo era

La Audiencia de Sevilla juzga un escabroso caso de un individuo que hizo creer a una familia que era la reencarnación de San Francisco Javier y abusó de una menor con supuestos rituales religiosos para “limpiarla”

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Una sala de la Audiencia de Sevilla donde se celebran los juicios. / D. S.

La realidad de los juicios supera en muchas ocasiones cualquier serie o relato de ficción y muestra el lado más perverso y criminal de los seres humanos. La Audiencia de Sevilla juzgará en noviembre próximo a un individuo que, junto a su mujer y a su hija, hizo creer a una familia que era la reencarnación de San Francisco Javier, haciendo que se dirigieran a él como “el Santo”, pasando a residir en el domicilio de esta familia, donde sometieron a sus hijos a diversos malos tratos e incluso abusó sexualmente de una adolescente con la excusa de someterla a supuestos rituales religiosos para “limpiarla”.

El relato de los hechos que ofrece la Fiscalía de Sevilla en su escrito de conclusiones provisionales es desgarrador, llegando el individuo a hacerles creer que entraba “en trance” y a través de él “hablaba San Francisco Javier”. También les decía que recibía “correos del más allá y que hablaba con personas fallecidas”.

¿Cómo se llegó a esta situación tan absurda? La Fiscalía señala que el principal acusado, F. J. S. M., su mujer I. R. C. y su hija I. S. R., se aprovecharon de que el matrimonio estaba atravesando una situación de “vulnerabilidad emocional” para, con la excusa de ayudarles a superar su problemas matrimoniales, fueron ganándose poco a poco su confianza, influyendo en ellos en un proceso de “persuasión coercitiva”. Esta persuasión consiste, precisa el fiscal, en una modalidad de influencia caracterizada por la aplicación de estrategias abusivas de forma “planificada y engañosa”, consiguiendo ejercer una influencia mayúscula sobre el núcleo familiar que formaban el matrimonio y los dos hijos, por entonces de 14 y 11 años.

El matrimonio perdió cualquier tipo de capacidad crítica frente a esa influencia de “el Santo” y fueron apartándose de sus respectivas familias. En el año 2017, el falso “San Francisco Javier”, su esposa y su hija se “instalaron” en el domicilio del matrimonio y sus dos hijos –les dijeron que era una mudanza temporal para poder “cuidar” de la madre, que sufría una depresión severa–, y es ahí donde comenzaron los malos tratos y los abusos a la adolescente.

Al pasar a vivir con la familia, los hijos de la pareja se vieron obligados a dormir en el suelo. Esa supuesta estancia temporal se convirtió en estable y derivó, según el Ministerio Público, en la “completa anulación de la voluntad” del matrimonio, que pasó a no tener “ningún control sobre el dinero de sus cuentas bancarias o sobre el gasto diario de la familia, ni sobre las actividades o pautas para la formación de sus hijos, y tampoco podían tomar ninguna decisión que no fuera aprobada por los procesados”.

“El Santo” sometía a la familia a unas “purgas” que consistían en poner las manos sobre velas

La convivencia se desarrollaba en un “ambiente enrarecido” en el que “el Santo” sometía a la familia a diversos tipos de ritos, con la celebración de unas sesiones “de tintes supuestamente religiosos”, en los que F. J. S. hacía unas llamadas “purgas” que incluso podían consistir en que el matrimonio o sus hijos se vieran “compelidos a colocar las manos sobre la llama de una vela, llegando incluso a sufrir quemaduras”, relata el Ministerio Público.

También sometían a los menores a malos tratos de carácter psíquico y emocional, como golpear al perro de la hija o amenazar con matarlo como “castigo cuando ella no se sometía a sus deseos”, y en otras ocasiones sometían a los dos hijos del matrimonio a “adoctrinamientos de tintes pseudoreligiosos”, y les amenazaban con mandarlos a un sitio que denominaban “la orden”, separándolos se sus padres y donde sería educado severamente.

La situación de “sometimiento y maltrato físico y emocional” de los menores se prolongó durante más de dos años, hasta 2019, dada la situación de indefensión en la que se encontraban debido a que sus padres “se habían desentendido por completo de cumplir los deberes legales de asistencia a los mismos inherentes a la patria potestad, dejándoles a plena merced de las decisiones” de la familia de los procesados, que llegaron incluso a apodar a la hija como “la veneno”, insultándola y diciéndole que tenía dentro “al maligno”.

Tenían que cargar garrafas de agua tras cortarles el suministro

Como dejaron de pagar el agua, les cortaron el suministro, y el falso santo obligó entonces a los dos mejores a realizar a diario numerosos viajes cargados con garrafas de cinco litros, y cuando se quejaban, los humillaban vaciándoles las botellas y tirándolas al suelo despectivamente para que tuvieran que ir de nuevo a llenarlas.

La situación que describe la Fiscalía fue incluso a peor, por cuanto la hija de la pareja fue sometida a abusos sexuales desde que tenía 14 años, algo que comenzó con motivo de un viaje que las dos familias hicieron en 2016 a Navarra. Fue allí donde el autonombrado “San Francisco Javier” con la excusa de que tenía que “limpiarla” la sometió a diversos tocamientos para satisfacer sus deseos libidinosos. Después la conminó a que guardara silencio sobre los abusos, diciéndole que en caso de que lo contara no la iban a creer y que lo ocurrido se quedaba entre ella y “el de arriba”.

Tras ese primer abuso, continuó sometiendo a la niña a diversos tocamientos en numerosas ocasiones. En febrero de 2017, de nuevo con la excusa de que tenía que “limpiarla”, la sometió a un nuevo ritual en el que la penetró vaginalmente.

En el año 2018, “El Santo” decidió que la niña dejara de estudiar para quedarse en casa haciendo las labores domésticas, pero al final le buscaron un trabajo de asistenta en Marbella, donde contó lo que le había sucedido a la persona para la que trabajaba y el caso fue denunciado.

El autonombrado “San Francisco Javier” se enfrenta a una condena de 24 años de cárcel

La Fiscalía acusa a “El Santo” su mujer y su hija de dos delitos contra la integridad moral y dos delitos de maltrato habitual, por los que pide para cada uno 9 años de prisión y 12 años de libertad vigilada, mientras que reclama otros 15 años de cárcel y 10 años de libertad vigilada para el principal acusado por un delito de abuso sexual continuado, por lo que éste último se enfrenta en total a 24 años de cárcel.

A los padres de los dos menores, el Ministerio Público los considera responsables de dos delitos de abandono de familia, si bien aprecia en ambos la circunstancia eximente completa de anomalía o alteración psíquica. El caso será enjuiciado en noviembre en la Audiencia de Sevilla.

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