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Condenan a un vecino de Sevilla a nueve años de cárcel por abusar de sus dos nietas

Abusos sexuales

Las víctimas tenían siete y seis años, respectivamente, cuando ocurrieron los hechos en la casa de su abuelo paterno

El CGPJ responde que la juez en excedencia tiene la "obligación" de participar en el dictado de las nuevas sentencias de los ERE

Los hechos ocurrieron en la barriada Federico García Lorca. / M.G.

Un nuevo caso que demuestra que hay abuelos que no merecen esa condición. La Audiencia de Sevilla ha condenado a nueve años de cárcel a un vecino de la barriada Federico García Lorca, enclavada a la espalda de Rochelambert y Amate, por abusar de sus dos nietas cuando una tenía siete años y la otra, seis. Los hechos, que datan de 2012 y 2015, han sido juzgados casi una década después en la Sección Primera, que lo vio muy claro tras oír al acusado, a las víctimas y a varios familiares: el tribunal tuvo la sentencia lista sólo tres días después de que se hubiese celebrado el juicio. 

José R.B., que ahora tiene 71 años, empezó propasándose con su nieta mayor “en varias ocasiones” entre noviembre y diciembre de 2012. Actuaba cuando su hijo y su nuera dejaban a las dos niñas a su cargo y el de su esposa. “Movido por un ánimo libidinoso”, como relata el tribunal, aprovechaba que su mujer se retiraba a la cocina para recoger después del almuerzo y que su nieta pequeña se iba a jugar a la terraza y entonces, “cubriendo la parte inferior” del cuerpo de la nieta mayor con la ropa de camilla, “le desabrochaba el pantalón y le tocaba sus partes íntimas por debajo de la ropa interior”.

No contento con tan repugnante acto, en otra ocasión le dijo a la niña que apoyase la cabeza sobre sus piernas cuando ambos estaban sentados en el sofá y le acarició la cabeza hasta que se quedó “adormilada”. Cuando se despertó, se dio cuenta de que su abuelo “había sacado” el aparato viril del pantalón “y lo había colocado junto a su cara”.

Tres años después le tocó a la nieta chica. Tenía seis años y un día estaba viendo “dibujitos” en casa de los abuelos. El encausado, que “habitualmente se entretenía con pasatiempos tipo sopas de letras”, le dijo “mira” y la menor dirigió su vista hacia donde le señalaba. Pensaba que iba a enseñarle una sopa de letras, pero no vio eso sino “a su abuelo mostrándole sus partes”.

Los abusos perjudicaron el posterior desarrollo de las nietas. La primera, que ya es mayor de edad, sufre “dificultades en el ámbito sexual y las relaciones con los demás” y tiene “sentimientos de culpa y pérdida afectiva” por haberse visto “privada de contacto” con parte de su familia. Tanto ella como su hermana, de 16 años actualmente, han necesitado “atención terapéutica en un centro psicológico”.

“No albergamos duda de que los hechos constituyen un delito continuado de abuso sexual sobre persona menor de dieciséis años, cometido respecto de la nieta mayor, y un delito de abuso sexual sobre menor de 16 años cometido respecto de la nieta chica”, espetan las tres magistradas del tribunal nada más empezar a fundamentar la condena. La clave, lo que “ha jugado un papel primordial”, es el testimonio de las víctimas.

Según la Audiencia, la primera nieta resultó “contundente y creíble” cuando declaró en el juicio. Allí explicó que la primera vez que reveló lo ocurrido fue a su tutora cuando esta se interesó por su “declive en el rendimiento escolar”. A sugerencia de la profesora, la joven escribió todo “en una cuartilla manuscrita” que después se adjuntó a la denuncia. Sucedió en una etapa de su vida en la que sus padres acababan de divorciarse y ella sufría una “situación de incomodidad” cuando le tocaba visitar a su padre, ya que este residía en casa de los abuelos. Ante el tribunal, la víctima contó que al llegar al piso, “si vestía una camiseta algo más corta, se tapaba enseguida con una prenda de su padre”; o que ella y su hermana “preferían quedarse en el dormitorio y comer allí en lugar de compartir el tiempo con otros miembros de la familia, y singularmente su abuelo”. “No me nacía darle un beso, a pesar de que me considero bastante cariñosa”, dijo también.

Su hermana chica, pese a ser aún menor, también compareció en el juicio y ofreció un relato “verosímil y persistente” de aquel episodio “puntual” que padeció. Para las magistradas es “innegable” que “un mero roce o contacto con el miembro viril o el hecho de dirigir hacia allí la mirada de una niña de apenas seis años como mecanismo de excitación” debe ser calificado como abuso “aun cuando ella no percibiera la lesividad de esa acción” al ser tan pequeña.

El abuelo, en su papel, negó los hechos y aseguró que había tenido una relación “buena y cariñosa” con sus nietas. También achacó la acusación a los problemas vinculados al divorcio de su hijo. Un tío de las niñas opinó que la denuncia se debía “en parte” al “egoísmo o capricho de sus sobrinas”, que según él querían estar en su barrio (el Polígono San Pablo) y no en el de sus abuelos. Su esposa insistió en que el objetivo de la denuncia era “evitar que las niñas pasen tiempo con el padre en otro barrio distinto al suyo”.

La Sección Primera no se cree estos argumentos, y mucho menos la negación de los hechos por parte del abuelo, y lo condena a cinco años de cárcel por el delito continuado de abuso cometido sobre la nieta mayor y a cuatro años por el delito de abuso perpetrado sobre la nieta pequeña. También le impone seis años de libertad vigilada cuando salga de prisión y le prohíbe acercarse a menos de 300 metros de las jóvenes y comunicarse con ellas durante ocho años. El abuelo, por último, deberá indemnizar a su nieta mayor con 10.000 euros y a la menor con 2.000 euros por el daño moral que les provocó.

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