La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
jurado popular
El Pollino puede convertirse en la segunda persona condenada a tres cadenas de prisión permanente revisable en España, tras Patrick Nogueira, el joven que asesinó a su tío, la esposa de éste, y los dos hijos de ambos en agosto de 2016 en Pioz (Guadalajara). Todo depende del desarrollo del juicio con jurado popular que se inicia mañana en la Audiencia de Sevilla contra Ricardo García Hernández, el principal acusado, y los otros seis encausados por el triple asesinato el 16 de septiembre de 2017 del ciudadano turco Mehmet Demir(también conocido como Yilmaz Giraz), de 54 años, su pareja, Sandra Capitán Capitán, de 26 años, y la hija de ésta, Lucía Begines Capitán, de sólo seis años.
Se trata del crimen más despiadado que se recuerda en Sevilla en muchos años y que una vez más está relacionado con un ajuste de cuentas por asuntos de tráfico de drogas, dado que el turco asesinado había sido investigado por la Policía Nacional en numerosas ocasiones por delitos de narcotráfico, al igual que le había ocurrido al Pollino y su clan familiar, conocido como el de los Cabo.
La Fiscalía de Sevilla relata precisamente en su escrito de acusación que tanto Ricardo García Hernández, el Pollino, como su esposa, Elisa Fernández Heredia, y su padre, Ricardo García Gutiérrez, el Cabo, decidieron en el mes de septiembre de 2017 “secuestrar y acabar con la vida de Yilmaz y de su familia”. El motivo no era otro que “saldar una deuda, bien obtener información sobre la actividad ilícita relativa al tráfico de drogas que, al parecer, venían desarrollando”.
En la ejecución de ese plan, el Pollino contactó inicialmente el 12 de septiembre de 2017 con otra de las acusadas, Manuela Muñoz Ortiz, a la que pidió que localizar a alguna persona que estuviera “dispuesta a secuestrar y, eventualmente, acabar con la vida” del turco.
Esta acusada se puso en contacto con David Ramón Hurtado Pino, alias el Tapita, un monitor de boxeo y de muay thai que había trabajado con ella de portero en una sala de fiestas que regentaba. Según el fiscal, David aceptó el encargo y mantuvo un encuentro con el Pollino, quien le explicó que quería que “redujera a un hombre que le debía dinero, que lo llevara por la fuerza hasta su domicilio y lo golpeara hasta que fuese necesario” y también le dijo, prosigue el relato de la acusación pública, que en caso de no conseguir que saldara la deuda “debía acabar con su vida”. A cambio, el Tapita y otra persona que buscara –el acusado José Antonio Mora Bataller, Quino– se repartirían 3.000 euros.
Para asegurar su plan y conseguir que el ciudadano turco se desplazara hasta su domicilio, en el número 168 de la calle Cerro Blanco de Dos Hermanas, el Pollino invitó a Yilmaz Giraz a su cumpleaños, que se celebraría el 16 de septiembre.
Sobre las 10:30 horas de ese día, el Pollino y su padre, acompañados del Tapita y Quino, se dirigieron al domicilio del ciudadano turco y esperaron a que saliera de la vivienda, en torno a las 12:50 horas, para abalanzarse sobre él de modo sorpresivo, reduciéndolo y encañonándolo con un revólver.
De esta forma, lo llevaron al domicilio del Pollino, que se convertiría en la casa de los horrores de esta conflictiva barriada nazarena, donde les esperaba Elisa, la esposa del Pollino. Las dos personas contratadas para reducir al turco comenzaron a golpearlo reiteradamente, con los puños y con objetos contundentes en el pecho, el abdomen y las piernas, precisa la fiscal del caso.
Pero como Yilmaz no les daba la información que quería, el Pollino y su mujer “decidieron ir en busca de Sandra y de su hija Lucía”. Ambos llegaron sobre las 13:20 horas a la vivienda de Sandra en Bellavista y una vez le abrieron la puerta, “agarraron a Lucía y la encañonaron”, sin que su madre pudiera reaccionar.
Bajo la amenaza de matar a la niña, subieron a Sandra y a Lucía al coche y regresaron al domicilio de Cerro Blanco, donde el turno seguía “malherido y vigilado” por el Tapita y Quino. Nada más entrar, la madre y la hija, de sólo seis años, fueron golpeadas en el pecho y en las piernas. Y “una vez reducidos Yilmaz, Sandra y Lucía”, el Tapita y Quino, “sabiendo que el fin último del trabajo era acabar con la vida de los tres secuestrados, se negaron a continuar”. A continuación, se marcharon de la casa, dejando al turco, a su esposa y a la niña “inmovilizados y heridos de gravedad” y, según la Fiscalía, eran “plenamente conscientes de que Ricardo, su mujer y su padre los iban a matar, pese a lo cual no hicieron nada por impedirlo”.
Sobre las dos de la tarde, Ricardo El Cabo llevó entonces al Tapita y a Quino a las inmediaciones del domicilio de Manuela, le pagó los 3.000 euros pactados y regresó a la vivienda del número 168 de la calle Cerro Blanco, donde “le esperaban su hijo y su nuera para culminar los crímenes planeados”, sostiene el Ministerio Público.
El relato que describe a partir de ese momento la Fiscalía continúa mostrando la brutalidad de un crimen como el que reflejan en muchas ocasiones las películas violentas. El Pollino disparó en primer lugar a la niña en el lado derecho de la cabeza, pero no le causó la muerte inmediata. “Cogieron a la menor aún con vida y la arrojaron a un agujero procedente de una antigua fosa séptica que, desde hacía tiempo, mantenían abierto en el cuarto de baño”, dice la fiscal, que indica que la fosa se encontraba en la zona comprendida entre la bañera y el váter, con un metro de diámetro y una profundidad de dos metros.
La niña llegó a respirar dentro de la fosa y falleció como “consecuencia del disparo y por la asfixia provocada al respirar el material que arrojaron para sepultarla”, según el informe forense.
Tras el asesinato de la menor y “sin mostrar la más mínima piedad ni intención de retroceder en la ejecución de su plan, Ricardo el Cabo, Ricardo el Pollino y Elisa encañonaron a Sandra de frente y le dispararon en la región frontal derecha de la cabeza”. El tiro penetró en la superficie craneal pero no le causó la muerte, por lo que volvieron a abrir fuego hasta un total de cinco ocasiones, la última a bocajarro, falleciendo a causa de todos estos disparos.
Y en último lugar, en ejecución de su “macabro plan”, encañonaron a Yilmaz y le dispararon en el lado derecho de la cabeza. El proyectil penetró en la zona craneal y le provocó la muerte.
Después introdujeron los cuerpos en la fosa, encima de los de la pequeña y llamaron a una cementera con la que previamente habían contratado el hormigonado que iban a realizar la tarde del crimen.
La madre del Pollino, Joaquina Hernández Jiménez, se prestó a “ayudarles a ocultar los cuerpos y a deshacerse de los objetos y efectos utilizados”. Y para no levantar sospechas, con la excusa del cumpleaños, la familia organizó una barbacoa en el exterior de la vivienda y con la música alta. El día 18 de septiembre, unos albañiles, “ajenos a los horrendos crímenes”, taparon el agujero que tenían en el baño y donde habían enterrado los cuerpos.
El Pollino reconoció inicialmente en sus declaraciones ante la Policía la autoría de los tres crímenes cuando fue detenido, al admitir que “se tiroteó” con el turco por una deuda que tenía con él, pero posteriormente cuando declaró ante la juez que investiga el caso se retractó y culpó de los mismos al monitor de boxeo. Ahora sólo queda esperar a ver qué versión de los hechos ofrece cuando declare en el juicio.
La Fiscalía reclama para el Pollino una condena de tres prisiones permanentes revisables y otros 13 años y medio de cárcel por delitos de detención ilegal y tenencia ilícita de armas. Se trata de la misma pena que reclama para su mujer, Elisa, mientras que para el Cabo, además de las tres prisiones permanentes revisable solicita siete años y medio de cárcel por el secuestro y la tenencia ilícita de armas.
El Tapita y Quino también se enfrentan a tres cadenas perpetuas y a siete años y medio de cárcel, mientras que para la intermediaria la fiscal pide 19 años de cárcel por la complicidad en el secuestro y asesinato. A la madre del Pollino se le piden otros siete años y medio por tres delitos de encubrimiento.
En cuanto a las indemnizaciones, la Fiscalía pide hasta un total de 500.000 euros para los familiares de las tres víctimas. En el juicio, que arranca mañana con la constitución del jurado popular y está previsto que acabe el 8 de julio, declararán cinco testigos protegidos.
“Vuldular öldü”. Estas dos palabras en turco, que traducidas significan “le dispararon, está muerto”, es lo que un comunicante anónimo le dijo por teléfono a una hija del ciudadano turco Mehmet Demir tras ser secuestrado.
La llamada fue realizada el domingo 17 de septiembre de 2017 a una hija del turco, pero cuando ésta intentó contactar con el número que le había telefoneado sólo pudo hablar con un joven “con acento andaluz” que les negó haber llamado desde ese número a nadie y añadió que tenía ese teléfono desde hacía un año, colgándole a continuación.
Más importante que esa llamada sería otra que realizó un comunicante anónimo –uno de los cinco testigo protegidos del caso– una semana después de la desaparición de las tres personas, en concreto el 23 de septiembre, a la madre de Sandra Capitán. En esta llamada, el informante puso a la familia, y a la Policía, tras la pista definitiva.
El informante le dijo a la madre de Sandra que sabía dónde estaban sus familiares, puesto que había visto “meter” a la mujer y a la niña en una casa de la barriada de Ibarburu (Cerro Blanco) de Dos Hermanas, y le decía que esa vivienda pertenecía a Ricardo el Pollino. A partir de ahí, los investigadores intensificaron las pesquisas y hallaron los tres cadáveres sepultados.
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