El Barriga se lo pone fácil al jurado: "No deliberen, sólo declárenme culpable; yo ya estoy condenado por Dios"

Crimen de Brenes

El testigo número 1 del caso Arny vuelve a confesar y arrepentirse al final del juicio por el crimen de Brenes: "Merezco esa sentencia e incluso más, para qué nos vamos a engañar"

El acusado cerró su turno de última palabra explicando que en la cárcel le había "dado por leer la Biblia" y que en un bolsillo llevaba al Cristo de la Sentencia porque precisamente era "el día de la sentencia"

La Fiscalía rebaja de 31 a 23 años de cárcel su petición de condena para el Barriga, un "psicópata narcisista"

José Antonio Sánchez Barriga, frente al presidente del Tribunal del Jurado durante el primer día de juicio.
José Antonio Sánchez Barriga, frente al presidente del Tribunal del Jurado durante el primer día de juicio. / José Ángel García

Pocos acusados se lo han puesto tan fácil a un jurado popular en la Audiencia de Sevilla y pocos acusados han hecho un uso tan estudiado y jugoso de su derecho a la última palabra. José Antonio Sánchez Barriga, el Barriga, el testigo número 1 del caso Arny y criminal casi por vocación desde que con 14 años mató a un hombre con una navaja, cerró el juicio por su último acto violento con un discurso en el que se dirigió cara a cara a los nueve componentes del jurado popular que deben decidir si es culpable o no de matar a un antiguo compañero de cárcel e intentar lo mismo con otras dos personas en Brenes el 5 de febrero de 2021. El veredicto ya estaba bastante claro después de oír su confesión en el primer día de la vista y es irreversible tras lo que indicó ayer: “Señores, no deliberen, simplemente declárenme culpable ya, porque lo soy”, les espetó. “Yo ya estoy condenado por Dios”, había señalado poco antes.

“Ante todo”, empezó proclamando a modo de introducción cuando se sentó frente al presidente del Tribunal del Jurado, “decir que lo que dijo su señoría de que el jurado es la máxima expresión de la Justicia es una verdad comprensible, son personas normales y corrientes que están juzgando a una persona”. “Yo soy culpable. He cometido esos actos y estoy arrepentido de esos actos”, prosiguió sin solución de continuidad.

Entonces se dirigió al magistrado. “Con todos los respetos, usted me va a condenar, pero yo mismo me condené en el momento en que debajo de la cama, debajo de la cama, cogí ese maldito calabozo”, lamentó. El calabozo, una especie de hacha para podar que había usado en la víspera del crimen para quitar la verdina de la azotea de la casa de las víctimas, fue el arma con la que perpetró el triple ataque. Resaltar su ubicación fue una manera de desdecir a la Fiscalía, cuya tesis es que estaba en el jardín y que él la cogió porque subió a la primera planta del inmueble con la voluntad e intención de matar a los tres residentes.

A continuación llegó el tramo religioso de su alocución, seguramente el más sorpresivo. “Yo ya estoy condenado por Dios. En estos tres años y medio [en la cárcel] me ha dado por leer la Biblia y me ha dado por creer verdaderamente. En este bolsillo llevo al Cristo de la Sentencia porque hoy es el día de mi sentencia. Sé que me merezco esa sentencia e incluso más, para qué nos vamos a engañar”, concluyó antes de pedir perdón una a una a “las familias” de las tres víctimas que dejó por el camino.

Estas manifestaciones del Barriga se produjeron apenas unos minutos después de que una psiquiatra trazase un perfil de la personalidad del acusado. La pericial fue realmente interesante. La forense lo definió como un “psicópata narcisista” con “baja tolerancia a la frustración, tendencia a la agresividad y escasa capacidad para sentir culpa”, entre otras virtudes, pero eso sí, “sumamente educado”. Al menos es lo que destacó cuando rememoró la entrevista que le hizo en junio de 2021. El Barriga ya le contó entonces que con 14 años cometió su primer homicidio, en concreto con una navaja, y que por ello acabó en un reformatorio; y que en 2003 volvió a matar a otro hombre. “Desde el primer momento se comportó perfectamente, respondió adecuadamente a las preguntas y no perdió los nervios. Él sabe estar, domina perfectamente el escenario e incluso intenta dominar a la persona que tiene delante. Su discurso fue totalmente lógico y bien estructurado”, apostilló.

El problema es que una cosa son las formas y otra, el fondo. Tras esa primera respuesta, la perito profundizó en la forma de ser del Barriga y recalcó sus “rasgos anómalos”, que enmarcó en un trastorno de personalidad denominado “clúster B”. Las personas que lo presentan son “narcisistas, psicópatas” y se manejan con “cierta teatralidad”. “En este caso confluye un mix: baja tolerancia a la frustración, tendencia a la agresividad, patrón social inadaptado, escasa capacidad para sentir culpa, desprecio por los derechos de los demás, falta total de empatía...”, enumeró. “Pero déficit de inteligencia no; todo lo contrario”, matizó.

Por tanto, esta serie de anormalidades “no afectaba a su capacidad de conocer y querer absolutamente nada”. “Para nada es un enfermo mental. Conoce perfectamente lo que hace y está bien consigo mismo”, añadió. Es decir, que está encantado de conocerse.

En cuanto a la posible influencia de la droga en su comportamiento, la psiquiatra respondió que el consumo habitual “podría afectar levemente a su control de impulsos”, pero la realidad es que se trata de “una persona muy agresiva”, así que “tendría que estar muy, muy drogado” para que eso condicionase su actitud. “Por sus características, este señor habría actuado de una forma muy similar” aun en esa coyuntura, teorizó.

stats