La Audiencia de Sevilla condena a la banda del BMW: el Ivi acepta 25 años de cárcel por una vida frenética como ladrón
Robos en Sevilla
Los ocho componentes localizados del grupo criminal aceptan penas que van desde sólo tres meses de prisión a algo más de 27 años después de alcanzar un acuerdo con la Fiscalía y con una cadena de perfumerías
El Ivi, líder de una “empresa delictiva” convertida en su “medio de vida”
La Audiencia de Sevilla ha condenado a penas que van desde más allá del cuarto de siglo de cárcel a sólo tres meses a ocho componentes de la banda del BMW o banda del Ivi, llamada así en honor a Iván H.P., el delincuente que ejercía como líder del grupo y que lleva lidiando con las autoridades desde que era un niño. Sobre todo entre 2016 y 2017, los ladrones a los que coordinaban él y su socio Borja Á.O. trajeron por la calle de amargura a un sinfín de comercios no sólo de Sevilla sino también de Cádiz, Córdoba y Málaga. La sentencia, fruto de un acuerdo entre los acusados y la Fiscalía, cita 74 delitos y unos 70 robos o intentos de robo, la inmensa mayoría ejecutados con la técnica del alunizaje con potentes coches que los hacían inalcanzables en su huida. Por eso se la conoce como banda del BMW: esa era su marca favorita. De vehículos que también robaban, huelga decir.
El caso se resolvió después de varios intentos frustrados de que los acusados se conformasen con ser condenados y evitar un juicio que habría sido interminable a cambio de que sus penas fuesen rebajadas. El pasado 7 de octubre, día fijado para firmar el acuerdo tras arduas negociaciones, no pudo ser porque un procesado se negó y otro faltó. Dos días después, sin embargo, hubo quórum y fumata blanca.
El Ivi estaba predispuesto a la conformidad desde el principio. Llegado desde la cárcel, donde cumple condena por otros hechos, aceptó una pena de 25 años y 22 días que se desgrana así: siete meses y quince días por un delito de pertenencia a grupo criminal, cinco años por diez delitos de robo con fuerza en las cosas, once años por veintidós delitos de robo en establecimientos abiertos al público fuera de las horas de apertura, un año por un delito idéntico pero en grado de tentativa, un año y seis meses por el mismo delito pero continuado, un año y veintidós días por un robo violento, dos años y 45 días por otro robo con violencia en casa habitada, dos años por detención ilegal y tres meses por un delito de conducción temeraria.
Su abogada hizo un buen trabajo porque la petición inicial de la Fiscalía, ojo, era de 156 años y medio. Y además el Ivi ni mucho menos va a estar 25 años en un centro penitenciario. Tal como estipula el artículo 76 del Código Penal, el límite máximo que cumplirá no puede superar el triple de la máxima pena que haya recaído sobre él, que son los dos años y 45 días que le caen por entrar a robar en una vivienda de Los Rosales. Es decir, algo más de seis años y cuatro meses.
La condena del otro líder, Borja Á.O., es la mayor de todas: 27 años, 1 mes y 15 días. A saber: siete meses y medio por la pertenencia a grupo criminal, dieciocho años y medio por 37 robos en establecimientos, un año por el delito continuado, un año y medio por una tentativa, cinco años por diez robos con fuerza en las cosas, tres meses por una tentativa y otros tres meses por falsificar una matrícula. En teoría estará en la cárcel cuatro años y medio. Tampoco podrá quejarse de su abogado, que le consiguió una enorme rebaja sobre los 169 años iniciales que pedía la Fiscalía.
El ladrón con la segunda pena más larga, por encima incluso del Ivi, es Manuel A.C., que participó en la friolera de 45 robos en ese periodo 2016-2017. Su condena es de 26 años, 7 meses y 15 días. Son siete meses y medio por grupo criminal, cinco años por diez robos con fuerza en las cosas, diecisiete años y medio por 35 robos en establecimientos, un año y medio por seis tentativas, otro año y medio por dos delitos continuados de robo, tres meses por falsedad y tres meses más por tenencia de arma larga. La minuta de su letrado está más que amortizada, ya que se exponía a 169 años de prisión.
La sentencia, fechada el 10 de octubre, también impone doce años y cinco días de cárcel a Francisco Javier S.P. por 21 robos, entre otros delitos. El siguiente en la lista es Alejandro José N.R., castigado con cinco años, diez meses y siete días. Con dos años, diez meses y quince días figura Luis S.A. Y por último restan Emilio D.M., que llegó como reo desde la cárcel pero al que sólo le caen seis meses por un robo; y Juan Javier S.S., penado con tres meses por el mismo delito pese a que inicialmente se le imputaban hasta seis hechos distintos.
La rutina criminal
En la sentencia, que es firme, la Sección Primera de la Audiencia relata que los acusados se dedicaban a “sustraer vehículos que solían ser de la marca BMW, sin descartar otras marcas”. De hecho, también constan robos de un Opel, un Ford, un Skoda o un Alfa Romeo. Utilizaban para ello “aparatos para extracción de bombines y máquinas para hacer duplicado de llaves” que les costaban entre 4.500 y 7.500 euros en Internet.
“Con independencia del miembro del grupo que se encargara de la sustracción, existía un acuerdo previo entre ellos por ser el vehículo un instrumento imprescindible para los distintos hechos ilícitos en que lo utilizaban”, añade la Sala en alusión a los atracos, lógicamente. “La finalidad era utilizarlos para desplazarse a cometer robos en establecimientos principalmente de telefonía pero también de otros efectos que tuvieran fácil venta a terceros: tabaco, perfumes, herramientas, joyas...”, describe la sentencia. “Normalmente” trabajaban por la noche, cuando las tiendas ya estaban cerradas.
En esa segunda etapa del delito, su método “solía ser el del alunizaje usando los propios vehículos sustraídos”. “Dando marcha atrás, rompían los escaparates y con mazas de grandes dimensiones, palanquetas, uñas y herramientas similares los terminaban de abrir. Y en pocos minutos cogían los efectos de valor que hubiere”, narra la Sala. Después huían a toda velocidad, hasta el punto de que los patrulleros de la Policía o la Guardia Civil eran incapaces de alcanzarlos.
Raro fue el comercio que no fue visitado por los acusados: hubo ocho robos en tiendas de Movistar y The Phone House, seis en Orange, tres en Vodafone y Yoigo... Tampoco los intimidaban los centros comerciales: entraron en el Nervión Plaza, el Metromar, los Carrefour de Camas y San Juan, Los Alcores, el Parque Guadaíra, los Cineápolis de Montequinto y Dos Hermanas e incluso Las Dunas, en Sanlúcar de Barrameda... Su currículum, además, incluye un par de gasolineras, una óptica de Bormujos, una ferretería de Jerez o estancos en Mairena, Los Palacios, Marchena, Herrera, Cádiz y Chipiona.
La banda también robaba domicilios aunque hubiese “moradores en el interior”. Para ello usaban armas blancas y de fuego, “simuladas o no”, y “gran violencia física y verbal para amedrentar a sus víctimas, a las que llegaban a amordazar y retener”.
Los ladrones solían trabajar en grupos de cuatro y cinco que podían variar de un robo a otro, pero estaban estructurados y había “cierta jerarquía y reparto de funciones”. La Audiencia sitúa a Borja Á.O. e Iván H.P. como “líderes o jefes”. Ellos “se encargaban de sustraer los vehículos”. El propio Ivi, Manuel A.C. y Francisco Javier S.P. “solían conducirlos”. Estos cuatro investigados se llevan las penas más gravosas, pero todos ellos, los ocho, “fracturaban escaparates” y entraban a robar. El tribunal incluso desliza que hay más miembros “pendientes de localizar o identificar”.
Los componentes de la banda llegaron a ser detenidos “en distintas ocasiones”, pero tal como eran arrestados quedaban en libertad provisional y de inmediato “continuaban con su incesante actividad ilícita”. En noviembre de 2016, por ejemplo, justo después de pasar por comisaría robaron tres coches, ejecutaron tres robos e intentaron otro en un periodo de tres días. A partir de septiembre de 2016, la Policía y la Guardia Civil emprendieron una “investigación compleja” para poner coto al carrusel de robos de la banda. Ocho años después, la Justicia los condena a todos.
Robaron tres perfumerías en poco más de dos horas
La banda era tan insaciable que a veces encadenaba varios robos en una sola noche. Un episodio muy llamativo, y de hecho es calificado como delito continuado a pesar de que todo ocurrió en un lapso de dos horas y media, es el que ocurrió en la madrugada del 16 de enero de 2017, cuando los ladrones asaltaron no una ni dos sino tres tiendas pertenecientes a la cadena Aromas, que por algo ejerció la acusación particular en este procedimiento judicial.
Todo comenzó sobre las 2.00 de la madrugada, según cuenta la sentencia. Iván H.P., Borja Á.O., Luis S.A. y Manuel A.C. llegaron a bordo de un BMW al establecimiento de Aromas sito en la avenida Montequinto, rompieron el escaparate “con mazas” y se llevaron “gran cantidad de perfumes”. Dos horas después, a las 4.05, “hicieron lo mismo” en la tienda del Paseo de Europa, en Los Bermejales. Y como no hay dos sin tres, a las 4.35 repitieron en la de la calle Nuestra Señora del Águila, en Alcalá de Guadaíra, de donde robaron perfumes y productos de cosmética. Parte de los efectos sustraídos fueron recuperados más tarde en el domicilio de Manuel A.C., ubicado precisamente en la localidad alcalareña.
Los chicles y los Smint de las gasolineras
Lo que robaban en gasolineras también es digno de estudio. Era tal su voracidad que arramblaban con todo, por poco valioso o insignificante que pareciese. Así consta por ejemplo en el hecho número 69 de la sentencia, relativo al asalto a una gasolinera en la AP-4 en la noche del 9 de marzo de 2017. Cinco individuos, entre ellos Borja Á.O. y Manuel A.C., a bordo de un BMW para variar, entraron en la estación de servicio con una maza y se llevaron de todo. “Numerosos cargadores, ambientadores, películas, dos relojes, un llavero, 27 minicuber, un auricular, ocho gafas graduadas, una pizza, cuatro paquetes de chorizo, dos de lomo, una cuña de queso, 29 paquetes de caramelos, 115 paquetes de chicles y 135 cajitas de caramelos Smint”, enumera la Sala.
Amenazas de muerte a una familia y a una estudiante
Dos de los hechos por los que son condenados algunos de los acusados son sendos robos violentos en dos domicilios privados, uno en la barriada de Palmete y otro en Los Rosales. Es más, en el segundo de ellos hubo hasta un secuestro de una menor a la que los ladrones llegaron a herir con un cuchillo.
El primer robo con violencia aparece en el hecho 9 de la sentencia. Ocurrió sobre las 9.30 del 3 de septiembre de 2016 y los acusados que participaron fueron el Ivi y Alejandro N.R. En la casa había un matrimonio y sus cuatro hijos menores. Uno de los cacos pidió que les abriesen con la excusa de que “le había dado un golpe a su vehículo” y quería que el dueño “bajara para arreglar los papeles”. Cuando el marido abrió, los ladrones lo golpearon en la cabeza con la culata de una pistola y le pusieron un cuchillo en la nuca. Mientras dos delincuentes subían a la otra planta, los otros dos advirtieron a las víctimas de que “matarían a las niñas si llamaban a la policía” y de que “a quien levantara la cabeza lo mataban”.
El segundo robo de estas características se corresponde con el hecho 10 y sucedió cinco días después, el 8 de septiembre. El Ivi y tres sujetos no identificados entraron en un domicilio de Los Rosales “subiendo por el balcón”. En el inmueble, sola, estaba estudiando una adolescente de 17 años. Al oír a su perra ladrar, fue a mirar y “vio que de debajo de la mesa del salón salían dos hombres” con la cara “parcialmente tapada con una braga”.
Ella trató de huir al patio, pero “la cogieron del pelo y le dijeron que la iban a ahogar si gritaba”. Por fuerza fue llevada a la caja fuerte, aunque “no sabía abrirla”. “Le dijeron que le iban a volar la cabeza y que tenían secuestrado a su padre”, relata el tribunal. Como intentó escapar de nuevo, “la golpearon hasta dejarla aturdida, la encerraron en la habitación, la ataron de pies y manos y llegaron a herirla en la pierna con un cuchillo jamonero”. Los ladrones la dejaron allí tras llevarse tabaco y botellas del bar que regentaba el padre de la víctima, ya que fueron incapaces de reventar la caja fuerte.
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