Una agresión sexual "repugnante": condenan a catorce años de cárcel a un hombre que violó a una niña de siete años en un pueblo de Sevilla

Agresión sexual

La poca edad de la víctima, que era la hija del vecino del acusado, y los hechos en sí mismos hacen que el tribunal califique el suceso de “odioso”

Imagen de archivo de una manifestación contra los abusos a menores de edad.
Imagen de archivo de una manifestación contra los abusos a menores de edad. / Nina Osorio (Efe)

La Audiencia de Sevilla ha condenado a nada más y nada menos que catorce años de cárcel a un hombre que violó a la hija de su vecino. La niña sólo tenía siete años de edad, pero durante la investigación ofreció un relato tan detallado, y crudo, que el tribunal no tiene ninguna duda de que dijo la verdad. Y no es la única prueba contra el encausado. Los científicos también hallaron saliva suya, del agresor sexual, en la zona genital y la ropa interior de la víctima. “Eso demuestra que el hecho ocurrió”, ratifican los magistrados.

La sentencia, dictada el 21 de enero por la Sección Tercera, es muy dura. El relato empieza con el contexto de la relación entre unos y otros. El acusado, Fernando R.R., tenía 40 años y vivía en un pueblo próximo a Sevilla junto con su pareja y sus dos hijos, ambos menores. “Puerta con puerta” residía el padre de la víctima, que estaba separado de la madre. El fin de semana de los hechos, entre el 16 y el 17 de septiembre de 2023, la niña estaba en el domicilio paterno en cumplimiento del régimen de visitas acordado por sus progenitores.

El sábado, con la autorización de su padre, la menor acudió al piso del acusado para jugar con sus hijos. Eran amigos y de edades similares. Tras merendar allí, regresó a casa de su padre “por una hamburguesa”. A su progenitor ya “le Ilamó la atención” que su hija “fuese en bragas”, pero el hijo mayor del encausado le contó que habían estado jugando, así que “no vio nada raro”. De hecho, cuando todos los niños estaban en su casa, el acusado mandaba a su vecino fotografías de los niños por WhatsApp “para que se quedara tranquilo”. Después, como quiera que los niños quisieron hacer una fiesta de pijama, Fernando R.R. preguntó al vecino si la menor podía pasar la noche en su domicilio. Y así fue.

El ataque sexual se produjo “en un intervalo entre la noche del 16 y la madrugada del 17”. La niña no podía dormir y acudió al dormitorio del procesado. Entonces este, “con evidente e inequívoco ánimo libidinoso e intención de satisfacer sus deseos sexuales”, le quitó los pantalones y la ropa interior y “al menos en una ocasión le practicó sexo oral”. No contento con perpetrar esa barbaridad, también hizo que la niña le masturbara. Fernando R.R. “llegó a eyacular”, apostilla la sentencia.

La niña no pasó el resto de la noche en la escena del delito. Poco después de la medianoche, el acusado le dijo al padre de la víctima que esta “no quería quedarse a dormir allí en su casa porque no podía dormir sola, le daba miedo”. Ya de vuelta en su piso, el padre preguntó a su hija “por qué tenia miedo y se encontraba llorosa o si le había ocurrido algo”. Y en ese momento, “de forma espontánea”, la menor le respondió: “Me ha chupado el toto”. “El padre intentó grabar la manifestación, pero no pudo por el estado de nerviosismo en que se encontraba”, prosigue la Sala.

Aquella misma noche, los padres acudieron con la niña y la Policía al Hospital Infantil del Virgen del Rocío. Allí, “un poco más espabilada” y llorando, la menor les dijo “me ha hecho cosquillas en el tete con la boca”. Y efectivamente, al ser explorada, el médico forense y la pediatra observaron que sufría “eritema vulvar y en el introito vaginal”.

No fue lo único que contó la niña. Días después, mientras era duchada por su madre, la menor le soltó esto: “El papá de F. me ha dicho que le ayudara a sacar leche. Cuando he tocado el tete del papá de F., echaba leche, parecía una vaca”. Para entonces, por suerte para todos, Fernando R.R. ya se encontraba en prisión provisional, en concreto desde el 18 de septiembre.

La Audiencia, que no se escandaliza porque está curada de espanto, reconoce sin embargo que unos hechos así merecen una “contundente reacción penal, proporcionada a su acentuada gravedad”, y define lo ocurrido como “especialmente odioso y, podría añadirse, repugnante”. En todo caso, como es lógico, a continuación profundiza en los argumentos y las pruebas que hay para destruir la presunción de inocencia de Fernando R.R.

La más importante de todas es el testimonio de la víctima, que “fue especialmente descriptiva” cuando habló con una psicóloga. “Resulta verosímil y creíble. Existe un recuerdo nítido de cada uno de los episodios traumáticos vividos y su narración de los hechos en lo sustancial es consistente, precisa y concreta, sin ambigüedades. Detalla con precisión la sucesión de actos, precisa cómo le pide que le saque leche y como le chupa con la lengua y manifiesta que esa secuencia dura poco. En definitiva, para su edad, hace un especial relato minucioso y detallado del modo en que ocurrieron los hechos”, expone la sentencia facilitada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.

Además de condenarlo a esa llamativa pena de cárcel, la Audiencia también prohíbe a Fernando R.R. acercarse a menos de 500 metros de la niña o de su domicilio durante 17 años, le impone cinco años de libertad vigilada una vez salga de prisión y lo inhabilita para cualquier trabajo que implique contacto con menores durante 19 años. El agresor también tendrá que indemnizar a la menor con 6.000 euros por daños psicológicos y morales.

La "increíble" explicación de la saliva

El ADN también condenó a Fernando R.R. Primero, la pediatra y el forense observaron el eritema vulvar en los labios menores de la niña y vieron que el introito vaginal estaba “enrojecido”. Los técnicos de Toxicología confirmaron después la presencia de saliva en la vagina y en la braguita. Ese ADN se cotejó con el del procesado y la conclusión es que la posibilidad de que fuese el mismo era “71.437.000 veces” mayor a la de que procediera de “un desconocido”. El tribunal, además, aprovecha para criticar la “increíble justificación” de Fernando R.R. respecto a esos restos de su saliva. En concreto alegó que podían ser de “una almohada que se le cayó y que la niña cogió”.

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