La triste muerte del rey español en Roma, hace hoy 80 años
El monarca exiliado
Alfonso XIII fue enterrado tal día como hoy de 1941 en la iglesia romana de Montserrat, en un sepelio presidido por el entonces rey italiano, Víctor Manuel III
En la capilla ardiente lo cubría la bandera del buque que lo trasladó en el exilio, el manto de la Virgen del Pilar y su nuca descansaba sobre un saquito de tierra española
Hace hoy 80 años el féretro con los restos de Alfonso XIII transitaban en comitiva fúnebre por las calles de Roma para que el monarca descansara en la iglesia española de Montserrat. El 3 de marzo de 1941, nueve años y diez meses después de abandonar España tras proclamarse la República, se celebraba en la capital italiana el sepelio por el bisabuelo del actual rey, Felipe VI.
La ceremonia estuvo presidida por el rey-emperador italiano, Víctor Manuel III, con don Juan, heredero de los derechos dinásticos y sobre quien había abdicado semanas antes, a su derecha, y don Jaime, que había renunciado a ser Príncipe de Asturias, a la izquierda. En 1938, año en que nació don Juan Carlos, primogénito de don Juan, había fallecido a los 31 años en un accidente de tráfico Alfonso de Borbón, primógenito de Alfonso XIII y príncipe de Asturias hasta el inicio del exilio.
El fallecimiento del rey se había producido el 28 de febrero, por una nueva angina de pecho tras haber sufrido una primera crisis cardíaca grave el día 12. El 20 recibió la extrema unción y sus últimas palabras fueron de evocación a su país. "España, Dios mío...", dijo al expirar como recoge el historiador Juan Balansó en su ensayo La Familia Real y la familia irrreal.La Familia Real y la familia irrreal Sólo un mes antes (el 15 de enero) había abdicado en su hijo, don Juan, pretendiente así al trono de lo que no se dio por enterado el régimen presidido por Franco.
A la ceremonia del 3 de marzo pudieron llegar apenas una veintena de españoles de las más de trescientas peticiones que había recibido el Ministerio de Exteriores. Se pusieron todos los impedimentos burocráticos posibles y el anuncio de la noticia fue de lo más discreto en la prensa franquista de la posguerra. Los periódicos tuvieron expresa orden de atenerse a los comunicados de la agencia Efe. El gesto más cortés de Franco fue una corona de flores. En 1935 cuando se había casado el entonces príncipe don Juan a Roma se desplazaron para vitorearlo unos diez mil paisanos y la reciente dictadura iba a impedir efusiones de adhesión.
Separado de su mujer, Victoria Eugenia de Battenberg, con la que ya no mantenía vínculo alguno (y con el vacío de la corona británica, que tenía preocupaciones de envergadura con la guerra mundial), Alfonso XIII residía de incógnito en Roma en la habitación 23 del Gran Hotel. La reina se instaló en un apartamento en Londres y, según confesó en sus memorias, lo único que echaba de menos de España eran sus paseos por los bosques de La Granja y no acudió a la boda de ninguno de sus hijos por no encontrarse con su marido, detalles que terminaban de dañar la imagen del monarca en el exilio.
Victoria Eugenia se hallaba en 1941 en la neutral Suiza, donde falleció en 1969 (el 15 de abril, 35 años exactos después del exilio), cuando acudió a Roma para las exequias.
Alfonso XIII tenía 54 años mal llevados cuando el ataque cardíaco le sobrevino leyendo la prensa y su estado se agravó al conocer la muerte del marqués Torres de Mendoza, su secretario. La familia se esperaba desde hacía días lo peor cuando se produjo el desenlace. Victoria Eugenia, como cita Balansó, se inclinó ante don Juan como rey en el exilio. A su lado estaban otros dos de sus hijos, los infantes Jaime y Beatriz, mientras María Cristina se encontraba en Turín a la espera de dar a luz. Habían fallecido los malogrados Alfonso y Gonzalo (éste también por un accidente de tráfico, a los 19 años, por un derrame interno ya que también era hemofílico, como su hermano mayor). Un séptimo hijo de los reyes, Fernando, murió recién nacido.
Para su inhumación el rey fue amortajado con el hábito de gran maestre y cubriendo el féretro, la bandera del navío en el que se embarcó al exilio hacia Marsella, Príncipe Alfonso (Libertad para la armada republicana), el estandarte personal y un manto de campaña de la Virgen del Pilar, traído de Zaragoza durante la enfermedad. Bajo su nuca, un saquito para reposar así en tierra española, con arena de todas las provincias.
El embajador de España en Roma, la legación diplomática más antigua del mundo, instó a montar la capilla ardiente en el Palacio España pero no llegó la autorización de Madrid. El velatorio real no constaba de más honores, sólo el crucifijo con cuatro cirios en las esquinas y el féretro fue llevado en carroza escoltada en la mañana del 1 de marzo a la basílica de Santa María de los Ángeles.
En la mañana del 3 de marzo de 1931, tal dia como hoy hace 80 años, en tristes circunstancias históricas y en un contexto de guerra, el cuerpo de Alfonso XIII fue llevado hasta el templo de Santa María de Montserrat. Fue inhumado en un nicho en la capilla de San Diego de Alcalá y debajo de las tumbas de los dos papas romanos españoles, Calixto III y Alejandro VI. Los restos no llegaron a su destino de El Escorial hasta 1980. En las calles romanas se asomó el público para contemplar la comitiva. La noticia llegaría días más tardes a los cines como reportaje cuando aún no existía el No-Do oficial y obligatorio.
El 4 de marzo el ministro Serrano Suñer envió un telegrama a todas las jefaturas provinciales del Movimiento un telegrama en el que prohibía expresiones de aprecio hacia el monarca fallecido y exigiendo a los directores de periódicos que se abstuvieran de hacer reseñas salvo las expresiones de luto oficial del Gobierno. Un funeral que pasó de puntillas entre los españoles, en un país que volvería a tener estatus de reino tras la Segunda Guerra Mundial en 1947, aunque no volvería a tener un rey hasta 1975.
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