Un cambio radical
Alberto Isla, así es la vida actual del padre del hijo de Isa Pantoja
Aunque cuatro años después llegó Eduardo, el benjamín, el príncipe Andrés siempre fue el niño mimado de Isabel II. Doce y diez años después respectivamente de los nacimientos de su primogénito, Carlos, y de su única hija, Ana, la reina Isabel volvía a ser madre, pero esta vez todo era distinto. Y no solo porque ya estaba más experimentada como madre, también y sobre todo porque este niño demostraba que la crisis con Felipe, su esposo, quedaba atrás. Con sus dos primeros hijos, apenas tuvo tiempo para cumplir su rol maternal. Cuando Carlos nació, hacia solo tres años que había terminado la Segunda Guerra Mundial, el país estaba en plena reconstrucción y como futura soberana debía ayudar. Pero en 1960, la situación era diferente. Consolidada en el trono, con un país que había dejado atrás la guerra, podía dedicarse a la crianza de su pequeño.
Andrés pudo disfrutar de dormirse escuchando un cuento contado por su mamá y no por niñeras. Con ella aprendió el abecedario y la hora, y no con rígidas institutrices. Si bien y como sus hermanos recibió su educación inicial en el palacio de Buckingham, lo hizo bajo la mirada amorosa de su mamá y no solo de su retrato como los dos anteriores. 60 años después ese niño, con título de príncipe, se ha convertido en un personaje repudiado por su pueblo, con un destino incierto y muy alejado de ese estilo de vida alegre y al límite que lo ha caracterizado siempre. El duque de York cumple este miércoles 60 años en su peor momento: en su día fue considerado un héroe por los británicos gracias a su actuación en la guerra de Malvinas, pero los oscuros hechos en los que se ha visto envuelto lo han transformado en un problema para la casa real inglesa.
Su nombre, Andrés, lo recibió en homenaje al suegro de la reina, el príncipe Andrés de Grecia. Pero ademas, Isabel II exigió como madre y reina que llevara ambos apellidos, el suyo y el de su marido, el duque de Edimburgo: Mountbatten-Windsor. Carlos y Ana sólo llevaban el apellido de la familia real, algo que indignaba a su esposo que aseguraba era "el único hombre en el país que no podía dar su apellido a sus propios hijos".
Aunque no realizó una carrera universitaria, en 1978 ingresó en la Marina Real Británica. Cuatro años después participó en la guerra de Malvinas como piloto de helicópteros. Al terminar el conflicto, Andrés volvió convertido en un héroe para los ingleses.
Como monarca, Isabel estaba orgullosa de su súbdito; como madre estaba aliviada con el regreso del hijo. Según asegura el biógrafo Andrew Morton desde ese día "adonde quiera que va, todavía sigue llevando en su bolso una foto del príncipe Andrés del día que regresó de la guerra".
Con 22 años, una pinta aceptable y su fama de héroe, Andrés se convirtió en un "soltero de oro". Tuvo algunos romances pero ninguno trascendió hasta que llegó a su vida Sarah Ferguson. Aunque provenía de una familia aristócrata y con una directa relación con otros monarcas ingleses, no era lo que se dice una 'chica tradicional'. Al contrario, dueña de una belleza distinta (pelirroja, pecosa, sin una delgadez de modelo), desinhibida y con una simpatía inusual para el rígido protocolo real, no parecía la candidata ideal. Pero el amor fue más fuerte y se casaron el 23 de julio de 1986 en la Abadía de Westminster. Dos años después, el 8 de agosto del 1988, nació Beatriz y el 23 de marzo de 1990, llegó Eugenia.
Aunque se los veía enamorados, la vida matrimonial no era sencilla. El problema no era la convivencia sino la no-convivencia. Entre las misiones en la Marina y cumplir con los deberes de la realeza, la pareja se veía apenas 40 días al año. Es cierto que cuando estaban juntos no se perdían ninguna fiesta, se regalaban besos furtivos en los campeonatos de golf y las carreras de caballos, y asistían a algún evento oficial, pero no era suficiente. Los rumores de infidelidad comenzaron y se confirmaron cuando Fergie fue sorprendida de vacaciones con otro hombre en Marrakech. En marzo de 1992 los duques de York anunciaron su separación.
El divorcio, haber participado en una guerra, el paso de los años... lejos de otorgarle sabiduría, aumentaron el estilo parrandero de Andrés. Era más habitual encontrarlo en los clubes nocturnos de la Costa Azul (siempre acompañado de alguna señorita) antes que en actividades benéficas u oficiales. Como hombre soltero tuvo innumerables romances, casi nunca confirmados. Los más conocidos los protagonizó con la modelo de Playboy Angie Heverhart, con la modelo croata Monica Jakisik, ex de George Clooney, con la estilista Caroline Stanbury y con la cantante Kylie Minogue. Sus compañeros del ejército y la prensa comenzaron a llamarlo 'Andresito el cachondo'.
Después de abandonar el servicio militar en el 2001, Andrés se convirtió en el representante especial del Reino Unido para el comercio internacional y la inversión. Su tarea era ideal: viajar por el mundo vendiendo la marca británica. Pero ello, lejos de alejarlo de los escándalos lo llevó a protagonizarlos. Una vez gastó 45.000 euros en un viaje desde Londres a Escocia para asistir a un torneo de golf. Cada vez que se desplazaba, aunque las distancias fueran mínimas, lo hacía en helicóptero por lo que le apodaron 'Airmiles Andy' ('Andy, millas aéreas'). También estuvo en Azerbaiyán ocho veces en seis años, aunque sobre el presidente, Ilham Aliyev, pesaban sospechas de fraude electoral y represión a los oponentes. Entre sus amigos figuran personajes oscuros como Saif Gadafi, hijo del dictador Muamar el Gadafi, y el traficante de armas libio Tarek Kaituny, que le regaló un collar de diamantes en una ocasión a su hija Beatriz.
Pero todas las excentricidades tienen su límite. Se puede perdonar que le gusten las chicas jóvenes, los lujos, que sea un pionero del 'poliamor' con su esposa, y que sus amigos sean impresentables. Pero cuando uno de ellos es Jeffrey Epstein, acusado de violación y tráfico de menores, la cosa cambia.
El príncipe percibe un ingreso anual por parte de la corona de 250.000 libras al año (casi 300.000 euros). A esta cifra se suman otras 20.000 libras (casi 24.000 euros) procedente de la pensión por ex miembro del ejército. Si bien 324.000 euros no es una cifra para nada desdeñable, no serían suficientes para cubrir sus millonarios gastos, lo que apunta también algo oscuro en sus ingresos.
Delitos sexuales y descalabro financiero es una combinación explosiva para cualquier hijo. Isabel entendió que podía perdonarlo como madre, pero no como reina. Andrés tuvo que abandonar el palacio de Buckingham, donde tiene sus oficinas. La reina además canceló la gran fiesta planeada por el cumpleaños 60 de su hijo. Lejos quedó el magnífico festejo para 300 personas con que celebró sus 50. A los 60 años, el príncipe Andrés protagoniza una historia que está muy lejos de ser un cuento de hadas. En esta historia el príncipe se convirtió en sapo.
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