La ventana
Luis Carlos Peris
La peña se nos va quedando sin peñistas
Guerra Fría Camy-Frigo
La eclosión de los helados industriales, más allá de las heladerías artesanales de cada barrio, e comenzó a gestar a finales de los 60. El quiosco de la esquina incorporó el cartel de la marca de cabecera y el surtido de polos comenzó a crecer mientras los bolsillos dejaban más margen para esta consumición estival. Las marcas líderes, Frigo (Unilever) y Camy (Nestlé), que son las que siguen comandando el gélido sector, abrieron horizontes pinchados en un palo. Estos seis helados fundamentales en la historia marcan los hitos de lo que fue esa revolución de la guerra fría, con la nostalgia de aquellos consumidores infantiles, hoy adultos talluditos.
Camyjet. 1966. Es el primer polo al estilo americano que aterrizó por las playas españolas. En plena euforia espacial los niños fueron agasajados con un témpano en forma de cohete, en combinación de naranja y limón.
En 1973 se añadió la puntita de cobertura de chocolate y en el 76 se creó el Colajet que suplantó al Camyjet, que desapareció.
Drácula. 1977. La expansión de Frigo y su rivalidad con la competencia directa les llevó a experimentar en sabores y coberturas. Joan Viñalonga es el creativo de Drácula y de otras tantas pruebas de la compañía barcelonesa.
El enlutado polo nació con el Rumbero (piña y nata), el Trío (naranja, limón y piña) o el Superespía (fresca y cola). Pero la única que pervivió hasta este siglo fue esta combinación de cola, fresa y vainilla, que hubiera firmado el jurado de Masterchef.
Nifti. 1977. Apareció ya avanzada la temporada estival (entonces los polos casi se vendían de junio a septiembre) porque era tal el paso de producción que hacer un fantasma de vainilla y chocolate trajo a Camy problemas de más.
Fue el primer helado con forma determinada. Los hubo en forma de seta (sí, el Camyseta), como trozos de sandía (el Sandypop de Kalise) o en forma de Cobi, el de Barcelona 92.
Frigo Dedo. 1980. Otro asunto era salirse del aspecto prismático de los polos. El Frigo Dedo sí que rompió moldes. Los polos ya no tenían que ser estilizados, podían ser un mazacote en forma de puño. Con unos cuantos spots el público se entregó al Frigo Dedo.
Al año siguiente salió el Frigo Pie y las recreaciones de la anatomía humana acabaron ahí. Su epílogo, el Frigurón (el primer helado azul además), tuvo una existencia fugaz.
Calippo. 1984. De nuevo Frigo marcó tendencia y dio el primer paso cuando el sorbete dejó de depender del palo y, a modo de los populares flags (idea que en España impulsó la sevillana Flaggolosina), su envoltorio de cartón servía de soporte al refrescante contenido. Al sabor lima-limón le sucedió todo el muestrario frutal y no hay compañía que no elabore algo similar.
Frac. En 1988 de nuevo Unilever abrió camino con la cobertura gruesa de chocolate. El bombón helado de toda la vida se hacía adulto y de paso rompía la estacionalidad. Pasó a llamarse Magnum, un invento español que traspasó fronteras y que hizo del polo de quiosco un postre recurrente, con más aceptación que los vasitos, los cornetes y los cortes.
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