Máxima de Holanda: la reina de la eterna sonrisa cumple 51 años

La esposa del rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos celebra su aniversario en un momento delicado debido al descenso de apoyo de los neerlandeses a los Orange

Guillermo y Máxima: 20 años de una boda que casi le cuesta el trono a él

Primer plano de la reina Máxima de los Países Bajos.
Primer plano de la reina Máxima de los Países Bajos. / Efe
Fátima Díaz

17 de mayo 2022 - 18:19

Dicen que desde que se mudó a Huis Ten Bosch, en La Haya, tras su boda, en el palacio resuenan sus risas. Máxima de los Países Bajos es una reina espontánea, cercana y siempre tiene una sonrisa dibujada en el rostro. Este martes, en que cumple 51 años, su aniversario no coincide precisamente con el momento de mayor popularidad de la corona holandesa debido a los escándalos de la familia real relacionados con sus supuestas transgresiones de las restricciones por la pandemia. Pero, a estas alturas, a ningún neerlandés le pasa desapercibido que Máxima ha traído un soplo de aire fresco al país, y la felicidad a un taciturno príncipe Guillermo Alejandro de joven que, ahora en su madurez, presume de ser un abnegado padre de familia y un soberano entregado a su trabajo como jefe de Estado.

Los reyes Guillermo y Máxima de Países Bajos.
Los reyes Guillermo y Máxima de Países Bajos. / Efe

Máxima de Holanda nació en Buenos Aires el 17 de mayo de 1971 y creció en un apartamento de 120 metros cuadrados del elegante barrio Recoleta de esa ciudad. Su padre, el ya fallecido Jorge Zorreguieta, fue secretario de Agricultura y Ganadería durante la dictadura del general Videla, un pasado que posteriormente marcaría el futuro de su hija en la corte holandesa. La soberana tiene ascendencia vasca por parte de los Zorreguieta (antes Sorreguieta), originarios de un pueblo de Guipúzcoa, mientras que por el lado de su madre, María del Carmen Cerruti, Máxima hunde sus raíces familiares en Italia.

Es la mayor de cuatro hermanos (Martín, Juan y la fallecida Inés) y la pequeña de sus tres hermanastras, hijas de un matrimonio anterior de Jorge Zorreguieta. Según su familia argentina, fue una niña feliz y pizpireta, aficionada al esquí, a la serie La casa de la pradera y a la repostería. Su madre la obligaba a hacer deporte y controlaba sus comidas para controlar su tendencia a subir peso. Máxima no llegó a sufrir anorexia, como su hermana Inés, pero durante su juventud casi siempre estuvo a dieta.

Cursó sus estudios en Northland School, un exclusivo colegio bilingüe de Buenos Aires, pese a que su familia no era ni millonaria ni de la aristocracia. Estudió Economía en la Universidad Católica Argentina mientras ganaba algún dinero dando clases de inglés y matemáticas. Cuando conoció al príncipe heredero Guillermo, de hecho, trabajaba en Deutsche Bank, primero en su sede de Nueva York y luego en la de Bruselas. De modo que tenía una prometedora carrera en el mundo de la banca. Sólo ha trascendido un noviazgo, el de un tal Orlando, que no llegó a buen puerto debido a que la familia de él se opuso.

Boda de Guillermo Alejandro y Máxima.
Boda de Guillermo Alejandro y Máxima. / Efe

Entretanto el príncipe Guillermo era un estudiante mediocre y un joven anodino que pocos veían como un bueno soberano en el futuro. Vivió varios romances y uno de ellos acabó en escándalo, el que mantuvo en 1994 con una azafata llamada Emili Bremers. En 1999 ese príncipe con pocas actitudes de rey conoció a una joven Máxima Zorreguieta en la Feria de Abril de Sevilla, y su vida dio un giro radical.

Ella confesó en la pedida de mano que al principio le pareció "un poco bobo"; él quedó prendado de su belleza. Acabaron enamorándose. El 2 de febrero de 2002 sa casaron y Máxima, quien a su llegada fue vista por los holandeses con ojos desconfiados, terminó conquistando el corazón de su pueblo.

La reina Máxima con sus tres hijas. Amalia, Alexia y Ariadna.
La reina Máxima con sus tres hijas. Amalia, Alexia y Ariadna. / Efe

Máxima supo conservar su sonrisa, su espontaneidad y su carácter abierto, incluso tras la investidura como rey de su esposo el 30 de abril de 2013. Una plebeya consiquió que el príncipe que no quería ser rey encontrara su lugar y, fundamentalmente, que se encontrara a gusto con el papel que le había tocado ejercer como cabeza de Estado. De ahí que el cariño por Máxima creciera como la espuma hasta que llegó el coronavirus y los reyes de los neerlandeses se marcharon de vacaciones saltándose las normas marcadas por la pandemia. Fue un gran escándalo del que la corona holandesa no se ha recuperado todavía.

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