90 años de Gracia
Grace Kelly, la actriz convertida en princesa Gracia, hubiera cumplido 90 el martes.
Su trágica y prematura muerte marcó al clan Grimaldi para siempre.
El 12 de noviembre de 1929 nacía en Filadelfia Grace Patricia Kelly. De familia acomodada y la tercera de cuatro hermanos, esta niña de indudable belleza y elegancia estaba llamada a convertirse en un icono mundial. Fue actriz de cine en Hollywood, e incluso ganó un Oscar a mejor actriz por su papel en The Country Girl (La angustia de vivir), pero abandonó su carrera para casarse, con apenas 26 años, con el príncipe Rainiero III y convertirse para siempre en Gracia de Mónaco.
Su historia nunca fue la del patito feo convertido en cisne. Grace Kelly ya nació guapa y rica, hija de un constructor multimillonario y ganador de varias medallas olímpicas en remo que le llevó a las mejores escuelas del país. Tras estudiar Arte Dramático en Nueva York, su pose aristocrática y su belleza pluscuamperfecta no tardaron en llamar la atención de Hollywood, donde le reservaron papeles de rubia cándida en Solo ante el peligro, junto a Gary Cooper, y Mogambo, en la que la futura princesa compartió cartel con el 'rey de Hollywood', Clark Gable.
Un hombre experto en hacer explotar el volcán que se esconde detrás de lo gélido, Alfred Hitchcock, encontró en ella a la mejor de sus musas, la que explotó su imaginación más calenturienta y le inspiró algunos de sus mejores diálogos. "¿De quién son esos jardines?", le preguntó Grace al guionista de la película, John Michael Hayes, en uno de los descansos de las escenas en exteriores. "Del príncipe Grimaldi", le respondió él. Doce meses después, cuando presentó en Cannes La angustia de vivir, lo conoció en persona. Rainiero de Mónaco tenía entonces 33 años y ella 28 cuando el 19 de abril de 1956 protagonizaban la que fue considerada la boda del siglo en la catedral de San Nicolás, a la que acudieron David Niven, Gloria Swanson, Ava Gardner y Conrad Hilton, entre otros. Hollywood le dio como dote un Oscar por aquella película que les había unido, dejando a la favorita, Judy Garland, con las ganas. Mónaco le dio su corona.
Pero, ¿qué benefició más a quién? El sueño de ser princesa por parte de Grace combinó a la perfección con la necesidad de Montecarlo por revitalizar su calidad de capital de la jet set. Mientras la rebautizada Gracia daba a Rainiero la descendencia necesaria para mantener la independencia del Principado –con sus vástagos Alberto, Carolina y Estefanía–, también atraía los negocios, llenaba sus casinos y hacía a sus lujosas playas cotizar al alza.
Grace Kelly creó el baile anual de la Cruz Roja, cita ineludible para las clases altas europeas que se sumó al tradicional Baile de la Rosa, que había sido creado en 1954 pero también recibió una inyección de glamour desde que ella formaba parte de la familia Grimaldi. Pero cuando intentó volver al cine con Hitchcock en Marnie, la ladrona, recibió la negativa de palacio por una cuestión de imagen, pues no les pareció lo más adecuado ver a su princesa interpretando a una cleptómana.
Su glamour quedaba reducido a las revistas de estilo y moda, como musa de firmas como Givenchy –que diseñó su vestuario para su encuentro con la familia Kennedy en 1961– o como portadora del Kelly, bolso de Hermès que tomó su nombre. Y su vida, circunscrita a un papel vitalicio, el de anfitriona y perfecta consorte, madre elegante e impecable bañista de la costa monegasca.
Lástima que la misma carretera que la hizo inmortal en el cine en Atrapa a un ladrón terminara prematuramente –con sólo 52 años– con la vida de la matriarca del Principado. Su hija Estefanía, que iba en el mismo coche (algunos incluso dicen que conducía) nunca volvió a ser la misma; ninguno en el mediático clan Grimaldi.
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