25 años de mentiras
'In the air'
Con su relato desgarrador, Rocío Carrasco ha puesto en evidencia el negocio indecente de Telecinco de rentabilizar como sea las tragedias humanas
Hace una semana, el domingo pasado, una mujer famosa desde antes siquiera de nacer, Rocío Carrasco, narró en televisión que ha sido víctima de violencia de género, un testimonio de maltrato seguido por millones de personas en prime time que ha abierto un debate complejo sobre la credibilidad de las víctimas, la responsabilidad de los medios, la espectacularización del dolor y la existencia de juicios paralelos.
La emisión de Rocío. Contar la verdad para seguir viva, que este domingo alcanza sus entregas 3 y 4, ha supuesto, además de un fenómeno de audiencias, el revulsivo necesario para derrumbar los cimientos del relato impuesto por Telecinco durante dos décadas. Por más que la cadena se empeñe en hacer cómplice a toda una industria del corazón del supuesto error cometido con Rocío Carrasco, lo cierto es que ha sido exclusivamente en los platós de Fuencarral donde se ha erigido a Antonio David Flores como padre modélico y víctima de su ex mujer.
Esta ha sido durante años la práctica habitual de los espacios del corazón en Mediaset, especialmente de Sálvame y sus programas ‘hermanos’: controlar el relato y dividir las historias entre buenos y malos en función de sus intereses, disfrazando ese posicionamiento como la divulgación de una verdad absoluta. No se puede ignorar que, mientras Telecinco tuvo buena relación con Rociíto –en la época en que ella trabajaba en Hable con ellas–, se instaló en la cadena un silencio sepulcral sobre su relación con sus hijos.
Pero el silencio no es rentable en televisión, y la entrada de Antonio David Flores a GH VIP en 2019 abrió la veda para rendirse de nuevo a los pies de un personaje que sí estaba dispuesto a dar jugosos titulares y a mostrarse como la víctima de un ser cruel y despiadado. Ahora, tras exprimir hasta la última gota el relato del ex guardia civil, la cadena acude por primera vez a la otra parte.
"Yo he contribuido a esto", lamentaba Belén Esteban, compungida al golpearse de bruces contra la dura realidad de Rocío Carrasco. Sí, Belén Esteban y cualquiera de sus compañeros, bien por manipulación o bien por omisión, han sido partícipes de un relato sesgado que ha beneficiado a una de las partes, además de a la empresa que le ha dado cobijo.
Cuando la resaca emocional amaine y los hechos puedan analizarse de forma pausada, se pondrá sobre la mesa la actuación de una cadena que, conociendo el desgarrador relato de Rocío Carrasco, siendo poseedora de esa verdad que desmonta "25 años de mentiras", ha utilizado al supuesto verdugo de una mujer maltratada para cebar a la gallina de los huevos de oro.
Sin querer –o sí– han revelado un negocio indecente: el afán por rentabilizar las tragedias humanas sin que importen las consecuencias, contar la verdad para seguir facturando.
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