Charlene de Mónaco, princesa a la fuga
La esposa de Alberto II cada vez asiste a menos actos públicos y en los dos últimos meses no ha sido vista ni fotografiada en el Principado.
"Seré una princesa a mi manera". Con esta declaración de intenciones antes incluso de dar el 'sí quiero' a Alberto de Mónaco, no extraña que la princesa Charlene haga un poco lo que se le antoja con su agenda oficial en el Principado. Aunque siempre ha ido un poco a su aire, en los dos últimos dos meses no ha sido fotografiada en ningún acto en Mónaco y su ausencia fue aún más sonada en Japón durante la entronización de los nuevos emperadores Naruhito y Masako, ceremonia a la que asistió casi toda la realeza. Alberto de Mónaco asistió sin su esposa en lo que ya se está convirtiendo casi en una costumbre en sus apariciones públicas.
La ex nadadora olímpica, pese a que antes de contraer matrimonio con Alberto II pidió a los monesgascos comprensión y que le dejaran un "tiempo de adaptación", parece que no se ha acomodado en absoluto a su nuevo rol, ni tiene intención de hacerlo. Charlene se alejó casi por completo de las miradas cuando anunció el embarazo de sus mellizos Gabriella y Jacques hace cinco años y su ausencia, a estas alturas, ya resulta algo normal en Mónaco.
Desde que nacieron los niños, Charlene tampoco acude al tradicional Baile de la Rosa, la elegante gala anual que celebra Mónaco para dar la bienvenida a la primavera. A la princesa no le gusta ser el centro de atención y es prácticamente imposible verla en los actos más emblemáticos de la familia Grimaldi. Pero no sólo se trata de fobia social. Es un secreto a voces en el Principado que la esposa de Alberto y su cuñada Carolina no se llevan bien. Ni siquiera quieren cruzarse en los eventos familiares, como sucedió en la boda de Pierre Casiraghi, hijo menor de Carolina, con Beatriz Borromeo.
A petición de su marido, Charlene acude prácticamente obligada al Baile de la Cruz Roja que se celebra en julio o a las fiestas de Santa Devota, patrona del Principado, sobre todo cuando también están presentes sus hijos. Este año acudió a la gala con un espectacular vestido verde con capa de la colección atelier de Versace, donde marido y mujer se dedicaron muestras de cariño para acallar los rumores que hablan de la mala relación del matrimonio desde que se casó hace ocho años.
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Cuando acompaña a su marido hace honor a su apodo de 'princesa triste'.
Otros actos en los que se ha dejado ver este año con cara desanimada fueron la 59 edición del Festival de Televisión de Montecarlo, el Gran Premio de Fórmula 1, o la visita de Estado del presidente de China Xi Jiping. Esto contrasta con aquellas polémicas fotos que publicó la revista italiana Oggi en las que se veía a la princesa animada y sonriente a bordo del yate Lionheart, propiedad del magnate Philip Nigel Ross Green, junto a un atractivo y anónimo caballero. Lo mismo ocurrió cuando disfrutó en la intimidad de su familia de una fiesta privada en la Polinesia Francesa al lado de celebridades mundiales como Lady Gaga. Es fiel a su apodo de 'princesa triste'.
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