Britney Spears, de niña desbocada a mujer controlada
La caída a los infiernos de la 'princesa del pop'
Un documental, que estrena el canal Odisea hoy lunes por la noche, revela los abusos que ha sufrido desde los 10 años de personas de su entorno, como su propio padre
Britney Spears lleva 12 años encarcelada por su propio padre, pero toda una vida sometida al abuso colectivo. Quizás haya un intento social de redimirse en el documental que ha dado la vuelta al mundo, Framing Britney Spears, que estrenará este lunes a las diez de la noche en España el canal Odisea. Producido por The New York Times, este trabajo recoge el testimonio de muchos de los que rodearon a la estrella hasta que dejó de brillar. Un montaje que la muestra como la niña de pueblo que era, desde que subió a su primer escenario con 10 años hasta que se convirtió en la 'princesa del pop' vestida de colegiala.
Aquella sexualización en Baby one more time siendo aún menor de edad, ardiente pero virgen, desató el fenómeno. "Lo genial no es la parte sexual, sino el control y el mando sobre ella misma", señala el crítico Wesley Morris. "Yo sé de todos los contratos que estoy a punto de firmar. No soy sólo una chica que escucha a mi mánager. Estoy donde estoy porque tengo el control", decía la artista antes de que se lo arrebataran.
El fin de su relación con Justin Timberlake, que se alzó como el macho alfa capaz de desvirgarla, marcó el principio del deterioro de su imagen pública. El propio cantante acaba de pedir disculpas, avergonzado. Más tarde tuvo dos hijos seguidos con Kevin Federline, del que se divorció poco después, acechada por las informaciones que la cuestionaban como mujer y como madre.
La nube de flashes y la asfixia mediática que la rodeaban la llevaron al límite, y perdió su custodia. "No quiero que nadie me toque. Estoy cansada de que todos lo hagan", dijo mientras se rapaba la cabeza en un vídeo que corrió como la pólvora. Por aquel entonces, las burlas y las críticas por su deterioro físico y mental eran ya demoledoras. En ese momento de debilidad caería en las garras de un hombre, Sam Lufti, que se apoderó de su vida y de sus finanzas, llegando incluso a drogarla.
Hoy se señala a su padre, Jamie Spears, como el gran beneficiado de su bajada a los infiernos desde que obtuvo la tutela por incapacidad mental. Él la mantiene vigilada las 24 horas, decide quién la visita, tiene acceso a sus médicos y el control de su fortuna. También de sus giras y contratos. La artista siempre mostró su miedo y rechazo hacia él. Sin embargo, aceptó para poder ver a sus hijos y pronto volvió al escenario, proyectando una imagen que no era ni por asomo la de la incapacidad. Hasta que en 2019 desapareció. Canceló su show en Las Vegas e ingresó en una clínica psiquiátrica de forma voluntaria.
Esa era la versión hasta que un abogado desveló que en realidad fue obligada a ello. El movimiento Free Britney acababa de nacer y la cantante reunía el valor para un último intento judicial, aunque poco alentador: El juez dictó que Jamie Spears siga siendo el tutor, no solo de sus cuentas –que controlará ahora junto a una empresa privada y ya no en exclusiva–, también de su persona.
"Mi hija va a ser tan rica que me va a comprar un barco". Eso fue lo único que la ex mánager de la cantante escuchó de su boca. Hoy, incide en que ese padre nunca la apoyó. Con sucesivos fracasos económicos y una adicción al alcohol, jamás fue una pieza importante en su vida hasta que se adueñó de ella. ¿Le hubiera ocurrido esto a un hombre en América? El debate está servido. Lo que hoy importa es que, aunque parezca increíble, Britney sigue en pie.
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