La boda real exalta el lado más patriótico de los británicos

En medio de una avalancha de banderas británicas y artilugios patrios, decenas de miles de personas se echaron a las calles de Londres para no perder detalle del trayecto de la comitiva real y vivir la boda del año.

Commo era de prever, los aledaños al templo estaban completamente abarrotados.

Foto: Reuters
Commo era de prever, los aledaños al templo estaban completamente abarrotados. Foto: Reuters
Patricia Rodríguez/ Efe

29 de abril 2011 - 16:50

Pamelas convencionales a tono con la tradición, sombreros más estrambóticos con las imágenes del príncipe Guillermo y Catalina, rostros pintados de azul, rojo y blanco o pelucas gigantescas fueron sólo algunos de los variados complementos que los más patrióticos escogieron hoy para meterse en ambiente y mostrar su apoyo a la familia real. Y es que el casamiento del príncipe Guillermo y Catalina desencadenó el alboroto popular en la capital, donde los más monárquicos dieron rienda suelta a su fervor nacionalista y los curiosos presenciaron en directo un momento histórico.

"En momentos así me siento muy, muy orgulloso de ser inglés; eventos como éste hacen que los británicos nos sintamos unidos", indicó Jim, un ciudadano de Londres que se desplazó a primera hora al palacio de Buckingham acompañado de su mujer y sus dos hijas.

Ese mismo sentimiento lo compartieron hoy muchísimos de los presentes, como Claire, una ciudadana de Newcastle que, al grito de "Viva la Reina", se confesó "cien por cien patriótica" y reveló que algunos de los motivos que le movieron a acercarse hoy a la abadía de Westminster fueron su "devoción por la reina" y su "amor por el príncipe Guillermo".

Pero la monarquía tampoco dejó indiferentes a los extranjeros, entre ellos Christina, una adolescente brasileña disfrazada de pies a cabeza que aterrizaba anoche en Londres para celebrar su quince cumpleaños junto con su madre, Brenda. Defensoras de la monarquía, ambas mujeres consideraron que esa institución es "importantísima para el Reino Unido y contribuye en gran medida a alimentar el turismo del país".

De hecho, un argumento parecido esgrimió una estudiante noruega, Catherine, levantada desde las cuatro de la madrugada para vestirse de gala para la ocasión con un sofisticado vestido tocado en blanco y negro. "Es importante mantener la monarquía por la tradición y porque gran parte de la cultura británica desaparecería si esa institución desapareciera", afirmó.



A otros espectadores, como Monica, una anciana originaria de Sri Lanka y residente en Hertfordshire desde 1960, fue el "amor profundo por Diana" lo que hizo que se plantara con su silla plegable y sus mil abalorios reales cerca de la abadía. "Me siento británica y patriota. Soy una gran fan de Lady Di y tengo a la familia real en la mayor de las estimas. Sentía que hoy tenía que darles todo mi apoyo", explicó.

A los numerosos espectadores que campaban estoicamente desde hacía días en las inmediaciones de la abadía de Westminster y el palacio de Buckingham se les unían hoy desde primera hora miles de ciudadanos que querían ser testigos en primera fila del recorrido que siguieron los recién casados tras sellar sus votos.

Exclamaciones de asombro, gritos de "William y Kate" y algarabía popular recibieron a la radiante pareja nada más abandonar el templo en la majestuosa "State Landau", una carroza descubierta tirada por cuatro caballos, acompañada atrás por la guardia real a caballo y seguida por varios carruajes en los que viajaban la reina Isabel II, el duque de Edimburgo y otros miembros de la familia real.

Con amplias sonrisas, los novios saludaron a los congregados en todo momento a lo largo de una ruta meticulosamente planeada que los llevó por el centro de la ciudad hasta el palacio de Buckingham, donde la reina ofrecía una recepción con canapés. Allí, en palacio, llegó uno de los momentos más esperados del evento: el tímido pero emotivo beso que se dieron los novios, lo que desató el alboroto de un público que se regocijó, todavía más, cuando Guillermo besó por segunda vez a su ya esposa Catalina.

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