La boda que generó el fenómeno Isabel Preysler
Medio siglo de crónica social
El viernes 29 se cumplirán 50 años del mediático enlace entre Preysler y Julio Iglesias, un evento por sorpresa en Illescas que hizo que se convirtiera en 'reina' de la prensa del corazón
El próximo viernes, 29 de enero, se cumplirá medio siglo de la boda de Isabel Preysler y Julio Iglesias, una de las parejas más populares del país, en la iglesia de la localidad toledana de Illescas. Él es hoy una estrella internacional y ella sigue manteniendo impecable su estatus de 'reina de corazones'. Desde luego ha conseguido optimizar su capacidad de deslumbrar.
Cuando se conocieron, Julio empezaba a destacar como cantante, e Isabel era una filipina de buena familia recién llegada a Madrid que comenzaba a dejarse caer por las fiestas de la alta sociedad. Su enlace fue una sorpresa.
Fue aquel 29 de enero de 1971 cuando por primera vez Isabel comenzó a despertar las envidias del público, aunque con el tiempo le serían muy rentables. Todos se preguntaban quién era esa belleza oriental que había seducido a Julio Iglesias. ¿De dónde venía? ¿Cuál era su currículum? La opinión pública sólo vio las fotos de la boda, una ceremonia íntima y sencilla en las que Isabel lucía un traje blanco radiante del modisto Pedro Rodríguez, regalo del novio. Pero poco más se sabía de ella. Sólo que era una guapa chica filipina con aspiraciones de modelo. Y aún se tardaría un tiempo en descubrir hasta qué punto Isabel Preysler estaba dispuesta a conseguir que se perpetuara su recién adquirida fama.
El anuncio de la boda fue un bombazo, incluso para las familias de ambos, bastante conservadoras y católicas, que tenían preparados mejores planes para cada uno de ellos por separado. A los padres de Isabel les pareció una auténtica locura que su hija se uniera a un simple cantante de forma tan precipitada –nadie sospechaba que en su cuerpo pudiera estar gestándose un bebé, la futura Chábeli–.
Y a los padres de Julio, aunque tenían la esperanza de que estas nuevas responsabilidades sirvieran de revulsivo a su hijo para renunciar a sus aspiraciones en el mundo de la música y proseguir su carrera de Derecho, también Isabelita les parecía muy poco. Sobre todo, a la madre de Julio, Charo de la Cueva, una mujer de agrio carácter que empezó a llamar despectivamente a Isabel 'la China', ya que anhelaba que su hijo se casara con una chica madrileña de alta alcurnia. "A Charo nunca le gustó Isabel. Mientras duró el matrimonio con su hijo no tuvo mas remedio que aguantarse y poner buena cara, pero nunca fue santo de su devoción", afirman allegados.
El problema siguiente radicó en buscar el sitio idóneo para que el matrimonio tuviera repercusión, pero no levantara demasiado revuelo. La obsesión de Julio era que no afectara a su carrera musical hacia el estrellato, aunque no pretendía que nadie dudara de su amor. Tampoco quería eludir a los plumillas, que eran sus amigos, sus confidentes. Muchos de los periodistas de las páginas de sociedad, estrellas de entonces, como Jaime Peñafiel o Tico Medina, eran muy buenos amigos suyos.
El lugar escogido para la ceremonia fue el pueblo toledano de Illescas, a unos 40 kilómetros de Madrid. Ni muy lejos, ni muy cerca. La pareja se casó el 29 de enero de 1971 en un día de lluvia torrencial y de ambiente frío en las calles, no así dentro de la iglesia, templada con el calor de los asistentes. Ante la ausencia de Carlos Preysler, que prefirió quedarse en Filipinas, actuó como padrino de Isabelita su tío, José María Preysler.
La boda se convirtió en un acontecimiento social, desbordó todas las previsiones, con las cámaras del viejo Nodo y una multitud de fotógrafos que quisieron inmortalizar el momento. De las 200 personas que acudieron al ágape, la gran mayoría venía de parte del novio. El banquete, que fue pagado por el doctor Iglesias Puga, consistió en un cóctel de bienvenida seguido de una exquisita cena que consistió en crema de langosta, lenguado a las dos salas, tournedó a la fruta con champiñones y de postre, una tarta de varios pisos que fue cortada entre vítores por los novios quienes, a las pocas horas, marcharon hacia Maspalomas, en el sur de Gran Canaria, para pasar una corta luna de miel.
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