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Alberto y Charlene de Mónaco: una boda triste y un reencuentro tardío

Tras años de especulaciones, la pareja celebra su noveno aniversario de casados más cerca que nunca.

El príncipe Alberto y Charlene saludan desde el balcón del Palacio Grimaldi. / Efe
Fátima Díaz

02 de julio 2020 - 15:15

Nueve años han transcurrido ya desde que Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock se dieron el 'sí, quiero' Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock sí, quiero'en dos ceremonias , una civil celebrada el 1 de julio de 2011, y otra religiosa el día 2, ambas en el Principado y bajo la atenta mirada de los medios de comunicación de todo el mundo. Un enlace protagonizado por la tristeza y melancolía de la novia, una Charlene bellísima vestida de Dior pero con cara de estar bajo gran presión o nerviosismo.

Charlene, llorando a la salida de su boda religiosa. / RTVE

Nueve años después, los problemas de salud del príncipe Alberto (que hace unos meses se contagió del covid-19, aunque lo superó sin problemas) parecen haber acercado a Charlene a su marido, tras años de ausencias, distanciamiento y rumores. Ahora viven una segunda luna de miel.

La ex nadadora sudafricana tuvo que renunciar a su fe protestante para convertirse al catolicismo y así poder casarse con su príncipe. Además, aprendió francés, historia de Mónaco y de protocolo, clases estas últimas que le impartieron el chambelán de palacio y Virginia Gallie, la dama de honor de Carolina. Su boda religiosa se celebró un día después de su enlace civil. Una unión que sellaron con un romántico beso en el balcón de palacio ante la atenta mirada de los monegascos. Pero lo que se debería recordarse como un día especial y alegre, al echar la vista atrás, en el imaginario colectivo está grabada la imagen de la novia, a la que apodaron "la más triste de la realeza".

En una de las imágenes de aquel día tras el oficio religioso, Charlene salía de la iglesia del brazo de su marido, sin poder contener las lágrimas. Durante toda la ceremonia, que se llevó a cabo en el patio de honor de palacio de los Grimaldi, su rostro reflejó una inmensa tristeza. Algunos medios publicaron que había estado a punto de ser una novia a la fuga, ya que el día anterior a la boda trató de escapar del Principado. El príncipe Alberto lo ha desmentido posteriormente en varias entrevistas.

La princesa, del brazo de su marido (en un gesto insólito), en una de sus últimas apariciones. / Efe

A ello hay que sumarle que los recién casados, que viajaron a Sudáfrica para disfrutar de su luna de miel, se hospedaron en hoteles distintos, algo cuanto menos sorprendente en una pareja que acaba de contraer nupcias. Aunque alegaron motivos de seguridad, de nuevo se vio un indicio de rareza matrimonial. Además, el hecho de que Charlene apenas tuviera agenda oficial, algo que luego ya hemos asumido como normal, y que cuando apareciera lo hiciera con semblante decaído, provocó que muchos pensaran que algo se estaba cociendo en palacio.

El príncipe Alberto y Charlene se besan en el balcón del Palacio Grimaldi tras su boda civil. / Efe

Charlene se mostró triste, fría y distante en su boda. La ex nadadora parecía estar en un funeral en vez de en su propio enlace. Sus lágrimas no parecían de felicidad sino de pena. No obstante, su amor se ha mantenido a flote con el paso de los años,y el 10 de diciembre de 2014 nacieron sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella. Los pequeños fueron presentados en sociedad el 7 de enero de 2015, con la tradicional salida al balcón del Palacio Grimaldi. También existen rumores de que la pareja vive separada; él, en Mónaco, ella en Francia. Cada pareja es un mundo y quizás ellos han encontrado la forma de ser felices así. Con todo, en las últimas semanas la princesa Charlene ha retomado sus actividades públicas, siempre del brazo de su esposo y más feliz que nunca. Dicen que en los últimos meses ha vivido más tiempo en Montecarlo que en los nueve años anteriores, que ya es decir.

Foto oficial del matrimonio con sus mellizos: Jacques y Gabriella. / Efe

El matrimonio de Alberto de Mónaco y Charlene ha estado cuestionado desde el minuto cero, desde antes incluso de casarse. Según publicaron medios franceses en junio de 2011, cuando la sudafricana accedió a casarse con el soberano monegasco, se vio obligada a firmar un contrato prenupcial en el que se exigía que debía darle al menos un heredero y pasar cinco años casada hasta poder optar al divorcio. Este duro contrato venció el 1 de julio de 2016 y, cuatro años después, vemos que la princesa sigue al lado de su marido, lo que lleva a pensar que quizás no sean ciertas todas las polémicas que han sobrevolado sobre la pareja estos últimos años.

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