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Familia Real española
Pablo Nicolás Urdangarín de Borbón, el segundo hijo de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín, cumplió el miércoles la mayoría de edad. El sobrino de Felipe VI ha heredado el atractivo de sus padres: ojos azules, abundante pelo rubio y figura esbelta. Es zurdo, un chico trabajador, deportista y destaca por ser más sociable que su hermano mayor Juan, mucho más reservado e introvertido.
Pablo vino al mundo en un día muy señalado en la agenda de la Casa Real, pues cada año tienen en esta fecha compromisos institucionales a los que no pueden faltar como representantes de España y su Constitución. Este hecho supone que, al menos en el marco público, la mayoría de edad del sobrino del Rey quede relegada a un segundo plano, y más aún desde que en 2014 Felipe VI decidiera distanciarse de su hermana y su familia tras el escándalo del Caso Nóos.
Con su adolescencia desarrollada en Ginebra, lejos de sus primos, tíos y abuelos, los cuatro hermanos Urdangarin Borbón se unieron aún más y buscaron una afición en la que centrar su atención y descubrir su pasión. El hobby de Pablo siempre fue el deporte. Durante su estancia en Washington destacó en el fútbol; en sus vacaciones en Mallorca disfrutaba con el surf y la vela, pero su auténtico don está en el balonmano, como su padre.
De hecho, actualmente vive en Hannover, en Alemania, donde hace su vida en una residencia de estudiantes para futuros profesionales de elite de este deporte. La escuela Gudrun Pausewang Grundschule está creada para las promesas del balonmano, con clases por la mañana y entrenamientos por la tarde. En este ambiente, Pablo milita en el club TSV Hannover Burgdorf, con el que ya ha jugado varios partidos y en el que se ha ganado el respeto y los halagos de sus compañeros.
Pablo Nicolás es, junto a su hermano mayor, el que más está sufriendo con el encarcelamiento del ex duque de Palma, ya que son los únicos que han ido a visitar a su progenitor en la prisión de Brieva. Iñaki fue un ejemplo para su segundo hijo, al menos en el terreno deportivo, algo que ha quedado empañado con la sentencia carcelaria pero que, en cuanto al amor fraternal, no parece haber menguado pese a todo.
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