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Pocas estrellas del cine mudo más allá de Hollywood alcanzaron su fama, truncada por una prematura muerte en una vida desbordada por los acontecimientos. Su última escena en la pantalla resultó ser una premonición de su final.
Ruan Lingyu destacó como actriz principal en la China de los años previos a la Segunda Guerra Mundial que transformaría un país lastrado por su pasado colonial tras milenios de civilización imperial.
La joven estrella actuó en 29 cintas en apenas 9 años de carrera cinematográfica. Ruan dentro y fuera de la pantalla rompió con la estética impuesta hasta los años 30, repleta de figuras femeninas arregladas a la moda occidental.
Ella vestía con el tradicional ‘qipao’, encarnaba el orgullo popular, la virtud y la generosidad de los tiempos dorados de Oriente.
Su sola presencia en pantalla aliviaba el sufrimiento de una población humillada ante la guerra que iba a devastar su territorio y las amenazas japonesas, que terminaron teniendo carácter de genocidio.
Mientras, la vida de la gran estrella del cine de aquel país transcurría en paralelo a la de sus personajes en títulos como Love and Duty (Amor y deber) (1931) y The Goddess (La Bondad) (1934).
Era madre, esposa, amante, intelectual, activista, heroína. Y en cada actuación parecía liberar una parte de ella misma. “Vivir felizmente acompañada por un buen hombre”, aspiraba. Ruan resumía así toda su ambición, en la que se reconocían millones de mujeres.
Sin embargo, desde su primer matrimonio, con tan sólo 16 años, se emparejó de amores infieles y maltratadores, con quienes solo buscaban en ella el beneficio propio. Abandonó a su marido de años juveniles y buscó refugio en otra relación, pero nada cambió.
Su vida sentimental nada sumisa escandalizó a la alta sociedad y la prensa sensacionalista china acosó a Ruan hasta su derrumbe. Sufrió un acoso cruel. Fue víctima de su tiempo y de una prensa azuzada por los arquetipos y los reproches.
En su penúltimo estreno, New Women (Nuevas mujeres) (1935), la presión condujo a su personaje, inspirado en la historia de otra actriz, por una lenta agonía hasta caer en un intento de suicidio. Entre alientos, la protagonista de la ficción se resistía, quería seguir viva, pese a quevlos diarios anunciaban su muerte antes de tiempo.
Y tras el rodaje ella confesaba su anhelo de convertirse en esa mujer nueva de la
película, capaz de recuperar el control y vencer su fragilidad.
Pero meses después, Ruan decidió poner fin a su vida con 24 años. Dejó unas notas en las que se leía: “Los rumores infundados son temibles”. Otro grito en silencio antes de su entierro, en un final como
la última escena, donde una multitud marchaba pisando las hojas de un periódico con su obituario.
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