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"¿El hombre más fuerte del mundo? No me da miedo. Yo soy la niña más fuerte. No olvides ese detalle", dice Pippilota Langstump cuando en la feria se topa con el forzudo. La frase, envalentonada, resume al personaje y al mensaje de su autora, Astrid Lindgren. Pippi, hija de un pirata que le surtía de monedas de oro, vivía sola en un pueblo de Ikea en compañía de un caballo y mono; y repudiaba a la policía y a los funcionarios estirados que la querían domesticar. Ahora que en la televisión y el cine se buscan a toda costa protagonistas femeninas ejemplares, la actriz Inger Nilsson ya hacía lo que le daba la gana mucho tiempo atrás. Incluso dejando en evidencia a los forzudos de la feria.
La serie sueca Pippi cumple medio siglo cuando sus novelas (presuntamente) infantiles rondaban hacía ya trienios por los hogares nórdicos. Comenzaron a publicarse hace 73 años, tras un buen tiempo en el cajón de su autora, que ideó a esta pelirroja de trenzas estiradas y minifalda breve como eje de los cuentos que en la pesadilla de la posguerra contaba a sus hijos antes de dormir. Pippi tenía aire de esperanza báltica. Debió llamarse "Mediaslargas", pero como la censura aquí veía fantasmas eróticos donde no los había, para los españoles se quedó en "Calzaslargas". Durante los primeros episodios ofrecidos en los sábados de la Primera Cadena de 1974 TVE anuncia la serie como Pipa Calzaslargas hasta que el lógico Pippi, como leíamos en los títulos de crédito, se impuso. A no ser de que hubiera un bromista entre los programadores de la RTVE del futuro ministro del Interior Juan José Rosón, el estreno de Pippi en la agonía del tardofranquismo sólo se explica como la intención de airear desde la programación infantil la cadena pública. La sueca trajo aperturismo y modernidad a su manera. Europa se colaba por España a través de los turistas o de futbolistas como Cruyff.
Pippilota fue antecesora de tantas heroínas, a veces forzadas, que llegan a las pantallas. Es la criatura de la ingeniosa señora Lindgren, que falleció en 2002 a los 95 años. En España acaban de reeditarse los libros de la pecosa, que edita Blackie Books.
La niña encarnada por Inger Nilsson está unida a la memoria de los niños de los años 70, redescubierta por las generaciones siguientes en reposiciones, ediciones en dvd y ya últimamente gracias al universo de youtube. No hay una antecesora más deliciosamente descarada, anárquica y liberal que la amiga de Tommy y Anika; el terror de los policías tontos, personificados en la autoridad de Klin y Klan.
Pippilotta Victualia Rogaldina Shokominsha estuvo en la sobremesa de los sábado hasta la primavera del 75, poco antes de que Heidi tomara aquel horario a lomos de sus nubes. Un modelo de niña cursi, coproducida entre Japón y Alemania, tan amigos de Franco, que despidió al dictador antes de marcharse a su túmulo en la Sierra. Para los niños de entonces ya sabíamos que Pippi era la más fuerte.
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