Curiosa anécdota
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Antonio de la Torre · Actor
s probable que pocos se acuerden de la etapa del Antonio de la Torre periodista en Canal Sur. Su gran sueño era convertirse en actor y tanto va el cántaro a la fuente (en este caso tanto fue el malagueño a Madrid en busca de su oportunidad) que hoy es un imprescindible del cine español, además de una de esas personas con las que gusta hablar, que se nota se desvive por su trabajo y que habla de su último papel con el mismo brillo en los ojos del primero. Después de unos inicios tímidos en el mundo de la interpretación, a De la Torre le llegó su gran oportunidad en 2006 con AzulOscuroCasiNegro, gracias a la que ganó el Goya al Mejor Actor de Reparto. Luego vino Gordos y desde ese momento su nombre es un habitual de la lista de nominados de los Goya. En su último filme, Que Dios nos perdone, que presentó la semana pasada en el Festival de Cine de Sitges, interpreta a un policía con disfemia que trata de dar caza a un asesino en serie durante los días del Movimiento 15-M. Hablador como de costumbre, atendió a la prensa en la fiesta que ofreció ron Bacardí con motivo de su premio Espíritu Indomable.
–En esta película sí que estaría bien el Goya...
–Es muy difícil ganar un Goya, la nominación en sí es un premio y te lo digo de verdad.
–Pero son ya demasiadas nominaciones seguidas. Ya toca, ¿no? ¿No lo ve como una injusticia?
–¡Niego la mayor! Y lo razono. Me nominaron a los Goya por primera vez en 2007 por AzulOscuroCasiNegro y lo gané, luego en total he tenido ocho nominaciones, ¡es una barbaridad! El otro día leí un informe que afirma que sólo el 8% de los actores viven de esto y yo estoy en ese pequeño porcentaje. Eso ya es todo un privilegio.
–Háblenos de su último papel, un hombre con tartamudez, ¿mucha responsabilidad?
–Enorme. Desde luego la preocupación más grande que yo tenía era la de interpretar a un disfémico, porque me parecía un tema demasiado delicado como para hacer una caricatura o que alguien se sintiera mal. Es una gran responsabilidad para mí. Tanto que me ofrecieron el papel y tardé casi un año en dar una respuesta, me costó decidirme pero al final entendí que debía hacerlo con respeto y asumir esa parte de riesgo de cualquier personaje.
–Se ha preparado con un coach. ¿Le resultó más fácil de lo que creyó?
–Por suerte apareció Isidoro Ruiz, uno de los portavoces de la Fundación Española de la Tartamudez, es un tío muy cinéfilo y supervisó mis diálogos en el rodaje. Él fue clave para que yo me atreviera. Convivimos durante todo el rodaje y ensayamos mucho. Toma a toma cuidando cada detalle. Ha sido mi alter ego.
–¿Y no le ha pasado que después de la película ha tartamudeado sin querer?
–No tartamudeo cuando no toca (risas). Ya hace un año de eso. La verdad es que al principio estaba en una dinámica muy imitativa, pero uno no tartamudea por imitación. Va mucho más allá. Una persona con tartamudez no se es cuando quiere, va más allá. Es la frustración de querer comunicarte y no poder hacerlo como quieres, esa sensación de que tú eres una persona y que lo que le transmites al mundo es otra cosa. Para mí ha sido lo más difícil, un plus extra a desempeñar bien un papel.
–En Sitges la pregunta es obligada. ¿Le gusta el cine de terror?
–Me encanta, me flipa. Una de mis películas favoritas es El exorcista y me encantaría algún día hacer una película de este género, pero nunca nadie me llama para un papel así.
–Sigue siendo un género minoritario en España...
–Ahí hay un debate, creo que hay falsas ideas del cine que se hace en España. He escuchado muchas veces decir que aquí sólo se hacen películas de la Guerra Civil y un informe de hace dos años demostró que de las últimas 860 películas que se habían hecho en España sólo unas ocho eran de esta temática. No es ésa la percepción que se tiene en Europa sobre el cine español. Fuera aseguran que hacemos grandes películas de este género, me lo han dicho muchas veces.
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