Onassis, una saga castigada

Desde que Alexander Onassis falleció en un accidente aéreo en 1973, la vida de los magnates se llenó de desgracias

I. Brea

17 de marzo 2017 - 22:57

Muchos lo llaman maldición y otros hablan del karma, que termina dando a cada uno lo que ha sembrado, pero lo cierto es que la vida de los Onassis nunca ha sido un camino de rosas.

Desde que el hijo del armador, que estaba destinado a ser el heredero del imperio, perdió la vida en un accidente aéreo con sólo 23 años, la saga de los Onassis entró en un bucle de desgracias y destrucción en el que los suicidios han tenido demasiado peso.

La primera que no soportó la muerte de Alexander Onassis fue su madre, Athina Livanos, que después de pasar por una fuerte depresión decidió quitarse la vida con una sobredosis de barbitúricos a los 45 años. La vida de Tina, la primera esposa del que fuera el hombre más rico del mundo, nunca fue fácil y estuvo marcada por las numerosas infidelidades del armador griego. A pesar de que se casó en tres ocasiones (la última con el mayor rival de Aristóteles Onassis), nunca fue feliz.

También el gran amor de Aristóteles, la cantante de ópera María Callas, estuvo marcada por la desgracia. La soprano rompió su matrimonio para estar junto a Onassis y nunca terminó de aceptar que la dejara para iniciar una relación con Jackie Kennedy. A raíz de este romance, Callas intentó quitarse la vida en varias ocasiones, aunque finalmente fue un infarto lo que la mató. Tenía 55 años.

Aristóteles Onassis pudo tenerlo todo (se decía que si hubiera querido vender todos sus activos a la vez, la bolsa de Wall Street se habría hundido) y, en cambio, murió solo en su casa francesa de Neully Sur Seine y arrepentido de no tener a su lado a María Callas, la que sin duda fue el gran amor (atormentado) de su vida. También el armador griego entró en depresión desde la muerte de su hijo Alexander, aunque la causa de su muerte fue una neumonía.

Cristina, su única hija y heredera universal del imperio (con el permiso de Jackie Keneddy, que logró arañar un tercio de esta millonaria herencia a través de un acuerdo prenupcial con el armador) fue la última víctima de la maldición de los Onassis. Acostumbrada a una vida de excesos y obsesionada por perder peso, con una adicción reconocida a los barbitúricos y las anfetaminas, Cristina falleció en la bañera de su casa de Sao Paulo por el ataque al corazón que le produjo un edema pulmonar, según consta en los documentos oficiales. Aunque fue la más rica del mundo siempre la acompañó el sobrenombre de 'pobre niña rica' que tan bien defendió Bárbara Hutton. Cristina nunca consiguió el amor, a pesar de que lo buscó encarecidamente con cuatro matrimonios fallidos.

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