"Nadie deja su profesión por nadie"
Muy noble en sus sentimientos -y muy amiga de sus amigos-, Marisa Jara fue ayer por la mañana la modelo invitada del Salón Internacional de la Moda Flamenca. Una cita que, aunque fuera durante unas horas, le permitió regresar a su tierra y, de paso, hablar para nuestros lectores de un presente, en muchos sentidos, ilusionante.
-¿Qué tal va todo, Marisa? ¿Contenta de estar en Sevilla?
-Mucho. Me encanta desfilar aquí. Esta pasarela está llena de sentimientos. Lo que pasa es que son pocas horas. Vengo de Londres y Madrid y, enseguida, hago el mismo camino de regreso. Pasaré tres semanas en Inglaterra y, de ahí, me marcho a Estambul y dos meses a Roma.
-¿Le acompaña su marido?
-No. Voy sola.
-¡Ah! ¿Y lo lleva bien?
-Sí. Viene a verme cuando puede y lo entiende. Es mi trabajo.
-Un año y media de casada… ¿Cómo es el balance?
-Espectacular. Muy bueno, la verdad.
-¿Dejaría su trabajo si él se lo pidiera?
-Eso no hace falta. Es compatible. Nadie deja su profesión por nadie. Todo puede compaginarse. A la pareja hay que admirarla y, si no tienes una ocupación, es complicado…
-Hace poco le hemos visto en una exclusiva contando la pérdida de un niño…
-Así es. Pero hay que tener buena energía, buen rollo para la próxima vez. Ahora mismo no puedo planteármelo. Sea como sea, es algo bastante común entre las primerizas.
-¿De ahí viene su delgadez?
-No, no. Fui a una clínica a Madrid y me enseñaron a comer bien y a tener un equilibrio emocional. Lo he notado mucho.
-¿Puede explicar su método para perder peso?
-Pues he dejado de picar entre horas, los dulces y he aprendido a tener disciplina. La comida está para alimentarse y no como un vicio. Es una obligación y ya está. Para mí, antes era otra cosa.
-¿No le ha dado 'mono'?
-Nada. Busco el azúcar en fruta y yogures. En otros alimentos que no sean la bollería industrial, que es lo que me volvía loca.
-¿Se considera entonces esclava del físico?
-No. En el día a día soy una chica normal a la que no le gusta maquillarse. Se me ha dado mucha "caña" en este sentido y con cuestiones como la celulitis (que vienen, precisamente, por mi dejadez). Lo importante es estar contento y feliz y, cuando te quitas el disfraz, volver a ser la mujer de treinta años que yo soy.
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