Cómo fue el regreso a casa: Mario Vargas Llosa dejó atrás La Moraleja de Isabel Preysler
"No me arrepiento de nada"
En una extensa entrevista en 'El País' el premio Nobel habla de su estado de salud y de su memoria a los 86 y cómo afrontó el acoso de los medios por su ruptura sentimental
Mario Vargas Llosa brinda con jerez a la memoria de Isabel Preysler al ingresar en la Academia Francesa
Mario Vargas Llosa, las ventosidades, la pichula y la caca de un pterodáctilo
Al cabo de un mes de revelarse la noticia de la ruptura entre Isabel Preysler y el escritor Mario Vargas Llosa, el premio Nobel disfruta en París de todos los preparativos de su ingreso en la Academia Francesa (el primer autor que no ha escrito su obra en francés que formará parte de esta institución fundada en 1633 bajo auspicios del 'literario' cardenal Richelieu). Paladea esta epifanía en París tras haber charlado con el periodista Manuel Jabois, en El País Semanal, donde desgrana recuerdos, vivencias (una vocación literaria rebelde en contra de un padre autoritario que de niño creyó que había muerto), opiniones y se expone en autorretrato de una persona mayor, con la mente bien lúcida pero que comienza a percibir que se agota la memoria y los impulsos.
Lo de verse durante estas semanas en las publicaciones del corazón, acentuado como el personaje de portada rosa que ha sido desde que hace años se anunció su relación de Isabel Preysler, lo ha sobrellevado con paciencia. ¿Su determinación? No dar declaraciones aunque le estuvieran esperando los micrófonos en sus paseos madrileños de madrugada. Ni tampoco quería entrar al trapo en la conversación con Jabois.
Vargas Llosa desea estar elegante en esta resaca de un proceso que ha sido doloroso en distintas vertientes, desde lo privado a lo mediático.
De la relación el escritor hispano-peruano desea quedarse con una evocación feliz pero que ya dejó de satisfacerle y colmarle. "La experiencia ha sido magnífica, pero no literaria. No voy a hacer un libro de eso", expone Vargas Llosa sobre si convertiría en relato esos años junto a la reina de las portadas de colores. Optó en su momento por la mirada sardónica que trasluce el pesimista y escatológico relato de Los vientos.
"Son dos mundos muy distintos, muy separados. Pero bueno, la experiencia se vivió y ya está, vuelvo a estar en mi casa, rodeado de mis libros", es la mayor precisión que quiere lanzar el autor de La fiesta del chivo sobre estos años donde en la casa de La Moraleja de Isabel Preysler tuvo lo que sería un vida de un mundo paralelo que terminó por desencantarle. Ese "vuelvo a casa" también supondría, quizá con el tiempo, su reencuentro con su ex esposa, Patricia Llosa, con la mediación de los hijos.
Desde el entorno de la madre de Tamara Falcó se llegó a responder que Preysler le reprendía por su actitud en la casa, que se lo tomara como un hotel, y que los celos de él fueron la causa de la ruptura de la pareja.
"No me arrepiento de nada, absolutamente", concluye, marcando distancia y cápsula de lo que fue su vida al lado de Isabel Preysler.
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