Cuando Marbella era una fiesta

La época dorada de la 'jet set', de los 60 a los 80, ya sólo es un recuerdo

Prueba de ello es que Gunilla saca a subasta su mansión

Una de las típicas fiestas ; de i. a dcha, Luis Ortiz, Gunilla, J. de Mora y Aragón, Khashoggi y su mujer.
Una de las típicas fiestas ; de i. a dcha, Luis Ortiz, Gunilla, J. de Mora y Aragón, Khashoggi y su mujer.
Fátima Díaz

25 de noviembre 2017 - 05:00

Marbella tuvo su edad de oro cuando Gracia de Mónaco miraba atardecer desde el Marbella Club y Onassis acariciaba el pelo de una Gunilla todavía niña. Ya habían llegado los primeros jeques árabes pero todo empezó mucho antes.

¿Qué ha sido de la jet set marbellí, de sus fiestas inacabables, del despilfarro, de la extravagancia que copaba las revistas del corazón?

Prueba de que nada es ya lo mismo es que esta misma semana se ha sabido que la que fue la reina de la milla de oro marbellí, la eternamente bronceada Gunilla von Bismarck, sacará a subasta en unos días Villa Sagitario, la mansión con vistas a Gibraltar que lleva más de dos años en venta por 50 millones de euros. La pareja de Luis Ortiz ha encontrado por fin una solución a su agonía y ha introducido la propiedad en la casa de subastas Concierge Auctions, que la sacará a licitación pública en Nueva York el próximo martes. La firma que va a vender la casa de Gunilla tiene el cuartel general en Nueva York y es una especie de Christie's del ladrillo. Esta empresa monta alrededor del mundo subastas inmobiliarias de lujo y ha vendido mansiones a vips como Michael Jordan o Cher.

Por si fuera poco, y para que todo el mundo se entere, el casoplón también puede visualizarse en Facebook. Todo aquel interesado puede hacer una visita virtual por el palacete que, según la descripción para la subasta, tiene 2.700 metros cuadrados, helipuerto, una biblioteca privada, amplios salones, una zona de cine con bar anexo, terraza de invierno, solarium y una cocina inmensa. Por supuesto, también piscina enclavada en un inmenso jardín en medio de la serranía y con vistas a Gibraltar. En total 12 habitaciones y 13 baños.

Luis y Gunilla no abandonarán la Costa del Sol, aunque sí se irán a una residencia "más pequeña". Ella no se cansa de decir por activa y por pasiva que "Marbella ya no es lo mismo. Los que hicieron que esta ciudad fuera conocida internacionalmente ya no están. Alfonso Hohenlohe, Jaime de Mora... Ahora hay gente muy guapa, pero no tienen ese carisma. Aun así me sigue gustando el ambiente". Y si Villa Sagitario pasa a la historia, será una nueva etapa, para Gunilla y para la ciudad.

Haciendo historia, Marbella se inventó cuando en 1945 el aristócrata Ricardo Soriano compró por 110.000 pesetas de la época 220.000 metros cuadrados que conviertió en residencias para viajeros de origen francés que paraban allí de camino al puerto de Algeciras con destino a Argelia. Aunque sería el sobrino de Soriano, Alfonso de Hohenlohe, quien realmente edificaría la Marbella mítica. Alfonso de Hohenlohe (1924-2003) un príncipe alemán cuyo padrino era Alfonso XIII. Vivió de acá para allá y amasó dinero en México introduciendo Volkswagen en ese país. En 1954 fundó el Marbella Club en lo que todavía, en cierta medida, seguía siendo un pueblo de pescadores.

Los ricos y famosos del mundo se enamoran de ese rincón del Mediterráneo todavía virgen y donde todo se hallaba a medio camino entre la bohemia y la pura locura. Hohenlohe se convirtió en el príncipe de Marbella y Marbella se convirtió en la mejor fiesta de Europa. Una fiesta que se alarga hasta los años 60, 70 e, incluso, 80.

En Marbella todo estaba permitido y los paparazzi apenas podían atisbar lo que los famosos de medio mundo hacían allí, blindados tras las buganvillas de los altos muros de mansiones de lujo. El protagonista durante años fue Alfonso de Hohenlohe, quien cumplió a la perfección su papel de anfitrión. Siempre elegante, siempre luciendo bigote de actor de Hollywood de los 50, siempre al lado de aristócratas y millonarios. Él fue quien, por ejemplo, hizo de pareja de baile de una princesa Soraya -la viuda del depuesto Sha de Persia- que trataba de paliar su melancolía en las noches marbellíes, cuando sus palacios de Teherán quedaban tan lejos. También Pitita Ridruejo acudía presta a Marbella y mucho más si de participar en la célebre fiesta de la Cruz Roja se trataba.

Pero si hubo unos protagonistas indiscutibles de la Marbella dorada fueron, por supuesto, la pareja compuesto por Gunilla von Bismarck y Luis Ortiz. Otros personajes fundamentales de la jet set marbellí fueron Jaime de Mora y Aragón y Olivia Valère, superviviente ésta última hasta hoy a toda vicisitud. También el multimillonario saudí Adnan Khashoggi (1935-2017), quien amasó su fortuna con la venta de armas y fue uno de los ejes sobre los que pivotó la jet set marbellí en los años 80. En esto llegó Jesús Gil a la alcaldía, en los años 90, y convirtió a Marbella en otra cosa. Pero Marbella sobrevive: en la nostalgia, en la memoria, en el ambiente de fiesta perpetua.

Jaime de Mora y Aragón, el aristócrata rebelde y vividor

Su bigotazo, su bastón, su clavel reventón en la solapa y su alma bohemia y dilapidadora encontraron en Marbella un lugar ideal. Jaime de Mora y Aragón fue el representante perfecto de esa Marbella de los grifos de oro, de jeques que se paseaban en sus Rolls Roice y medían con la mirada la eslora de otros yates atracados en un flamante Puerto Banús para asegurarse de que el suyo era el más grande de todos. Aristócrata y actor, era el hermano mayor -y más golfo- de los seis que tuvo la reina Fabiola, y durante muchos años fue persona poco grata en el reino de los belgas. No se le llegó a prohibir la entrada en el palacio de Laeken, pero sí le aconsejaron que era mejor que no se dejara caer por allí, y tampoco por la finca de Motril donde pasaban sus veranos los reyes Balduino y Fabiola. Fiestero y vividor, cada 18 de julio organizaba su cumpleaños, que se convertía en uno de los mayores atractivos del verano en la Costa del Sol. Fue a todas las fiestas, se arruinó en todas las timbas y casinos, se convirtió en leyenda y hoy día dos estatuas de Jaime de Mora y Aragón recuerdan en Marbella a un personaje irrepetible.

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