A Isabel le sienta fenomenal el futuro
Isabel Preysler, madrina de la joyería Rabat
Isabel Preysler concita todas las miradas en la fiesta de la joyería Rabat celebrada en Madrid
El photoshop solía esconder los disgustos y contratiempos de Isabel Preysler, princesa de galas y reina de los fotógrafos (cabreados). Pero de cerca, al natural, Isabel ha mejorado en estos últimos años. Tiembla, Benjamin Button. La estrella de las portadas sigue fiel a sí misma, foco sin dudas allá donde va como en la noche del miércoles en la fiesta de la joyería barcelonesa Rabat en Madrid. Acompañada de la familia de esta empresa de la que es imagen y coincidiendo con Fran Rivera y Lourdes Montes, Amaia Salamanca o Jaime de Marichalar, Isabel fue la gran joya de Rabat en duda evocación a los años 70.
Y a sus 68 años y cinco nietos después la actual pareja del Nobel Vargas Llosa ("Mario" para su amor) está mejor que un lustro atrás, lo que no es poco. Y no es exactamente por el bisturí o el bótox, a estas alturas. Es la estabilidad, la tranquilidad tras los años de enfermedad de Miguel Boyer y de las incertidumbres que se cernían sobre la familia.
Con pareja para Tamara Falcó, Iván Miranda, la madre no le disputa quién firmará antes la declaración matrimonial. Está segura de que su hija le adelantará porque ella no tiene agenda de fechas concretas.
Y el bebé de Ana. Sabía que se iba a llamar Miguel desde el primer momento y ella sabe quiénes son los padrinos del bautizo. "Los niños rejuvenecen", aseguró la feliz abuela. Dijo también que aunque todo el mundo dice que el bebé se parece al padre, Fernando Verdasco, "yo le veo cosas de Ana".
Entre la felicidad y las perspectivas, Isabel Preysler vuelve a estar donde siempre estuvo.
La nueva colección de Rabat que amadrinó se inspira en la estética de los años 70, una década rica en cuanto a moda, donde el color y las formas geométricas de las joyas eran los protagonistas indiscutibles de todos los looks. De ahí que las piezas destaquen por sus profundos colores turquesa, topacios lemon, corales y brillantes lapislázulis en formas geométricas que representan a la perfección el espíritu inconformista de los 70.
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