Cuando Isabel Preysler arropaba a Mario Vargas Llosa en la cama y le daba un besito de buenas noches
Privacidades desveladas
Desde el entorno de la princesa de galas se han destapado detalles de la vida privada para dejar en evidencia al escritor hispano-peruano
Mario Vargas Llosa, las ventosidades, la pichula y la caca de un pterodáctilo
Cómo fue el regreso a casa: Mario Vargas Llosa dejó atrás La Moraleja de Isabel Preysler
Tras la nueva publicación del relato Los vientos en el que su protagonista, como si fuera una voz autobiográfica del escritor Mario Vargas Llosa, se lamenta de la siguiente relación sentimental a su matrimonio estable (ya sabemos todos, los de "pensar con la pichula en lugar de la cabeza"), desde el entorno de Isabel Preysler se ha reaccionado para que la reina de las portadas, la princesa de galas, deje en evidencia a su literario ex.
La relación entre Isabel Preysler y Vargas Llosa se prolongó durante ocho años pero el anuncio de su ruptura el pasado 28 de diciembre cayó por sorpresa. La madre de Tamara Falcó adujo que el problema fueron los celos y desde la familia del Nobel se respondió que él estaba desencantado, no quería formar parte "del espectáculo" y quería regresar a "la cultura". Esto hizo hervir el ambiente pese a la diplomacia y contención aparente de ambos.
Mario Vargas Llosa está disfrutando en días pasados de su 'introducción' en la Academia Francesa, la institución defensora del idioma francés que lo ha acogido como el primer autor desde 1633 que es aceptado pese a que ha escrito en lengua española y no en la del país galo. Tras ser aceptado, este 9 de febrero se oficiará la ceremonia formal de ingreso del Nobel en París, con la presencia del rey emérito entre los invitados.
También en ese acto estaría Patricia Llosa, la mujer del escritor durante medio siglo y con la que por mediación de los hijos se ha llegado a una aproximación que podría desembocar en una reconciliación de la pareja.
Mientras parecía que Tamara e Iñigo habían roto por completo incluso en el metaverso, finalmente ellos se han reencontrado mientras que Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa se separaron y cada vez se percibe que con menos cordialidad de la que parecía en un principio.
En la publicación ABC ha aparecido una crónica firmada por Pilar Vidal en la que desgrana detalles de la vida privada en casa de Isabel Preysler que sólo pueden entenderse como una filtración interesada de la dueña del chalé de La Moraleja a donde se fue a vivir el escritor, cuando rondaba los 80 años, en una nueva etapa vital.
A través de esa crónica se observan detalles en los que Vargas Llosa era considerado en la casa con todos los mimos posibles, con un asistente que a diario cuidaba en todo momento de su aspecto y salud. Al principio todo era dicha en la relación entre ambos pero a los pocos años entró en barrena la convivencia, pese a lo grande que es la mansión y los hábitos horarios madrugadores del escritor.
Según lo que trasluce el entorno de Preysler en esos detalles desgranados Isabel había zanjado la pareja desde mucho tiempo antes y que seguía acogiendo a Vargas Llosa porque era una persona de edad avanzada y "le daba pena" romper con él y que no estuviera bien cuidado. La respuesta a esa situación fue el relato de Los vientos, en los que su desorientado protagonista acaba deambulando por Madrid, con los pantalones sucios de caca, desamparado y sin que nadie puede ayudarle. Una caricatura que trazó en 2020 de lo que podría ser retrato según lo concebía Preysler.
El ambiente en los dos últimos años habría convertido la relación entre ambos en un infierno pese a las sonrisas en el photocall. No está lejos de lo que aparecía en La guerra de los Rose.
Y en este caso Isabel Preysler parece tomarse venganza al desvelarse que el escritor llegaba a ser tratado casi como un niño. Le gustaba que su pareja le arropase todos los días en la cama, la arrullara y le diera un besito de buenas noches con la luz apagada. No queda bien parado el escritor en esos detalles que enumera Vidal en ABC.
Los hábitos madrugadores del escritor, conocidos desde tiempo atrás porque es su forma de trabajar, parecían entrar en contradicción con las normas de la dueña de la casa. Vargas Llosa se despierta a las cinco de la mañana, escribe, se da su buen paseo, es decir, su ración diaria de ejercicio, y después desayuna de la forma más sana y contundente, por lo que degusta muesli con leche, miel y alguna fruta, todo con la supervisión y atención del asistente, que vigila el peso del anciano autor. Sobre las nueve de la mañana Vargas Llosa está listo para cumplir su agenda con actos oficiales o su compromisos con la Academia Española de la Lengua. A esa hora de la mañana Isabel Preysler llevaba ya otro ritmo de aseo y cuidados. También se cita en la crónica que Vargas Llosa, aunque ahora quiera desdeñarlo, también era atendido con tratamientos de belleza y cuidado personal y del cabello.
No era tan infernal la vida del escritor en el 'palacio' de Isabel, viene a ser este contraataque desde La Moraleja.
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