Georgie Dann, el último profeta salsero
Obituario
El cantante de origen francés surgió en la España de finales de los 60 cuando era profesor de escuela y su carácter vivaracho lo convirtieron en rey de las colchonetas, emperador de las fiestas de verano de cubata de garrafón y Caribe pintado en la pared
Su padre le intentaba que fuera músico de trompeta y era un profesional del saxofón. Cuando era profesor de escuela en Madrid, a finales de los 60, vio que tenía dotes de flautista de Hamelin.
Los padres de los alumnos se sabían las canciones familiares que ya había grabado en un disco artesanal y vio que tenía posibilidades de animar a toda la familia y ser la banda sonora de bodas de botellines, carne mechada y patatas fritas y ya, con la prosperidad, entre los cocoteros de plástico de los chiringuitos sin licencia urbanística. Georgie Dann (París, 1940) se ha muerto a los 81 años, cuando entraba en el quirófano.
Hace ya años que no estaba en el primer plano pero su sonrisa iba allá con él por los escenarios estivales. Se ha muerto justo cuando iba a ser operado de una de esas jaleadas caderas que se acompasaban con las gogós en El Bimbó, su primer gran éxito allá cuando la transición estaba incierta, en el verano del 75. Él aparecía sin complejos con un mono bien ajustado. Su esposa, Emy, era de las que bailaba a su lado. Tuvieron tres hijos.
¿Alguna vez puso mala cara Georgie? Nunca, ni siquiera cuando le insinuaban pitorreos a su costa. Tenía espíritu deportivo acolchado por lo reunido en sus buenos tiempos. De lo último, su anorak tropical en el spot donde se dirigía con un todoterreno al Polo Sur.
En 1969, cuando España no tenía ni la más mínima relación con la URSS, le dio por los aires rusos con el Casastschok, que sonaba de lo más exótico. Como algo prohibido. Puso por entonces la mirada en América, que entonces parecía muy lejos. Profeta de la salsa, plagiaba los éxitos dominicanos y portorriqueños antes de que fuéramos sacudidos por los abuelos de los niños del reggaeton.
Los años 70 habían sido su rampa de lanzamiento y su momento de popularidad absoluta fueron en los 80 a raíz de su adaptación de El Africano ("mami, ¿qué será lo que quiere el negro?"). No podemos mirarla con ojos días, pasarla por el filtro de la corrección. Pero al personal le encantaba contonearse imaginando qué deseaba el priápico personaje de la macachona canción que tuvo un spin off con aquello de "el negro no puede, el negro no puede".
De ahí enlazó con El chringuito... el chrininguí... Hablamos ya de 1988. El cantante francés, acostumbrado a recopilar las canciones que privaban en los inmediatos carnavales canarios, aún no sospechaba que la salsa estaba al caer y que los ecuatorianos o los cubanos le habían echado un ojo a España, para lo musical y lo laboral.
Dann era el rey de aquellas canciones de cocotero de plástico, colchoneta hinchable, garrafón y Caribe de palmeras dibujadas. Cuando llegaron de verdad los primeros salseros el personal se dio cuenta de lo tremendamente acartonado que era nuestro Georgie, inventor del pilates con tinto de verano. Maestro de coreografías colectivas. Un meneíto por aquí, un arrimado por allá. Todo ya muy de un país de extraterrestre.
En aquel chiringuito memorable se servían conejo a la francesa, pechuga a la española y almejas a la inglesa. Insinuaciones de 1º de EGB de Carnaval. Pero los pensionistas sonreían picarones, como su auténtico epílogo, La barbacoa, con sus chorizos parrilleros y las pechugas a la brasa. Qué brasa, señores.
Desde entonces, y apretado ya en la convivencia con tanto cantante tropical de verdad, tuvo su rincón de aprecio entre los espectadores aunque ya fue quedando más relegado y desconocido para las nuevas generaciones. Tuvo un repunte sentimental en 2013 cuando La Cerveza fue patrocinada por una marca del gremio.
Con su estilizada figura, era de esos cantantes que nunca podían caer mal, pero sí eran ya muy antiguos, incluso en sus buenos tiempos. Georgie Dann formaba parte de la memoria de todos los que tenemos más de 40 años. Y nos ha despertado toda la nostalgia del mundo sabiendo que se nos ha muerto.
También te puede interesar