Faye &Warren: pasiones y errores de medio siglo
Los protagonistas de 'Bonnie & Clyde' son la imagen de la última gala de los Oscar cuando se cumplen 50 años del estreno de la película
Beatty fue uno de los grandes iconos de Hollywood, con fama de fogoso amante, y Dunaway tuvo una errática trayectoria en lo profesional y lo sentimental
Isabel la Católica, tan nuestra, nunca pasó por el quirófano dermoestético, pero a Faye Dunaway (Bascom, 1941) se le estiraban las comisuras cada vez que negociaba con Cristóbal Colón en una olvidada (con razón) miniserie en vísperas de las conmemoraciones descubridoras. La retocada actriz, tan dada a pulirse la epidermis y a calibrar con una balanza en la mesa la comida de los restaurantes, fue acumulando durante años apariciones sin importancia artística pero con sumo interés crematístico en cine y televisión, despilfarrando los años en una carrera de poca enjundia, alejada de la expectativas de aquella atracadora que vino a remover las reglas de juego de los roles femeninos en Hollywood. Con Bonnie & Clyde los malos también se convertían en sentimentales héroes, queridos villanos, Soprano de poca monta y road movie. A la pueblerina de Bonnie la raptaba de su rutina el chico malote, irresistible, Clyde, un Warren Beatty que ya llevaba una veterana leyenda de castigador y agitador de sábanas cuando el éxito rotundo le halló en 1967, confirmándose como el efebo más deseado.
Medio siglo después, repuestos en sus anatomías por todos los adelantos de titanio y colágenos, la pareja saltó a las portadas de los periódicos y las entradillas de los telediarios con la metedura de pata más estelar de este siglo. Warren podía haberse callado y haber aguardado a que alguien de la organización de los Oscar confirmara qué maldito sobre tenía entre manos. Pero tras las dudas, el bribón de Clyde pareció brotar y le pasó la cartulina a Bonnie que sin dudar proclamó la categórica errata. La pareja que vino animar una década que se bastaba sola para animarse ha inaugurado las conmemoraciones de su cincuentenario por todo lo alto.
A él, a Warren (Richmond, 1937), no le hacen falta popularidades, ni que le jalen un sobre de las manos para que la gente se interese por ese dandy de sonrisa estoica entrado en años. Durante más de la mitad de su octogenaria vida, y tras haber perdido la virginidad talludito, no había colchón que se le resistiera, muchísimo más prolífico en el catre que ante las cámaras, ya que al contrario que su compinche siempre ha ido dosificando sus proyectos. El error en la gala ("¿pero qué has hecho?", le bromeaba con sofoco Jimmy Kimmel en el escenario) ha venido a levantar de nuevo esa cifra imposible de casi 13.000 amantes que pasaron por las prodigiosas manos y otros aditamentos, por lo visto sensacionales, del hermano de Shirley McLaine (ella tomó el apellido de la mamá, Maclean; él, el de papá, Beaty). Beatty siempre ha asegurado, para calmarnos, que, por pura matemática, nunca pudieron ser tantas amantes, todas mujeres aunque nunca le faltaron propuestas de algún allegado. Pero sin duda podría presumir de números y likes ante el triunfador por antonomasia, rey de nuestros memes, nuestro Julio Iglesias, al que se le adjudican entre 3.000 y 6.000 damas. Y lo sabes. Bah, porca miseria ante el listado que podría expandir el marido de Annette Bening, a quien conoció en el rodaje de Bugsy. Casado desde 1992, ya avanzada la cincuentena, una pelvis de armas tomar como Madonna, coprotagonista de su ajado Dick Tracy, se lo llevó al rincón de pensar. Por una vez en la vida Warren admitió que podía no estar para todos los trotes que deseaba. Una de sus más sinceras amantes, la también malota Joan Collins, confesó que el actor del sobre tenía tanta afición priápica que dejaba exhausta a cualquier pareja, como ya aireaba uno de sus personajes de ficción, el peluquero amanerado de Shampoo, alter ego del bello mito, terror de las caravanas de los platós. Su primera aparición como protagonista ya imprimió miles de fotos junto a su amada en la pantalla, Natalie Wood, su primer romance en el plató, una costumbre que nunca perdió además de encandilar a las estrellas del momento, ya pudieran ser Barbra Streisand como una diosa mundana como Brigitte Bardot.
Su compañera en 1967 no ha tenido una existencia sexual tan agitada, pero sí una tortuosa senda sentimental, a veces tan iracunda como su relación con las tripulaciones aéreas y los doctores con ácido hialurónico. Faye ha montado más de un melendi a diez mil metros de altura. Por romperle el corazón, tal vez quien se lo fracturó más certeramente fue Marcello Mastroiani, que no estaba dispuesto a divorciarse por irse con ella. La actriz ha estado casada en dos ocasiones y con su segundo marido, el fotógrafo Peter O'Neill, adoptaron un niño, Liam, que durante años la actriz se empeñó en presentar como hijo natural.
Lo de tirar hacia adelante con un sobre equivocado no ha sido el mayor error de una pareja que reunía con facilidad billetes de banco hace medio siglo, pero sí les ha llevado a protagonizar el minuto de oro más tumultuoso de Hollywood en la presente década. Tras sus estampas de abueletes bien conservados se encuentran dos de las historias más suculentas por donde el sol muere en el Pacífico. La leyenda de Bonnie & Clyde sigue creciendo.
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