Un cambio radical
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Libras contantes y sonantes
Cuando se van a cumplir dos meses del fallecimiento de Isabel II, todas las monedas que manejan los británicos y otros súbditos de la Commonwealth como Canadá, Australia o Nueva Zelanda, llevan la efigie de la soberana. Isabel II con sus 70 años de reinado y sus decenas de colonias y territorios sobre los que reinó ha sido la jefa de Estado con mayor número de representaciones y retratos en billetes, monedas, sellos. Incluso en la moneda de 5 libras conmemorativa para abrir el reinado de Carlos III aparecerá en el reverso dos retratos de la antecesora con alusión a su prolongado reinado.
La reina que tiene más emisiones por su prolongado retrato y lo diseminado de sus colonias y rincones remotos. La isla más alejada de cualquier continente, Tristán de Acuña, es ejemplo de una de esas exóticas posesiones británicas de lo más insólito.
Isabel II miraba a la derecha en las libras esterlinas o dólares canadienses y australianos, normalmente con corona. Al menos en las monedas, siempre con corona. Hubo cinco bustos diferentes, de su juventud a su vejez, representaciones aproximadas, y al menos idealistas, a su edad.
En estos días se rematan los modelos de moneda que lucirá la efigie de Carlos III (y bromas 'auditivas' aparte), los ciudadanos británicos tienen la curiosidad de contemplar a otro monarca en sus cuentas cotidianas.
El nuevo rey británico de la Commonwealth aparecerá en las monedas y billetes sin corona, como sucedió en la mayoría de ocasiones, con sus antecesores en el siglo XX, y su efigie mirará hacia la izquierda. La razón es por la alternancia.
Si su madre miraba a la derecha, el sucesor lo debía hacer a la izquierda, tal como se disponía su abuelo, Jorge VI y su bisabuelo, Jorge V. Entre ambos, mirando a la derecha, debió estar Eduardo VIII, que en su corto reinado de menos de un año, no vio las monedas con su efigie en circulación.
El primer monarca británico del siglo XX, Eduardo VII, uno de los príncipes de Gales más veteranos, dirigía su grave mirada a la derecha, ya sin corona, aguardando tanto tiempo al relevo de su madre, la reina-emperatriz Victoria, todo un símbolo para la cúspide del Reino Unido como metrópoli más importante del mundo.
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