Opinión
Manuel J. Lombardo
El SeFF se hace un 'zoom in'
José Luis Cienfuegos. Director del Festival de Cine de Sevilla
–El pasado año tuvieron que rehacer la programación en mitad del festival por el cambio en las restricciones sanitarias. Se espera que esta edición sea más tranquila...
–Sí, esperemos que no haya sobresaltos, aunque sí hemos dado un salto en el festival en cuanto a número de invitados, y en cuanto a expectativas que hay que cumplir. Esas expectativas pueden entenderse como un reflejo de la confianza que tiene en nosotros la industria, que apoya que exista un festival como el de Sevilla, con una línea muy clara. Cada vez se ve más que hay una coherencia en la programación. Eso les da una seguridad tanto a los agentes de ventas internacionales como a los distribuidores españoles. Pero en este tiempo han cambiado muchas cosas, este año hemos cerrado antes que nunca las secciones competitivas. La semana después del Festival de Cannes fue una auténtica locura en cuanto a confirmaciones de películas. Algunos títulos que apalabramos allí fueron adquiridos después por distribuidoras españolas, que mantuvieron el compromiso de la presencia en Sevilla. Aun así, todavía hay espacio para la apuesta, para que buena parte de las películas del festival, las previstas en secciones como Las Nuevas Olas, un cine si se quiere decir así más frágil, tenga el respaldo de premios en metálico, para que esas películas sean adquiridas y se estrenen en salas.
–Cuando Nanni Moretti presentó en Cannes Tres pisos (Tre piani), que participa en la Sección Oficial de Sevilla, comentó que el confinamiento nos había señalado la importancia de la comunidad y había desmontado esa idea de que podíamos sobrevivir solos...
–Es curioso, porque nosotros siempre hemos defendido esa idea, la idea de comunidad. Concebíamos el festival como el eslabón entre el público y los autores, pero hoy nos encontramos en una situación en la que la cita sirve de conexión también con el mundo de la distribución y la exhibición. En este momento, dentro del sector, todos nos sentimos parte de un mismo equipo, trabajamos en una misma dirección. Estamos embarcados en un viaje. Después del 2020 que vivimos, este es un Año Cero para los festivales. El espectador ha cambiado, claro, sus usos y costumbres ya no son los mismos, y las cifras lo reflejan: las películas comerciales están yendo muy bien, y, mientras, está costando que el cine de autor recupere el ritmo. Nosotros ahí sí tenemos un papel, y no hablamos de planes a medio plazo, sino a corto. Todas esas actividades que desarrollamos este año van por ahí: el Mercado de Cine Independiente (Merci), por ejemplo. Han cambiado muchas cosas: el entorno global, el audiovisual en general, el espectador, la industria, incluso nuestra manera de organizar el festival, y tenemos que actuar al respecto.
–Al hilo de lo que le comentaba de la película de Moretti, quería preguntarle si ha dado tiempo a que los autores incorporen sus reflexiones sobre la pandemia a su obra...
–Hay una película que es 100% año Covid, que es la de Miguel Gomes [Diarios de Otsoga, dirigida junto a Maureen Fazendeiro], rodada durante el confinamiento. Una propuesta metacinematográfica que juega con el tiempo, con el montaje cinematográfico, con la música, con los personajes… Una obra que se pregunta por la memoria y por cómo ha cambiado el dispositivo cinematográfico en este año que nos tocó vivir. Eso no es fácil, y sin embargo Miguel Gomes lo consigue de una manera magistral. Sí es verdad que este año, sobre todo en lo que es la Sección Oficial, hemos abierto puertas y ventanas. Cuando vimos la película de Jacques Audiard en Cannes [París, Distrito 13], y nos pareció tan vital, nos interesó cómo refleja la vida en el siglo XXI, la vida hoy, a todos los niveles… Nos dijimos: Esta es la película que tiene que inaugurar el festival de este año, y afortunadamente la conseguimos. Nos hemos alejado en la selección, sobre todo en la Sección Oficial, de un cine más claustrofóbico y exigente. Creíamos que este año el festival pedía otra cosa. Habrá riesgo, claro, pero también diversión, sorpresa...
–El riesgo siempre ha sido una de las constantes del festival. ¿Qué novedad aportan los cineastas que pasarán por la cita?
–Resulta muy interesante cómo los aspectos técnicos forman también parte, ahora, del espíritu de una película. Por ejemplo, está ocurriendo una verdadera revolución en lo que es el diseño de sonido, donde radica la esencia de la propia película. Ocurre en proyectos como Il Buco, donde el equipo se adentra en una cueva, Para Chiara, la película de Carpignano, y en la que es explícito esto, donde el sonido te traslada a otra dimensión, es en lo último de Apichatpong Weerasethakul, Memoria. Al lado de esto, junto al sonido, también está cobrando importancia la figura del supervisor musical, o, más concretamente, cómo contar una historia a través de las canciones. También en la Sección Oficial, Ali & Ava retrata el amor de dos personas a través de la música que escuchan. A ella le gusta el folk y la música tradicional, a él le gusta el punk, el funk, la música electrónica… Y Diarios de Otsoga se abre con un tema de Frankie Valli icónico del northern soul… Ahora mismo el diseño de sonido y la música se trabajan de una forma mucho más integrada en la película.
–Miguel Ángel Blanca, el director de Magaluf Ghost Town, que se verá en Nuevas Olas No Ficción, asegura que no se sabe lo que es verdad o mentira en su documental. El cine español que visita Sevilla suele ser impredecible.
–Sí, totalmente. Ahí está el juego al que nos invita Liliana Torres en ¿Qué hicimos mal? En su anterior película, Family Tour, la familia era la familia real de Liliana, pero una actriz hacía de ella. Aquí Liliana se interpreta a sí misma, y para repasar a sus ex parejas mezcla a actores y a personajes reales. Se ríe de sí misma, y con un sentido del humor bastante negro. Ese tipo de juegos recorre las diferentes secciones del festival. Estamos muy contentos de estrenar Espíritu sagrado, lo nuevo de Chema García Ibarra, uno de los grandísimos talentos del cine español. Siempre hace películas sorprendentes, pero aquí propone toda una experiencia, desde el minuto 1 hasta el final de los títulos de crédito te deja boquiabierto. Y yo quiero reivindicar también la presencia de Santi Amodeo. Asombra cómo, en Las gentiles, maneja los lenguajes de las nuevas generaciones, en una película fresca y con ímpetu, modélica hasta en su duración: no siente la presión por llegar a los 90 minutos, el metraje estándar. Y el trabajo de Bronquio con el propio Amodeo es un punto y aparte en las bandas sonoras que se están haciendo en este país.
–Este año se incorpora al festival Hacia otra historia del cine europeo, un ciclo que recupera copias restauradas de películas antiguas.
–Surgió porque los programadores hemos ido aligerando los contenidos sobre la Historia del Cine, y ahora es el momento de parar, reflexionar y plantear nuevas estrategias sobre cómo presentar el cine del pasado en el contexto de un festival. En Sevilla se va a organizar una reunión entre filmotecas y festivales de cine, sobre cómo programar el cine del pasado. Junto a Hacia otra historia del cine europeo tenemos otro recorrido por el cine experimental, que por cierto está resultando un exitazo frente a lo que esperábamos. Porque hay espacio, y hay público, para este tipo de propuestas.
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